Lunes, 13 Enero, 2025

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La figura y el mito

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Hay temas que conforme pasa el tiempo, adquieren las características de un mito. Hay fechas que se evaporan en el recuerdo y se pierden en la memoria. En cambio hay otras que se adhieren con tanta fuerza que sabemos en dónde estábamos, qué hicimos y más aún, cómo nos sentíamos. Con certeza y sin que me quede duda alguna, sé muy bien que hace veintiocho años me desperté con un nudo en la garganta y con una necesidad de enterarme y de entender lo que había sucedido. Y conforme pasan los años, las explicaciones se vuelven más difusas, la información parece estar más manipulada y todo abona a generar un mito que a clarificar lo que en verdad pasó.

El 23 de marzo de 1994 lo recuerdo con una claridad asombrosa. Aquella tarde, nos estábamos cambiando de oficina a un edificio nuevo. Acababa de bajar las cajas con mis cosas y las estaba acomodando en el despacho que me habían asignado. Los celulares de aquel tiempo eran unos tabiques grandototes y por supuesto, no existía el WhatsApp. Sonó el teléfono. Era mi papá. Prende la tele, pasó algo gordo en Lomas Taurinas. Tuve que desempacar el aparato y conectarlo en la sala de juntas y pasé horas y horas atontada, mirando la pantalla. La información era caótica, nos enteramos que le habían disparado al candidato del PRI a la Presidencia de México. Recé hasta que Liévano Sáenz dio la noticia de que Luis Donaldo Colosio había muerto. Entonces, caí en la cuenta de que llevaba horas escuchando básicamente lo mismo y viendo las imágenes que llegaban desde Tijuana. Estaba sola en ese edificio y salí corriendo a mi casa con un nudo en la garganta.

  Así como sucedió conmigo, pasó con muchas personas. La respiración y el país se pararon. Algo se rompió y la historia de México vio como mataban a un candidato, casi presidente —en ese tiempo lo más probable era que el postulante del PRI llegara a la silla presidencial— que había tenido una campaña complicada en la que había enfrentado rebeldía de sus compañeros de partido. Todos se sentían más aptos que el elegido por el mandatario. Los electores nos sorprendíamos al ver como Diego Fernández de Ceballos y Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano encendían el interés mientras el Presidente Carlos Salinas de Gortari aplacaba a sus huestes pidiéndoles que no se hicieran bolas: el candidato era Colosio.

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  Hace veinticinco años dormí mal y desperté encendiendo el televisor. Recuerdo con mucha claridad que lo primero que vi fue la imagen del féretro de quien pudo haber sido el Presidente de México flanqueado por Diana Laura viuda de Colosio, una mujer menuda, delgada, a la que los granos del reloj de arena se le estaban acabando, de la mano de un pequeñito —su bebita no aparecía a cuadro— junto a un Carlos Salinas de Gortari lívido con la cara de cera que contrastaba con el traje y la corbata tan negros.

  De la estridencia de las imágenes de Lomas Taurinas en las que se escuchaba el tronido de la música que a un volumen extrañamente alto advertía: ¡Ay, caray! Cuidado con la culebra que muerde los pies, pasamos al silencio luctuoso y a conocer el nombre de Mario Aburto, uno al que le seguimos viendo muchas diferencias. El rostro que nos mostraron en Tijuana se veía muy distinto del que nos enseñaron en el penal de Almoloya.

Alrededor de la figura de Colosio ha habido de todo: suspicacia, oportunismo, luces, sombras, verdades, mentiras y muchas dudas. Aquella mañana de hace veinticinco, todos eran sus amigos, todos estaban de su lado, todo mundo lo quería, todos lo escuchaban y sabemos claramente que eso no era cierto. En aquella contienda electoral, Luis Donaldo se enfrentó a propios y a extraños. Algunos de sus compañeros de partido se la pusieron difícil y no tuvieron pudor para demostrarlo. Debo decir que la oposición tuvo un papel glorioso, tanto Diego Fernández de Ceballos como Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano suspendieron sus campañas y se apartaron del reflector. No sucedió lo mismo con algunos priistas destacados —muchos que hoy militan en partidos con otras siglas— que quisieron aprovechar la coyuntura para llevar agua a su molino.

  En el México de a pie, en corazón de los mexicanos que trabajamos todos los días, en las mentes fuera del círculo rojo, se alojó una tristeza profunda y una confusión que todavía no se nos quita. ¿Qué pasó en Lomas Taurinas? Mataron al candidato presidencial del PRI, eso nos queda claro, pero la versión de que Mario Aburto es el asesino solitario no convence a muchos. Lo que no entendemos es ¿Por qué?

  Tristemente, igual que hace tantos años sigo con la necesidad de enterarme y entender lo que sucedió. Después de tanto tiempo, sigo sin comprender. Todo gira en torno al mito y la figura.

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