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Tiempo de graduaciones

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Se supone que las fiestas de graduación son celebraciones por un logro académico. Se traspasa un umbral de formación que ayuda al individuo a ser una mejor persona. Usar toga y birrete es un orgullo que no muchos pueden experimentar. La toga es una prenda que comenzó a ser utilizada por primera vez en la Roma republicana como símbolo de rango entre los ciudadanos de la República. La Toga romana era una prenda semicircular, voluminosa y elegante, que originalmente se utilizaba como prenda diaria de uso común y que para usarse en las sesiones del Senado o en ceremonias solemnes.

La Toga como prenda universitaria, comenzó a ser utilizada en el siglo XI, cuando la Universidad de Toulouse en Francia, la adoptó como atuendo para distinguir al Rector y a sus consejeros; en la Universidad de París, fundada en 1231, se instituyó y reglamentó por primera vez, como una prenda para resaltar a quienes la institución los había distinguido con reconocimientos, grados y dignidades propias de su trayectoria académica. De esta forma y a partir de ese momento, fue adoptada como símbolo de dignidad en diversas universidades del mundo.

El birrete es el signo de los eruditos, por años fue reservado únicamente para quienes tenían el grado de doctor. Un erudito es quien demuestra tener conocimientos sólidos en una o varias disciplinas. Es decir, es gente que pertenece a un grupo selecto que se distingue por su saber. Es decir, son sabios. Un sabio es prudente, es juicioso. Por eso, ver lo que está sucediendo en la academia hoy en día parte el alma.

Más allá de los acontecimientos diversos ocasionados por la pandemia y las pérdidas que hemos experimentado —eso es lo lamentable—está el reflejo de aquello en lo que nos estamos convirtiendo. De repente, sin mucha planeación y sin mucha reflexión, maestros y alumnos tuvimos que abandonar las aulas para recluirnos en casa y así hemos estado por más de un año. Las escuelas y universidades se convirtieron en espacios vacíos, muchas de ellas fueron vandalizadas. Se robaron hasta los pizarrones, las rayaron con grafitti y algunas quedaron inservibles.

Y si el aspecto material de la educación, es decir, la infraestructura, los equipos, las instalaciones quedaron así, el aspecto educativo anda por los mismos rumbos. La educación a distancia perdió calidad y los chicos a todos los niveles de enseñanza estuvieron lejos de adquirir las competencias necesarias para desempeñarse con eficiencia en las áreas de los cursos que aprobaron. Las calificaciones dirán una cosa y la realidad mostrará otra. El decremento que se dio en la excelencia educativa es de amplio espectro: afectó a escuelas públicas y privadas.

Los esfuerzos de los estudiantes por seguir las clases por televisión son muy grandes y por más esfuerzo que haga el maestro que está en pantalla, la clase se vuelve aburrida, los alumnos se distraen, si no entienden, es difícil que se les aclaren las dudas. Es una pena. Las clases por internet van por el mismo rumbo. Los asistentes a clase se conectan, pero no encienden las cámaras. El profesor se enfrenta a una cuadrícula con nombres que no le dicen nada, pocos dejan que su maestro conozca su rostro y en muchas ocasiones parece que están dando clase a un tostador o a un microondas. No son pocos los que asisten a clase en pijama, sin bañar, entre las cobijas. ¿Cómo no reconocer que hemos perdido mucho también a nivel educativo?

No fueron pocos los que abandonaron sus estudios. Volver se ve complicado. Tendremos que enfrentar una serie de protocolos de sanitización, santa distancia, artilugios de protección como cubrebocas, caretas, desinfectantes, gel antibacterial, clases híbridas—cualquier cosa que eso signifique— y la posibilidad de un rebrote ya que no toda la comunidad estudiantil está vacunada, el sector de jóvenes todavía no ha sido atendido por el programa de vacunación.

Y, a pesar de todo, llega el tiempo de graduaciones.  La toga y el birrete se lleva con orgullo por aquellos que son los sabios de la sociedad, por los que se esforzaron y cubrieron sus materias, pasaron sus exámenes y decidieron seguir adelante a pesar de los pesares. Sería una ingratitud no felicitar a estudiantes, profesores, gente de apoyo, autoridades por el esfuerzo hecho. Se graduaron, millones de felicidades. Lo merecen. Más allá de lo que hemos vivido, está el reflejo de aquello en lo que nos hemos convertido. Muchos se convirtieron en gente de estudios: de toga y de birrete; de graduados.

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