En los ‘viernes de mercadito’ hay rojos y guindas, también promesas y decepciones
Óscar Jiménez
León.- El partido es otro, pero el número telefónico sigue siendo el mismo. Se lo confirma el candidato que quiere repetir como presidente municipal a un señor de más de 60 que se le ha plantado -amablemente- por enfrente para pedirle y cuestionarle. Si fuera por la calle, en un acto donde el proselitismo no es la bandera que se ondea, se juraría que alguna vez, aquellos dos hombres fueron amigos. Sólo que quizá entonces, vestían más seguido de azul.
“Márcame, tengo el mismo número”, le dice en afán de despedida, el exalcalde Ricardo Sheffield a quien se le había acercado frente a un puesto del tianguis leonés ‘de los viernes’ que ha sido enfundado en propaganda guinda. “Pásenle mi número”, ordena Sheffield al equipo que le sigue ‘pegadito’ mientras choca los puños (porque es la norma no escrita de la nueva normalidad) con cada uno de los comerciantes del lugar que se ha instalado por casi 40 años en la calle Juan Nepomuceno de la ciudad de León.
Hay quienes, como aquel señor, aprovechan la visita de los candidatos para pedir: también se escucha algo respecto a los ‘hoyos’ en calles aledañas, algo de seguridad y otros tantos de esos temas delicados, que ya en el poder, a cualquiera le resultarían ‘quisquillosos’. Otros más aprovechan para hablar como habla el comerciante: fuerte, sin miedo ni tapujos.
“Yo le digo que me convenza de por qué es que hay que votar por él. Ellos son los reyes del engaño y la hipocresía”, dice aún enojado el señor que atiende un amplio local del centro del tianguis. Quedó colorado del coraje, pero eso sí… destanteó en el choque de puños al candidato a alcalde y a Édgar Chico, candidato a una diputación federal, y quien le acompañaba.
La gran duda: ¿es guinda, rojo o azul?
Las voces que resuenan fuerte dicen una cosa: “Muchachas, piden una porra para ‘chefil’”, y resuena estruendoso aquello que parece más una fiesta o batucada, que un mitin de campaña. Las voces que quedan al paso y que cuchichean dicen otra cosa; “¿O es del PAN o de Morena?”, se pregunta la dueña de un puesto. Ella misma se responde, ahora es guinda.
Pero los horarios también confunden; Ricardo Sheffield había quedado de llegar al tianguis a las 11:00 para comenzar el recorrido, pero llegó casi 40 minutos más tarde. Antes sí lo hizo la priísta candidata a diputada federal, Ely Galván, y también una camioneta con propaganda y música pegajosa en favor de Alejandra Gutiérrez, candidata a la alcaldía de León. El tiempo apremia, dicen por ahí.
“Ahorita con la contingencia, como que no está muy bien que anden haciendo esto, porque ellos nos prohíben muchas cosas, y ellos sí salen a hacerlo (‘amontonadero’)”, señala Julio Salas.
Con tanto juego de colores, al que se le suman los calcetines fluorescentes, los de las playeras deportivas… y por supuesto, los de las lonas que hacen sombras multicolores, es difícil no confundirse. Hasta para los que portan chalecos guindas.
“¿Pues hasta dónde están las oficinas de campaña?, ¿Allá en el Libramiento en el PAN?”, bromea un joven ataviado de guinda, tras la tardanza del candidato a repetir alcaldía.
Al llegar el grupo del PRI, se señala de forma pusilánime: “Sobres de ellos”. También era broma, pero hacía dudar de un posible ‘daltonismo’ en pleno trajín del tianguis más ‘elegante’ de la ciudad.
Sinceridad, viejos albures y nueva normalidad
Cada quien, queda claro, es sincero hasta donde le conviene. A Ricardo, por ejemplo, no le cuesta trabajo sincerarse con una locataria; “Yo venía de chiquito aquí, porque el tianguis, como yo, ya no es tan nuevo”. Y ambos ríen.
A otra locataria tampoco le cuesta trabajo sincerarse: “Los comerciantes somos como rueditas, funcionamos al 100, pero necesitamos dinero”. Remarca la palabra ‘dinero’, como si se hablara con mayúsculas. El candidato sólo asiente. Y la forma más sencilla de sincerarse es con los suyos; “Puros acarreados”, le dice un visitante a su familia. Pasan y ni el guiño dedican a las playeras, gorras y bolsas que se iban repartiendo.
“Sólo pido que nos dejen trabajar, con cubrebocas, gel y demás”, señala Miguel Ángel, de más de 15 años de atención en el tianguis.
En algunos puestos aledaños, la duda no se centra en la atención al visitante, en los apoyos o si quiera en la visita… sino en la herramienta predilecta del tianguista mexicano: el albur.
-“¿Chico?, ¿Chico?”, pregunta con tono burlesco e hilarante, quien atiende un puesto de playeras de futbol. “Así se llama, te van a regañar”, le responde el amigo. –“Y uno de malpensado”, repite el creativo del léxico coloquial.
“Ahorita necesitamos que nos ayuden a los comercios, quedamos muy endrogados”, dice Roberto Echeveste, que atiende un puesto de comida.
Al final, el camino por la Juan Nepomuceno se recorta y se acerca el desenlace. La cartera también ha quedado vacía, porque ‘David’, como le nombran al asistente de campaña ha tenido que desembolsar en repetidas ocasiones por monederos, plantas y otras tantas cosas, que le han agradado a los candidatos. Y es que al final, ¡estamos en un tianguis!
Éste, ‘de los viernes’, se visita en tacones, ropa elegante o con colores que aspiran a comandar una ciudad. Una ciudad que tiene -como los tianguis-, la iracunda preocupación por la nueva normalidad, algunas dudas, y una nostalgia implícita en el hecho de recorrer las calles multicolores donde en repetidas ocasiones te preguntan por los costados; “¿Qué le ofrezco?, joven”. Claro, a menos que seas un candidato a alcalde.
EZM