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El último petatero de Villagrán: un oficio en peligro de extinción

A pesar de ser el último petatero de su familia, Manuel Gervasio León sigue luchando por mantener viva una tradición que está a punto de extinguirse 
Municipios

Daniel Moreno

El último petatero de Villagrán: un oficio en peligro de extinción

Villagrán, Guanajuato.- En Villagrán, el oficio de la fabricación de petates, una tradición que data de principios del siglo XX, está desapareciendo. Durante décadas, este producto artesanal fue uno de los pilares de la economía local, pero hoy en día, el trabajo de tejer petates apenas sobrevive, siendo casi una artesanía en extinción.

Uno de los pocos que aún se dedica a esta labor es Manuel Gervasio León, quien, a sus casi 70 años, es el último petatero de su familia. Desde pequeño, aprendió el oficio de sus padres, quienes fabricaban petates para ganarse la vida. Manuel recordó que, cuando era joven, el tule o junco, la planta utilizada para hacer los petates, se conseguía fácilmente en las acequias cercanas o en la laguna de Yuriria. Sin embargo, con el paso de los años, la demanda de petates disminuyó, ya que las familias comenzaron a sustituirlos por colchones y otros productos más modernos.

A pesar de ser el último petatero de su familia, Manuel Gervasio León sigue luchando por mantener viva una tradición que está a punto de extinguirse. Foto: Daniel Moreno  

El oficio de petatero enfrentó otro gran obstáculo cuando el agua en la región empezó a escasear, lo que afectó la disponibilidad de la materia prima. Además, las nuevas generaciones ya no quisieron aprender el oficio, pues preferían empleos más rentables en las fábricas locales.

A pesar de estos cambios, Manuel sigue fabricando petates, aunque reconoce que su trabajo se ha vuelto más difícil con la edad. Los petates, que van desde los 1.80m hasta tamaños más pequeños o personalizados, requieren un largo proceso de elaboración, que incluye cortar el tule, secarlo, y luego tejerlo con paciencia y dedicación. Manuel también ha diversificado su trabajo, fabricando sillas de madera y tule, canastas de carrizo y piñatas, lo que le permite sostenerse económicamente junto a su esposa.

En Villagrán, el oficio de la fabricación de petates, que por décadas fue fundamental para la economía local, lucha por sobrevivir a la modernización y los cambios ambientales.

Aunque Villagrán fue reconocido por su producción de petates, es improbable que vuelva a ser como antes. El impacto del plástico y los productos sintéticos ha hecho que el petate pierda terreno en el mercado, pero a pesar de esto, el petate sigue siendo una opción ecológica, económica y biodegradable frente a otros materiales.
 

 

Manuel considera que el petate ofrece varias ventajas sobre otros productos, ya que es más fácil de limpiar, más ligero y, al ser artesanal, apoya a los productores locales. Aunque su fabricación sigue siendo una tradición, el futuro de este oficio en Villagrán es incierto, y con él, el legado de una artesanía que se ha ido desvaneciendo.



 

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