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La rebelde de la que no se habla

'La Güera' Rodríguez fue una criolla que financió y apoyó el movimiento insurgente
Ocio

Pilar Muñoz

La rebelde de la que no se habla

Redacción

Guanajuato.- María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas y Garfias. Un nombre tan grande como la mujer que lo portaba, y que pasó a la historia (aunque un poco escondida) como ‘La Güera Rodríguez‘. Feminista, espía, rebelde, un personaje que jugó un rol muy importante en la lucha por la libertad de México.  

Mujer excepcional

´La güera ‘nació un 20 de noviembre de 1778 en la Ciudad de México, en el seno de una familia criolla, acaudalada. Se conoce poco sobre su infancia. Sólo se sabe que nunca dejó de estudiar.

Gracias a su curiosidad innata y el acceso al conocimiento que le daba su posición social, se convirtió en una de las mujeres más ilustradas de la Nueva España. En su juventud, en su casa de la colonia Madero, organizaba tertulias en las que se congregaron todo tipo de personajes. Más que reuniones banales, esos encuentros eran un hervidero de ideas, fue ahí donde se gestó la independencia.  

Los hombres detrás de ella

La historia oficial ha intentado que ‘La Güera‘ trascendiera más por sus amoríos que por su labor política. Siempre considerada libertina, fue una de las primeras mujeres en divorciarse en este país, sin importarle el estigma y los prejuicios.

Se le vinculó sentimentalmente a un muy joven Simón Bolívar, al futuro emperador Agustín de Iturbide y al naturalista Alexander Von Humboldt. María Ignacia se casó muy joven con el militar José Jerónimo López de Peralta, con quien tuvo cuatro hijos.

El matrimonio duró ocho años, luego de deteriorarse a causa de los celos y maltratos del marido que ‘La Güera‘ no estaba dispuesta a soportar. En 1802 el hombre le disparó en público.

Ella lo acusó por intento de asesinato, él contratacó acusándola de adulterio, y así inició un proceso de divorcio que truncó tres años más tarde la muerte de José Jerónimo.

María Ignacia adquirió así su primera gran herencia. La segunda, vino de su segundo esposo, Mariano Briones, millonario y mucho mayor que ella. El caballero murió meses después del enlace dejándole su fortuna.

‘La Güera’ la invirtió en el movimiento insurgente. Se dice que María Ignacia constantemente enviaba dinero al cura Miguel Hidalgo, cuyos ideales compartía. La Santa Inquisición descubrió su vínculo con los rebeldes y en 1811 la llevó a juicio.

Pocos se libraron de ese despiadado tribunal. ‘La Güera’ Rodríguez parecía tenerlo todo en contra: mujer, divorciada, con fama de adúltera. Sin embargo, gracias a su inteligencia consiguió defenderse.

Atacó al propio inquisidor con secretos que le conocía. Su único castigo fue el exilio en Querétaro, sin cargo alguno. En dicha ciudad, estrechó lazos con la corregidora, Josefa Ortiz de Domínguez.  

El emperador

Se dice que María Ignacia impulsó la carrera de Iturbide y participó en las gestiones que lo llevaron a convertirse en el primer emperador de México. La leyenda cuenta que durante la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, en 1821, el militar hizo que el desfile pasara por la casa de ‘La Güera’. Al encontrarse con ella le obsequió una pluma verde de su sombrero.  

El final de una aventura

Tras una vida llena de experiencias, María Ignacia se casó por tercera vez con Manuel Elizalde, con quien compartió su vida hasta su muerte en 1850. Elizalde le fue leal a tal grado, que al enviudar no buscó otra mujer, sino que se consagró al sacerdocio.    

La musa

‘La Güera’ Rodríguez fue juzgada dos veces por la Inquisición. En una de esas ocasiones, fue debido a que posó semidesnuda para un cuadro. Sus argumentos ingeniosos la libraron en el proceso. Se cree que esta heroína también fue musa del pintor Manuel Tolsá, quien usó su rostro para pintar la imagen de una virgen colocada en un templo de Querétaro.

dm

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