Viernes, 10 Enero, 2025

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De carpa

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Alguna vez escuché a Germán Dehesa decir que a las abuelas les gustaba decir: “te comportas como cómico de carpa” cuando algún comentario se pasaba de sazón, y es que hubo un tiempo en que el entretenimiento iba de pueblo en pueblo montando escenarios bajo toldos improvisados. Son muy pocos los que lo recuerdan. Los actores de aquellos tiempos eran personajes tan versátiles que lo mismo hacían de imitadores, comediantes, representaban óperas, zarzuelas, dramas, contaban chistes, hacían sátira política y divertían a la gente. Con Carmen Salinas se extingue una vela que fue apagada en el siglo XX, un estilo de cómicos del pueblo que pasaron por la radio y la televisión para brincar a la política. Así es en México y es preciso rendirle honor a quienes vivieron y preservaron costumbres que ya no se siguen.

La carpa no era únicamente un espacio sino que comprendía un género del teatro popular que tuvo su auge en México entre los años de 1930 y 1950. La carpa fue madre de hijos tan prodigiosos como Resortes, Palillo, Tin Tan y el mismísimo Cantinflas. De esta maternal práctica, nacieron las divas de la talla de María Conesa, La Pingüica, Amparo Guillot, La Guayaba y La Tosada.

Ser cómico de carpa era pertenecer a un grupo que hacía reír y llorar —a veces de risa—a base de picardías y lenguaje pedestre. El lugar en el que se representaban funciones no era el espacio refinado del teatro, ahí entraban todos los niveles jerárquicos en la pirámide social. La carpa desdeñó los formatos de desigualdad y democratizó la diversión. A la carpa iban todos: las damas copetudas, los dones poderosos, las amas de casa, los trabajadores, los jefes, los empleados, los uniformados y los de calzón de manta.

Ante los ojos ilusionados del pueblo, se levantaban los pilotes que sostendrían las lonas, se montaba el templete, se organizaban las sillas; los merolicos y gritones anunciaban la llegada de la compañía. Las funciones empezaban al pardear la tarde y terminaban avanzada la noche. El formato era flexible, el público mandaba: si la concurrencia lo aceptaba, se aumentaba el tono pícaro y si no, se recataba. No faltarían los personajes como los que aparecen en las figuras de la lotería: el borracho, el indio, el catrín, la dama y otros como las bailarinas, los vagos, las de la vida galante. Las sátiras variaban la forma de narrar la misma anécdota: el borracho que vacila al catrín, la prostituta que se convierte en Cenicienta y en el fondo, una necesidad de revancha y justicia social que se representaba entre lágrimas y risas.

Carmen Salinas pertenece a la generación tardía de cómicos de carpa. De hecho, no creo que le haya tocado trabajar en una, debutó en teatro aficionado y espacios de principiantes en los que imitaba a personajes como María Félix y a Lola Beltrán, en 1964 se estrenó en televisión y en 1970 ya era actriz de cine. Participó en muchos filmes de ficheras. Recuperó un ambiente de timbales y baile de salón con la obra Aventurera

“Quien no conoce Los Ángeles, no conoce México” es el lema que atilda al Salón Los Ángeles, el notorio recinto de baile ubicado en la calle Lerdo, de la colonia Guerrero, en la Ciudad de México que representa una gran tradición cultural: el ambiente de fiestas, festivales de cine, grabaciones de películas, aniversarios, conciertos, programas de televisión, cenas especiales y obras de teatro. En su pista bailaron Beny Moré, Frida Kahlo, Cantinflas, Carlos Monsiváis y Gustavo Dudamel. Salinas recuperó el ambiente de las rumberías que en sus años hizo famoso Ninón Sevilla y que rescataron tantas actrices aventureras como Edith González o Itatí Cantoral.

Esa es a la Carmen Salinas que hay que honrar, a la mujer de carpa que le sacó tantas risas al público mexicano. Ni su trayectoria política ni sus comentarios controversiales ni sus supuestas comidas con reos prisioneros en recintos de alta seguridad son del calado de su legado artístico. No hay que pedirle peras al olmo, ella fue una persona del espectáculo y de un género muy específico en el mundo del entretenimiento. Carmelita, como le decía su público, era una cómica de carpa y con ella se apaga un legado del México de otros tiempos.

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