Lunes, 14 Abril, 2025

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Violencia

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Violencia

La escena es real: en un salón de clases un estudiante eleva el dedo medio y empieza a hacer señas sobre el hombro de una de sus compañeras mientras están en clase. Las risitas por lo bajo se empiezan a escuchar. La profesora interrumpe la clase, detiene la exposición que está dando y amonesta al agresor. Para su sorpresa, la chica cae en la cuenta de lo sucedido, se muere de risa y le pide a la catedrática que no se preocupe, que así se llevan. Claro que es preocupante. Justo en esa forma empiezan las espirales de falta de respeto y violencia.

La violencia es una semilla que germina rápido. Empieza por actos pequeñitos que parecen intrascendentes y que impactan en lo particular y en lo general cuyos efectos son de largo aliento. La violencia forma de interacción entre individuos o grupos, son acciones que se perpetran en la naturaleza, por medio de la cual un animal en lo individual o en forma colectiva, y de manera intencional causa daño o impone una situación a otro u otros entes. Entre los seres humanos, se trata de un acto de voluntad y consciencia. Es intencional. No es algo inocente. La violencia se ejerce a partir de acciones y lenguajes, pero también de silencios e inacciones. Dice el dicho popular que tanto peca el que mata a la vaca como el que le jala la pata.

La violencia no es un camino glorioso ni debiera ser una forma de socialización. De hecho, es la última alternativa que debiera tomarse ya que no se privilegia la uso razón, por eso es valorada negativamente por la ética, la moral y el derecho, aún en casos en los que pueda considerarse legítima. La violencia puede ser de carácter ofensivo o defensivo, no es lo mismo levantar la mano para golpear que para responder a un golpe, no es igual iniciar una agresión que defenderse.

Los grados de violencia van desde lo físico que es el daño que se ejerce al cuerpo de una persona, un animal o una cosa; la emocional que se da cuando ofenden los sentimientos de alguien y la intelectual cuyo grado de perversidad nos lleva a engañar a un sujeto, a manipularlo, a discriminarlo, a abusarlo, a convertirlo en objeto de burla. También es violento el que se calla, el que es testigo de palo, el que participa de forma pasiva.

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La víctima que recibe amenazas, daño físico y psicológico se siente en un callejón sin salida, tiene miedo y, por lo general, no pide ayuda porque cree que las consecuencias serán peores. Entonces, se aguanta y sigue ahí. Guarda silencio. El daño es multi-gradual, es decir, un golpe deja una marca que es visible: hay un moretón, una herida sangrante, un hueso roto, que eventualmente puede sanar. Asimismo, hay marcas invisibles, que se llevan en el alma y que son más difíciles de curar. Se afecta la estabilidad emocional y psicológica del individuo y hay daños que se provocan sin maltratar el cuerpo físico. Los celos, el control excesivo, los insultos, las humillaciones, la infidelidad, las burlas rompen y destruyen la autoestima. La complicidad, el disimulo, el descuido, la indiferencia es otra forma de violencia.

Normalizar la violencia es lo peor que nos puede suceder como individuos y como sociedad. Es ajustarnos para abajo y resignarnos a una condición inmunda que nunca deberemos tolerar. Jamás sabremos qué tan cerca estamos de una víctima o de convertirnos en una. Disimular, hacernos de la vista gorda, justificar nuestros silencios es ponernos del lado del agresor y promover —con aplausos mudos— su conducta y avalar la impunidad. Para decirlo claro, es convertirnos en cómplices.

La erradicación de la violencia puede ser llevada a cabo bajo la transmisión de información y modelos de vida. Las dependencias gubernamentales, el sector empresarial, los medios de comunicación, los sistemas de educación y todos tenemos un papel de suma importancia para parar y acabar de una vez por todas con este mal que nos erosiona como personas.

La violencia genera más violencia y nadie podemos sentirnos excluidos de este círculo perverso. Hay que levantar la mano. Hay que parar la violencia. Hay que dejarnos de hacer los disimulados. Hay que ponernos del lado de quien en su desesperación, es incapaz de defenderse.

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