8 de marzo, la era de la mujer
Como cada año, mañana conmemoraremos el Día Internacional de la Mujer, donde nuevamente será ensalzados los méritos y cualidades de la mujer como parte del reconocimiento social y gubernamental que nos merece. Una vez más los discursos oficiales alabarán a la mujer como el baluarte de nuestra sociedad y objeto de todos los cuidados y privilegios de la estructura política.
Sin embargo, igual que cada año, resulta paradójico que las mujeres tengan que salir a reclamar seguridad, respeto y justicia ante las arbitrariedades a las que son sometidas de manera sistemática por una sociedad que se resiste al reconocimiento pleno de sus derechos.
Resulta incomprensible que la mujer tenga que luchar cada día por ganarse el respeto de una sociedad que le debe la existencia misma, pues el núcleo social por excelencia es formado gracias a la entrega apasionada de una mujer que sacrifica su vida y comodidad física por preservar al género humano, mediante la maternidad. Absurdo que, proviniendo de una mujer, el género humano sea tan ingrato con ellas y les regatee un lugar respetable y un trato igualitario.
Ciertamente que la tradición nos domina como sociedad y prevalecen los privilegios de la fuerza, el vigor y el dominio masculino bajo el que se ha desarrollado el mundo a través de la historia de la humanidad, donde bajo algún esquema convencional fueron clasificadas las funciones y responsabilidades de los hombres y mujeres en la vida social. Sin embargo y más allá de las razones que cada época y cultura haya tenido para determinar el papel de la mujer, ahora debemos configurar el rol que, en la armonización de la familia, la empresa, la escuela, la ciencia, la política y las diversas actividades socio-culturales les corresponde por derecho o por conquista.
Ahora es imperativo reconocer todos los derechos por los que las mujeres han luchado y sufrido, ahora es momento de hacer realidad la igualdad que tanto presumimos. Ya es justo enfocar las acciones de gobierno en la ejecución de políticas públicas que garanticen el respeto y la justicia para que la mujer acceda al estatus pleno de persona, donde las posibilidades para su desarrollo personal o profesional sea regido por las mismas condiciones que los hombres.
Hoy es ineludible hacer realidad la exigencia de derechos que Elizabeth Cady Stanton y Leticia Mott proclamaron en la histórica primera convención nacional de los derechos de las mujeres en Estados Unidos en 1848, mediante la hipótesis de que “todos los hombres y las mujeres son creados iguales”, demandando la aplicación de los derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para el segmento por la mujer representado. Ya nos ha alcanzado el destino y como sociedad debemos abrir todas las áreas para que sea escuchada la voz de la mujer, ya no puede haber espacios reservados que marginen a las personas por razones de género.
En razón de justicia y teniendo toda familia al menos una mujer, sea madre, hermana, esposa o hija, todos debemos impulsar la generación de condiciones que les brinden protección ante la ola de acoso y violencia, justicia ante los abusos que su condición de mujer les ha ocasionado y respeto a su dignidad para que nunca más se les haga víctimas de discriminación y marginación.
Este lunes 8 de marzo debe ser el día en que la mujer levante su mano junto a la del hombre para gritarle al mundo que sólo luchando como iguales habremos de edificar la sociedad armónica y progresista de la nueva era, donde los conceptos de feminismo y machismo se fundan para dar lugar al humanismo. Este 2021 en política las mujeres tendrán la maravillosa oportunidad de construir la convivencia pacífica y de progreso que su sentido materno de amor, solidaridad y generosidad le pueden brindar a la sociedad para vivir como una gran familia.
Si el mundo diera la oportunidad a la mujer de gobernarlo con su corazón, no habría guerras ni egoísmos, sólo el fruto del amor.