A escondidas, desentierran desechos electrónicos en un Área Natural Protegida
Staff Correo / Eliazar Velázquez
Xichú.- Luego de que el 18 de febrero Correo exhibió que el gobierno de Xichú enterró en la bodega Municipal cientos de piezas y desechos electrónicos, entre los que podían distinguirse monitores, teclados, calculadoras e impresoras, violando así normas y protocolos establecidos para que esos residuos, potencialmente contaminantes, tuvieran como destino final una empresa autorizada para su manejo, la autoridad municipal ordenó desenterrarlo todo, en un día no laboral y de modo furtivo.
Presumiblemente, en esa actividad habría estado presente la propia alcaldesa Guadalupe Ramírez Esquivel, así como otros funcionarios de su círculo cercano, como su hermana Leticia, y el esposo de ésta quien en un camión volteo de su propiedad participó en las maniobras. También trascendió la presencia de Enedino Sáenz, oficial mayor y cuñado de la presidenta, quien tiene su oficina en esas mismas instalaciones. Para sacar los aparatos del sitio donde habían sido enterrados fue utilizada una retroexcavadora, al parecer facilitada por un contratista que está realizando una obra en el poblado, la cual fue manejada por un maquinista adscrito a la nómina municipal.
Una investigación de correo permitió corroborar que, efectivamente, en el sitio exacto donde estaban enterrados los aparatos electrónicos se observa removida la tierra, pero también se obtuvieron evidencias de que a pocos metros de ahí, en una camioneta desvencijada ubicada en la parte más alejada del almacén, junto a una pipa y otros vehículos inservibles, se colocaron de modo que no fueran visibles, varias bolsas negras con algunos de los desechos electrónicos, los cuales todavía muestran incluso fragmentos de tierra.
Hasta esta fecha la SMAOT, así como los funcionarios de la Reserva de la Biosfera han guardado silencio sobre este tema.
Xichú: crónica de un (des) entierro
Como ha sido habitual desde hace meses, el último domingo de febrero el jardín y calles del poblado de Xichú amanecieron desolados. Sólo algunos perros husmeaban botes de basura. Lo único que interrumpía el hondo silencio eran las llamadas a la primera misa del día. Si de por sí en alguna corteza del tiempo quedaron sepultados los amaneceres de antaño con multitud de puestos cubiertos con manteados blancos ofreciendo frutos, yerbas, pulque, granos, telas, café, pan, entre la algarabía de mujeres con rebozo y hombres de huaraches y sombrero, en tiempos de pandemia un sentimiento todavía más sepulcral invadió los domingos. Cercanas las ocho, sólo por el rumbo del mercado comenzaban a observarse tímidos movimientos en el puesto del carnicero, y en el de barbacoa que atiende un violinista huapanguero.
En esa soledad matutina los recuerdos dibujaban las siluetas de ‘Chelelo’, Luis Lambar y don Juan ‘El Tamalero’, presencias cotidianas en esa calle que en meses pasados desaparecieron en los oleajes de la muerte ingrata. Se sentía un poco de fresco, aunque ya asomaba el sol que llega del golfo. Un poco más crecida la mañana, cuando ya se oían hasta la plaza desierta los murmullos de la homilía del sacerdote y el pueblo se adentraba en su tiempo circular, sin que la gente se percatara de ello, a escasos dos kilómetros de distancia estaba por suceder otro episodio de una trama que el finado y virtuoso caricaturista Eduardo del Rio ‘Rius’, podría haber incorporado a sus guiones de los Supermachos, aquel cómic protagonizado por ‘don Perpetuo del Rosal’, presidente municipal y cacique de San ‘Garabato de las Tunas’, que atendía con tanta ligereza los asuntos públicos al grado de trasladar su despacho a la cantina.
Y es que muy a tono con esos estereotipos de gobiernos municipales anacrónicos, a principios de 2020, el Ayuntamiento de Xichú se dio a la tarea de destruir gran parte del archivo municipal sin antes seguir los protocolos legales; luego, hacia octubre quemaron parte de esos documentos. Después, pudo saberse que bajo esas cenizas, el mismo año habían enterrado desechos electrónicos sin haber aplicado los procedimientos establecidos para el manejo de residuos contaminantes, que en general deben acatarse pero con mayor razón tratándose de un Área Natural Protegida.
Todo eso sucedió en el almacén municipal, y ahí mismo esa mañana de domingo, a ese rosario de incoherencias y desaseo institucional se sumaba un hecho más: luego de publicarse que decenas de aparatos electrónicos habían sido confinados de manera irregular, ahora, de un modo que pretendía ser sigiloso, un grupo de funcionarios con ayuda de una máquina se daban a la tarea de desenterrarlos aprovechando que el lugar estaba sin trabajadores por tratarse de un día no laboral.
En ese rumbo, habitualmente tranquilo, sólo se escucha a esas horas el paso de algunos vehículos y motociclistas que acostumbran visitar el poblado los fines de semana, por eso la retroexcavadora pudo hacer sus maniobras sin que desde el exterior se percibiera el movimiento. Estaba cercano el mediodía cuando terminaron.
En un vehículo, arrumbado en la parte posterior del almacén que da hacia una ladera donde sólo hay matorrales, alejadas de la vista de quienes transitan en el lugar, quedaron varias bolsas negras con algunos de los desechos electrónicos sustraídos del suelo.
Tarjetas madre de computadoras, fragmentos de lo que pudo ser una fotocopiadora, videocasete, pedacería de CPU, están ahí ocultos, como testigos silenciosos de esa torpeza oficial, pero igualmente, como una evidencia casi histriónica de que si ya habían exhibido su ignorancia y desfachatez al convertirse en los sepultureros de la memoria histórica de Xichú y de electrónicos contaminantes en plena Reserva de la Biósfera, ahora como desenterradores de sus propios despojos, han vuelto a confirmar que ese municipio serrano está en manos de un Ayuntamiento y de funcionarios, que -si hacemos una analogía con el mundo digital- tienen muy pocos megabytes en el disco duro.
EZM