Trata y explotación infantil
De acuerdo con el Informe Anual de Actividades de la Comisión de Derechos de la Niñez y de la Adolescencia que se llevó a cabo en el 2020, México ocupa el segundo lugar en turismo sexual infantil La explotación y trata de menores es una herida que supura y está muy infectada en nuestra sociedad. Debiéramos hacer algo para sanarla. Parece que nos da igual. Es como si alguien viera como un miembro se va pudriendo hasta perderlo en la indolencia total.
El dato es escalofriante y debiera conmovernos hasta la médula, pero parece que lejos de estremecernos, cada día nos acostumbramos más a ver esta realidad abrasiva. Ya no nos sorprendemos al ver a pequeños estirando la mano para pedir limosna, mientras cargan un bebé entre los brazos, ni de enterarnos que hay niños sometidos a situación de esclavitud y maltrato.
Stephen King, el gran maestro de las novelas de terror, dice que cuando algo está fuera del lugar en el que debiera estar, los pelos se nos ponen de punta. Es decir, si imaginamos una carriola, la reacción es distinta a si les digo que esa carriola va avanzando sola por la noche en la calle de algún panteón entre las tumbas. Cualquier elemento fuera de contexto, da miedo. ¿Entonces, por qué no nos pone la piel de gallina ver a niñitas arrullando a pequeñitos mientras hacen malabares en la calle o a criaturas de unos cuantos años jugando con un carrito fuera de hoteles a altas horas de la noche?
Pocos temas le debieran doler tanto a una sociedad como el descuido infantil. Decía Jacinto de Benavente con mucha razón: “En cada niño nace la humanidad” y entonces nos explicamos cómo si le estamos dando tan mal alumbramiento, pretendemos recoger buenos frutos. El tejido social se rompe cuando abunda el trabajo infantil, trata y explotación sexual y cuando le quitamos a los niños la oportunidad de jugar, de crecer sanos y los maltratamos. El trabajo infantil lastima a los pequeños porque nos enfrenta a las injusticias más grandes que pueden vivir las personas desde sus primeros años de vida.
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Los niños no deben estar trabajando. Y, no hay excusas. Mucho menos debieran estar siendo lastimados. La realidad, cruda como es, está ahí, frente a nuestros ojos, y todos los días los medios de comunicación dan cuenta de lo grave y grande que es este problema. Hablamos y hablamos para luego acostumbrarnos. Es lamentable que nuestros niñas, niños y adolescentes continúen siendo explotados sexual y laboralmente por personas adultas o redes de trata que los obligan a dar servicios sexuales, generar contenido pornográfico o prostituirse. Los adultos debiéramos proporcionarles seguridad, protección y no abuso.
Es triste y escandaloso caer en la cuenta de que los niños y adolescentes hombres que son víctimas de trata son destinados a trabajos forzosos, mientras que las niñas y adolescentes mujeres a explotación sexual. En el estado de Guanajuato, hay denuncias de que menores de edad son ofrecidos por sus padres y tutores a transportistas para convertirlos en víctimas de redes del crimen organizado. Entonces, estos chiquitos que debieran recibir cuidados de sus padres son los ofrecidos a las manos del maltrato. Hay bandas que se dedican a ofrecer menores a extranjeros que visitan o viven en municipios del estado.
Según el Global Slavery Index, el número de niños que viven esclavitud moderna va en aumento. En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendamos un nuevo camino con el que mejorar la vida de todos, sin dejar a nadie atrás. Lo atroz de esta realidad es que somos los mexicanos los que estamos esclavizando a nuestros propios paisanos y peor aún, son los familiares de los niños los que les están anulando la infancia y los están poniendo en un estado de explotación y maltrato.
No se trata de escandalizar, se trata de sensibilizar. La trata y la explotación infantil es abominable. Está sucediendo enfrente de nuestras narices, en nuestros pueblos y en nuestras calles. Hay que ponerle un punto final a esta execración.