La ansiedad de un subsecretario
Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio se está indefenso.
Sigmund Freud
Hugo López Gatell anda nervioso y se le nota. No le faltan razones para sentirse así. Perdió una oportunidad de oro para alzarse con el triunfo y lo dilapidó de la peor manera. Pudo haber sido el bastión de sobriedad de la 4T y se resbaló. Le faltó elegancia, mesura y freno. Renunció a la objetividad científica que le da ser un médico epidemiólogo, un investigador y un subsecretario de estado, dejó a un lado la seriedad, echó por el chorro su prestigio, se enredó la bandera nacional y se aventó del quicio de la banqueta. Vamos, se subió a un banquito y se mareó. Las razones de su desarmonía son claras.
No cabe duda de que los vapores del poder intoxican. No se equivoca el poeta italiano Arturo Graf al sostener que “Un hombre fácil para la adulación es un hombre indefenso”. Y, es que los embelecos, reza el dicho popular, son una moneda que empobrece a quien la recibe. Tristemente, el espectáculo de un lame-botas es lamentable y es peor el que da quien se lo cree. Además, la fórmula con estos personajes es siempre la misma, se dejan apapachar y andan limpiándole los zapatos a sus superiores.
Parece que estamos en el teatro, viendo una obra bufa de Moliere. Lo malo es que no hay de que reírse, el espectáculo no es gracioso —por más que el subsecretario se quiera hacer el chistosito—, es de alarmarse. Ver a un servidor de la nación, a un funcionario del Estado Mexicano exhibirse en una forma tan insensible, con tanta falta de educación, con un desparpajo que lo lleva a decir mentiras sin sonrojarse es terrible. Más que una comedia, estamos hablando de una tragedia. Su participación en el programa El Chamuco fue deplorable.
Resulta inconcebible que el subsecretario de Salud, encargado de coordinar el combate a la pandemia, ostentara tan poca calidad humana, que hiciera una puesta en escena impúdica de falta de empatía y se le viera tan ajeno al dolor de quienes están padeciendo la escasez de medicamentos oncológicos. ¿En qué momento extravió el camino? Se creyó cómico, que alguien le recuerde que no lo es.
Dicen los que lo conocieron antes de ser víctima del canto de las sirenas, que Hugo López Gatell era un médico prestigioso y una persona que tenía buenas intenciones y un hombre inteligente; es más, entre sus colegas hubo calma cuando se enteraron de que él sería el encargado de la crisis del Covid-19. Su trayectoria le daba el aval para ponerse un paso adelante de su propio jefe, el Secretario de Salud para tomar el timón. Y lo hizo.
De inmediato empezaron las lisonjas. Los fanáticos de la 4T aplaudieron lo que los científicos cuestionaron. En redes sociales, hubo manifestaciones mercenarias. No perdonaron una sola arista, hubo quienes hasta lo vieron guapo. Falló la cordura. En vez de que el Dr. López Gatell se pusiera serio, empezó a sonreír, dejó ver que le gustaban las lisonjas, en vez de fiarse de sus resultados y confiar en la objetividad, se regodeó con las aclamaciones y le pasó algo similar al protagonista del cuento de Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”: se rodeó de aduladores y nadie se atrevió a decirle que estaba extraviando el camino.
El problema de López Gatell es que va en caída libre, como gorda en tobogán y parece que no se ha dado cuenta. No hay remedio. La aclaración que intentó hacer no convence. La imagen que quedará es la que desembuchó cientos de memes en las redes sociales. Encima, el funcionario acusa a las víctimas de su incompetencia de conspirar para dar un golpe de Estado al gobierno. Anda perdido en la inmensidad de su ego. Se ha permitido llegar a extremos inauditos, ha traspasado fronteras que lo tienen en las puertas del infierno. Porque, hay niños que padecen una enfermedad terminal, que pueden sanar y morirán por no tener el medicamento. Me imagino que eso, además de causarle remordimientos, lo debe traer muy ansioso. No le faltan razones para sentirse así.