Reflexión ciudadana
¿Hacia una libertad sin límites?
El ejercicio sin límites de la libertad personal conduce necesariamente a la vigencia de la Ley del más fuerte. Combatirla ha sido un episodio sin fin en la lucha de la humanidad por darse, en la vigencia de las leyes, la posibilidad de vivir con la convicción de que sea la justicia, el valor que garantice la existencia digna.
Algunas afirmaciones afortunadas sostienen que la libertad sólo podrá darse en el seno de una sociedad que la ejerza con responsabilidad; donde la población entienda que las múltiples exigencias de la libertad del individuo deben objetivarse, tomando en cuenta que frente a cada uno, existe otro de la misma especie con la misma necesidad de realizarse.
La posibilidad de ampliar el ejercicio de las libertades está íntimamente vinculada al desarrollo de los individuos que interactúan en el seno de la sociedad, con el fin de realizarse, actualizando las potencialidades que con diversos matices posee cada individuo.
La sociedad no mantiene con el mismo celo la posibilidad de ejercer su libertad y, frecuentemente, la cambia por la comodidad o por bienes materiales; cegando la posibilidad de que el grupo humano evolucione a partir de las condiciones valorales que ha alcanzado. La diversidad humana trae consigo personas con mayor capacidad para imponer su voluntad y, las leyes, generalmente van a la zaga de la protección que de ellas, requiere la libertad considerada como un bien social.
Los criterios de quienes están a cargo de la aplicación y evolución de las leyes, no siempre aciertan o poseen una capacidad menor de la requerida para hacerse cargo de las instituciones. Lo peor ocurre cuando la idea de justicia es marginada por ignorancia, conveniencia de los más fuertes o a causa de la corrupción de la conducta de sus élites; pues en tal caso, el gobierno deja de cumplir la elevada misión que se le encomendó y provoca con su falta, la anarquía, desde cuyo imperio es muy difícil volver a la ‘normalidad’.
Quienes tienen obligación capital de ejercer la libertad con responsabilidad, son quienes encabezan las instituciones, comenzando por: la familia, la escuela, la empresa y la clase política. Lamentablemente, con frecuencia quienes forman las cúpulas de las instituciones consideran el ejercicio de su función como un privilegio e incorporan sus decisiones al beneficio de su patrimonio.
El ejercicio de la libertad exige responsabilidad. Una de las aberraciones en que ha caído la sociedad contemporánea, es afirmar que la libertad para expresarnos está por encima de la dignidad humana. Ésta ‘máxima’ ha puesto fuera de quicio a determinados sectores de la sociedad, quienes se consideran dueños de la honra de la gente; han violentado las instituciones y relegado la elevada función del Estado.
Para algunos juristas y pedagogos, ha llegado el momento de elevar un análisis serio, para elucidar, hasta qué grado, hemos entronizado el poder de la fuerza, sobre la importancia de los valores supremos.