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Redacción III

Opinión

Enrique R. Soriano Valencia - Chispitas del lenguaje

En semanas anteriores emprendí la tarea de tratar sobre la redacción y los beneficios para quien la practica. Abordé ya cómo favorece la organización mental y la riqueza de vocabulario. Corresponde hoy a las tres características breve, directo y preciso. Estas particularidades de la redacción moderna implican: la economía de exposición, centrarse en el aspecto y la impecabilidad tanto en la puntuación como en la ortografía.

El libro bíblico Eclesiastés (10:14) dice: «El tonto habla muchas palabras» (una de las múltiples interpretaciones del texto original). Y en el Quijote se lee: «Sé breve en tus razonamientos, Sancho, que ninguno hay gustoso si es largo». Breve y directo se conjugan aquí. La brevedad llama a no usar más palabras de las necesarias. Y lo directo exige no andar por las ramas, lo importante es abordar de inmediato el tema, sin rodeos.

Entre menos palabras, mejor. De ahí que los desdoblamientos en vocativos por sexo ‒mexicanos y mexicanas; chiquillos y chiquillas‒ sea desaconsejado. Considérese los miles de subgrupos en los que podría subdividirse una audiencia nutrida (altos y bajos, morenos y rubios, narizones y chatos, etc.). ¿Tiene, por tanto, lógica hacer distingos para nombrar a cada clasificación? Por supuesto es innecesario. Pero como la clasificación sexual es la de mayor inquietud, la solución están en las palabras genéricas que comprendan ese y otros aspectos: estimada audiencia, querido aforo, asistentes a esta reunión, etc.

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Breve y directo obliga al redactor a ser muy concreto. En el aspecto sintáctico, ello se logra con el uso regular de oraciones simples. Es decir, a no recurrir a oraciones compuestas por varios enunciados que contengan varios sujetos y predicados. Entre más simple se enuncie una idea, mejor. De ahí que la sentencia reina sea la oración simple.

La concreción, entonces, lleva a habituarse a la capacidad de síntesis. Y esta, a su vez, implica encontrar las ideas medulares para centrarse sobre ellas mediante datos que la apoyan o sustentan. Eso es un párrafo: una sola idea vestida, sustentada o fundamentada en datos. Sintácticamente es una oración principal y oraciones de apoyo.

Pero la forma es el fondo. Una misma idea (oración traducida a la gramática) hay muchas formas de enunciarla. Seleccionar la óptima implica un trabajo de valoración. Eso ayuda no solo a comprender mejor el tema (como ya lo traté la semana pasada), sino también a los interlocutores.

Los elementos en un enunciado tienen una relación lógica más allá del orden en que se estudia académicamente. En la escuela enseñan que un enunciado se construye con sujeto y predicado (y este último se integra por verbo y complemento). Pero quedarse con esa visión esquemática es demasiado asfixiante. La vida cotidiana está matizada por una mayor variedad de formas de organizar los enunciados. Se juega con el orden de los elementos de forma natural: a eso se le llama sintaxis. La forma en que se relacionan los vocablos (el orden enunciado) refleja una intención. De ahí que redactar lleve a sopesar no solo el tema, sino también al receptor y eso permita lograr un mejor texto.

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