Memoria histórica
La censura de la verdad o la decadencia de un imperio
Inicio esta columna con la pregunta ¿Qué es la Verdad? Según el Diccionario de la Real Academia (RAE), Del Latín “veritas” Verdad tiene varios significados:
Es la conformidad delas cosas con el concepto que de ellas forma la mente.
La Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.
La Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna.
El Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
Lo que tiene cualidad de veraz.
No confundir con La Alétheia (del griego, filósofos como Parménides hasta Heidegger, señalan que se refiere a la sinceridad de los hechos y la realidad. Aquello que no está oculto, aquello que es evidente, lo que es verdadero, des-ocultamiento del ser. En contraposición a la doxa (opinión). Un intento por entender la verdad, hacer la evidente. Para los académicos es lo que se prueba por medio de la ciencia-modernidad. Señala Lyotard Jean François, en su texto “El Saber Post Moderno”, que un saber legítimo es un saber. Que el saber esta cosificado, hay modas e intenciones, que el saber puede ser una mercancía que se vende, la universidades, los medios de comunicación, las televisoras, venden especulaciones.
Estamos viviendo en plena época de las fake news -noticias falsas, y la post verdad (post-truh) en el mundo, entendemos que el saber no es objetivo, que es algo subjetivo. La verdad, es la verdad según el auditorio al que uno se dirige; la verdad es la versión más creíble, verosímil. La Pos verdad del inglés post-truth. Según Lee McIntyere como una distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
Los líderes demagogos o populistas se han vuelto maestros de la pos verdad discursiva. Una mentira emotiva, es un neologismo, que describe la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos, tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.
Las elecciones de los Estados Unidos de Norte América, han abierto una gran herida sobre la democracia y la verdad. La evidente censura de los medios televisivos de comunicación, a Donald Trump, al cortar la trasmisión de su conferencia de prensa, donde alegaba fraude al perder con el 47.7 % y 214 votos frente al 50.6% y los 290 votos electorales de su contrincante Joe biden, quien ha sido declarado ganador de las elecciones presidenciales de los E.U. Teniendo aún la investidura de presidente de los Estados Unidos de Norteamérica Trump, daño la imagen de la democracia y la confianza en ese país vecino. En México aún estamos acostumbrados a que la censura la ejerce el gobierno y no las televisoras; pero es una idea que pronto van a querer imitar en las mañaneras.
Han quedado desnudados los vicios de un imperio en decadencia, del que hemos sido objeto del deseo y saqueo, durante mucho tiempo; como paradójico podemos decir, de la censura a Donald Trump, la actuación de los medios de comunicación, hay lo han crucificado como el enemigo público número uno, dispuestos a confiar en ellos mismos, teniendo la verdad por testigo, como arma de convencimiento, para la defensa de sus intereses; si le agregamos los intrincados modos de validar las elecciones de presidente de los Estados unidos, a través de colegios electores; Trump califica la elección de fraudulenta; desconfiando de la oscuridad de los votos emitidos por correo. Luego entonces el poder, desaparece, cuando los medios de comunicación le retiran su apoyo.
De nada le valieron ya sus teorías conspiratorias, que no están colocadas en la epistemología del conocimiento; sin evidencias físicas, la proposición fáctica de fraude, carece de sustento, son solo un conjunto de distintas versiones, muchas veces intercambiables o desechables, como jugadas del lenguaje, según el resultado de la votación y el estado de que se trate a conveniencia, pide se pare o continúe el conteo de los votos.
Nuestros gobernantes deben poner sus barbas a remojar, y entender que sus dichos, no son verdades absolutas, dejarán de ser verdad, cuando el pueblo deje de creerles, o cuando dejen de ser autoridad. Solo nos queda analizar lo que se dice y confrontarlo con lo que se hace; procesar la información que nos brindan, nuestras autoridades ahora solo dicen justificaciones, una gran cadena de justificaciones, que nos muestra la debilidad de sus argumentos. No sirven para mejorar la construcción social, los ciudadanos estamos sobreviviendo las post verdades de nuestras autoridades, que buscan manipular los hechos que ya forman parte de la realidad, y pretenden influir o amoldar en los hechos futuros como pre verdad.
El uso excesivo de los medios de comunicación por parte de los gobernantes, como un recurso fácil y dócil, que tienen a su alcance para la manipulación y control masivo, informando o desinformando; lo que quiere que sepamos. Ante una sociedad que demanda una mejor calidad de vida. La realidad es lo que se dice de ella, el saber informado, nos revela el “si” de la cosa. No su numen, o substancia. Es el saber concebido como el pecado original, cuando Adán come del fruto del árbol de la sabiduría. Así en la edad media se ubicaron dos líneas; el saber revelado por la iglesia. Para algunos la legitimación está en la autoridad (pero ni si quiera, quien dice la verdad está comprometido con ella). El saber es algo revelado, constituye formas de legitimación del saber, las ciencias han evolucionado, con la culminación teórica. La revolución francesa fue el rompimiento de paradigmas, no solo de dogmas religiosos, también las ideas oscurantistas, quien detenta el poder; con las formas tradicionales del saber. A través de la enciclopedia, se fortaleció la idea que el saber, es un proceso empírico. Y aquí es donde está colocada la modernidad, legitima su saber por medio de la repetición, la legitimación deja de ser, porque Dios así lo dijo. En el Siglo XVIII el saber está colocado en el objeto, intervenir el objeto y repetir el experimento.
La legitimación del saber es, “esto es verdad porque, deriva de un protocolo científico que lo demuestra y corrobora . La postmodernidad no se legitima porque se me da la gana, aquí se prueba que el saber es independiente de cualquier autoridad. El concepto de verdad, en la postmodernidad, la ciencia está trabajando de otra manera. Las teorías científicas hacen una historia y las más creíbles las reconocemos como verdad. Según el principio de parsimonia que surgió en el siglo XVI con el filósofo escolástico y franciscano Guillermo de Ockham, conocido como La navaja de Okcam, porque con el afeito como navaja las teorías de las barbas de Platón, ante la notable simplicidad ontológica en contraposición de la filosofía platónica. Que establece que en igualdad de condiciones la explicación, más sencilla, simple suficiente, suele ser la más probable, mas no necesariamente la verdadera.
La falacia resulta ser una gran mentira, porque trata de construir una verdad paralela ante cualquier hecho, que perjudica la imagen del gobierno; quien nos ofrece un relato alternativo aderezado de verdades a medias y creencias ideológicas. Aunque nos damos cuenta que el uso de datos, puede ser muy subjetivo, ya que proviene de las intencionalidades ideológicas y políticas. Así emerge la propaganda, el proselitismo, los panfletos, la infodemia, las fake news, la post-verdad. Y ahora lo que se conoce como Pre- verdad.
Donde están los “SERVIDORES PUBLICOS”.
Solo vemos ejecutivos protegidos por guardaespaldas, que tienen por Dios al dinero, despreciando a los ciudadanos, como si fueran esclavos, que solo deben pagar impuestos, sin derecho a pensar o disentir. Ese es el verdadero “origen del mal” y de la corrupción que nos agobia.
Hemos alcanzado una alto desarrollo económico, tecnológico, y de industrialización; pero también el nivel más bajo en la aplicación de los valores axiológicos del hombre en relación con su vida en sociedad. Se han abandonado los mínimos éticos y los códigos morales, que han mantenido a la humanidad, como son los fines más nobles, altruistas y elevados ideales; tan solo los mueve la avaricia, el egoísmo, la brutalidad y falta de fe, generando un estado caótico que padecemos. Los vemos cabalgar de nuevo, como en la revolución francesa, cual jinetes del apocalipsis, a líderes faltos de la sensibilidad y solidaridad para con los ciudadanos.