Jueves, 13 Marzo, 2025

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Muchos pendientes

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Muchos pendientes

Uno de los grandes defectos que tienen los malos estrategas es no medir las fuerzas que se necesitan para cumplir los objetivos y llegar a la meta. Sucede cuando planeamos un viaje y no calculamos bien el combustible que se necesita para llegar al destino. Claro, la consecuencia es que te quedas a la mitad del camino, gastaste lo que se requería para llegar al lugar deseado, pero no se alcanza la meta. Pasa cuando hay una persona que quiere construir una casa y por no prever bien, se lazan las bardas y quedan los castillos desnudos: esa construcción queda inhabitable, la inversión en materiales se hizo, pero da igual porque se va a echar a perder. Pasa cuando se plantea un proyecto político tan ambicioso y el tiempo no alcanza para poderlo llevar a cabo.

El problema de no medir bien los recursos que se necesitan para llevar a cabo una tarea es de amplio espectro: no es nada más lo que no se llegó a hacer sino todo aquello que se desperdició y terminará inservible; todo lo que se canceló y ya no podrá retomarse; todo lo que se destruyó en aras de cumplir con un plan que sería inalcanzable. Así, al proyecto de la 4T le está faltando tiempo y no es por culpa de nadie más que de quien planeó mal el aprovechamiento del sexenio. No es responsabilidad del pasado —esas variables debieron haber entrado en el plan de acción y no se tomaron en cuenta—, ni de extraños enemigos, ni de adversarios malintencionados.

Entre los muchos pendientes que trae el proyecto de la 4T destaca la imposibilidad de seguir apelando a la paciencia del electorado. Se inflamó la esperanza de muchas personas que se han sentido abandonadas —con o sin razón—, que se engancharon en los proyectos y creyeron que un cambio de rumbo era lo que el país necesitaba. Puede ser que, al momento de votar por la propuesta de Morena, hayan creído que el capitán sabría llevar el timón del barco y que habría anticipado las eventualidades y ahora se enteran de que ya no pueden esperar más, porque el minutero avanza y la fecha de término del sexenio se acerca inexorablemente.

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El problema es que los plazos llegan y los proyectos que se cancelaron —personales, empresariales, sociales y de Estado— ya se esfumaron. Se trata del concepto de costo de oportunidad: si tienes dos opciones y eliges una, la otra se pierde. Funciona como quien va caminando por una ruta y de pronto se enfrenta con una bifurcación. Si toma una ruta, la otra desaparece. No se podrán desandar los pasos para que después de arrepentirnos de la elección, tomemos la otra. Esa alternativa ya no existe.

Como Medusa, los pendientes de la 4T tienen muchas ramificaciones y han de entenderse como la destrucción de los huecos tan hondos que subsisten en el entramado público y, en especial en las arenas de la política formal y constituida. El presidente de la República ve como los problemas sin solución se le multiplican y se convierten en hoyos que hacen agua por todas partes.

Es como si el capitán del barco no entendiera los efectos de que su embarcación haga agua y para salvarla tratara de mirar al horizonte, ahí en el lugar mítico en el que fijó la meta a la que no llegará y sus grumetes en vez de tapar los agujeros, se dediquen a hacer chistes, a salir con ocurrencias, a darle la vuelta al asunto o a tragarse sus opiniones expertas, no vaya a ser que el señor se enoje.

No queremos que se nos hunda el barco, queremos que llegue a donde a su destino, pero dadas las respuestas, no se ve cómo. Habría que dar un golpe de timón que retome el rumbo y abandone las ocurrencias. También presupone erradicar el cinismo: instaurar el imperio de la ley así como concurrir a la construcción de una ética pública diferente.

La idea era buena y las intenciones parecían loables. ¿Cómo no?Lo malo es que ya no hay tiempo. La enorme tarea de renovar al Estado implicaba una gran responsabilidad de todos los actores sociales, políticos, académicos, empresariales, estudiantiles debimos hacer en equipo. Pero, nos separaron. Ahora, la integración tomará tiempo y habrá cicatrices. El pendiente del gobierno es que no lo logrará, no por falta de ganas, sino por falta de tiempo. Y, encima, ya nos costó mucho. No midieron bien sus recursos.

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