Mirada en los astros y raíces en Pénjamo: Daniel y su familia trazan nuevo destino
Scarleth Pérez
León.- Estudiar el comportamiento de los objetos en el espacio es el trabajo de Daniel Tafoya en el Observatorio del Espacio en Suecia. El astrofísico originario de Pescadores, una pequeña comunidad agricultora de Guanajuato, tiene un doctorado por la Universidad de Harvard.
“Lo que hago es tratar de entender la vida de las estrellas: ¿cómo nacen?, ¿cómo se desarrollan?, y, finalmente, ¿cómo mueren? Nos hemos dado cuenta que tienen un ciclo muy parecido a los seres vivos y, de hecho, aunque las estrellas no están vivas, decimos ‘el ciclo de vida de las estrellas’”, explicó el astrofísico Tafoya sobre el trabajo de investigación que diariamente realiza.
La visita de Daniel a México no es un hecho que se registre frecuentemente, pero cuando el astrofísico sorprende en la tierra que lo vio crecer, muchos conocidos directos e indirectos buscan platicar con él. Por lo menos un par de minutos.
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No es para menos. El guanajuatense conquistó una de las universidades más prestigiadas de Estados Unidos, además, cuenta con una licencia permanente como investigador de estrellas. Su mirada siempre está en el cielo y sus raíces en Pescadores, Pénjamo. Lugar del que salió a los 17 años, con el único objetivo de estudiar.
Física- Matemáticas fue la licenciatura que llevó a Tafoya Martínez a conquistar el espacio. El doctor en astronomía fue registrado como guanajuatense, aunque nació en un hospital de La Piedad, Michoacán, por ser el lugar inmediato con atención médica especializada a su comunidad de origen, en Pénjamo. La localidad de Pescadores que se ubica a seis kilómetros de La Piedad.
Para terminar este 2021, Daniel visitó la casa de sus papás en la pequeña comunidad. La casa de los Tafoya Martínez es la más alejada del poblado y el lugar favorito de México para los hijos de Daniel. Pero el hogar del astrofísico está en Gottenburgo, Suecia, junto Mamiko, su esposa de origen japonés y madre de sus tres hijos.
La vida que lleva Daniel es ajena a la realidad de quienes crecen en Pescadores, donde la mayoría de los pobladores se dedican a la agricultura.
Un pueblo agricultor en la ruta del huachicol
En el Censo de Población y Vivienda del INEGI en 2020, se registraron 164 pobladores en Pescadores: 83 mujeres y 81 hombres.
La comunidad se ubica en la periferia de Pénjamo, Guanajuato; a unos 300 metros, ya es Michoacán. Los divide el Río Lerma, mismo que suministra las parcelas ubicadas en su orilla. Es una zona de agricultores, tanto en La Piedad, Michoacán -municipio colindante-, como en Guanajuato.
Desgraciadamente también es calificada como una zona golpeada por la delincuencia organizada, con actividades ilícitas plenamente identificadas como el robo de hidrocarburo y narcotráfico.
En el 2018, un informe de la Sedena señaló a Guanajuato como el lugar que mayor problema representó para el robo de combustible en el país. El municipio de Pénjamo figuraba en el quinto lugar con 325 tomas clandestinas halladas al cierre de ese año.
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La ruta del huachicol en Pénjamo pasa por las comunidades de Plazuelas, Chiripitzeo, Guayabo de Camarena, Quesera de Cortés —la más cercana a Pescadores, ubicada a 9 minutos—, Labor de Armenta, La Escondida, El Romeral, Las Ánimas y Saús de Pastores. En estas localidades se localizaron las tomas clandestinas de combustible entre el 2015 al 2018.
En los primeros seis meses de este 2021, Guanajuato ocupó el cuarto lugar en los estados con mayor número de tomas clandestinas, se registraron 200 en ese lapso de tiempo. El primer lugar se lo llevó Hidalgo con 2 mil 554 tomas.
Con destino hacia las estrellas
“Mi papá tenía un libro guardado en una puerta de vidrio en la parte alta de la cocina. Era el único libro en toda la casa y era un almanaque de 1976. Ver cómo todos los días por la mañana lo leía y lo volvía a guardar con mucho cuidado, me hizo querer leerlo”, el guanajuatense destinado a una vida de trabajo en el campo platicó que fue gracias a su papá y a su pasión por ese almanaque, que empezaron sus ganas de querer conocer cada lugar que aparecía en ese libro, el cual pudo hojear cientos de veces.
Ese era el único libro en casa. Pero la verdadera pasión de don José por el espacio, quien recuerda con gusto cuando siguió a través de la radio la llegada del hombre a la luna, habría influido en el gusto de Daniel por el espacio.
Tiempo después, Daniel compró el libro de ‘Cosmos’, de Carl Sagan. ‘Cosmos’ trata de la ciencia en su contexto humano más amplio y explica cómo la ciencia y la civilización se desarrollan conjuntamente.
El papá de Daniel, el señor José Tafoya, platicó a Correo que él nunca se perdió los episodios de Cosmos en la televisión abierta, a la par, su esposa Susana, ya llevaba a Daniel en el vientre.
‘Cosmos’ es el libro que cambió el destino de Daniel, “es mi biblia”, apuntó mientras tomaba el ejemplar en sus manos.
Una familia distinta
Daniel es el mayor de los cuatro hijos de José Tafoya y Susana Martínez. Los hermanos Tafoya Martínez, todos nacidos en Pescadores, varias veces tuvieron que usar bolsas en los zapatos para caminar a la parada del camión; el lodo provocado por la lluvia complicaba los 800 metros que se caminaban todos los días de ida y regreso. Aun así, los cuatro estudiaron una licenciatura: Daniel y Sara son físicos-matemáticos, Lupita es artista visual y el más pequeño, David, es antropólogo y fotógrafo.
Don José cursó hasta la secundaria y la señora Susana estudió la primaria y la secundaria cuando sus hijos ya estaban grandes. Pero esto no fue impedimento para ofrecerles mejores oportunidades a sus hijos, fuera del campo.
“Nosotros les dimos las alas suficientes para decirles que ‘el campo no es para toda la familia’, el terreno que tenemos es de manera ejidal, pero no es para todos, el campo cada vez se va reduciendo, no superficialmente, sino que se está reduciendo en el sentido de que cada vez es más fácil trabajar el campo y cada vez una persona abarca más terreno, a su vez la producción se está abaratando más, precisamente porque todo está mecanizado”, explicó José.
Susana y José son los únicos en Pescadores que tienen hijos viviendo en el extranjero sin ser “mojados”. En su familia, ningún hijo se estableció en las tierras paternas, como acostumbran en la comunidad. Los cuatro se independizaron y viven lejos de sus raíces. Uno se especializó en Harvard, otra, en Berkly y los dos restantes han recorrido el mundo especializándose en sus ramas.
Sus papás, además de permanecer en contacto frecuente gracias a los celulares y las distintas redes sociales, también colocaron relojes en la cocina para conocer los horarios distintos en los que viven sus cuatro hijos: “para no molestarlos mientras duermen”, apuntó Susana.
Cómplices de por vida
El estilo de vida les ha permitido a Susana y José viajar por el mundo; ya sea para visitar a sus hijos y nietos, o solos, como pareja.
A sus más de 60 años, don José lee sus notificaciones en su reloj inteligente y Susana checa constantemente sus redes sociales. Solo ellos dos se acompañan a diario, también son cómplices cuando de desatascar el tractor se trata.
Nunca imaginaron que sus nietos tendrían nacionalidades diferentes, pero eso no es impedimento para que su casa sea el lugar favorito de los niños en México, quienes con mucho amor los llaman Ooki abue (abuelo grande en japonés) y Chichai abue (abuela chiquita en japonés).
En la familia Tafoya Martínez las nacionalidades son variadas: hay americanos, suecos, japoneses y mexicanos. La comunicación no es problema, tampoco la distancia.
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Susana y José trabajaron mucho para lograr que sus hijos llegaran más allá del común denominador que se vive en Pescadores. Las lágrimas de soltarlos siendo apenas adolescentes dieron sus frutos.
Aún no tienen claro cuál fue la diferencia entre su familia y las del alrededor, pero en ese pequeño poblado, donde solo hay dos camino: el del campo y la delincuencia, los Tafoya Martínez surcaron una tercera ruta con rumbo a la educación de alta calidad.
Apoyarlos en cualquiera que fuera su decisión, independizarlos y darles la seguridad que en casa todo estaba bien, son las palabras que Susana y José practicaron en su vida diaria para que sus hijos tuvieran un mejor un futuro.
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