Sábado, 11 Enero, 2025

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¡Abrámosle paso a las mujeres!

Las ventanas
Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

¡Abrámosle paso a las mujeres!

Conforme llegamos al mes de marzo y se acerca el Día Internacional de la Mujer, se empiezan a escuchar voces que buscan dictar lo que significa lo femenino. Oímos de todo, madre, hembra, mujerona, mujerzuela, amujerada y entramos en un río de definiciones sobre un tema dinámico que causa —y ha causado comezón— desde los tiempos de Eva hasta nuestros días. Delimitar lo que significa ser mujer es complicado. Lo cierto es que siempre nos tratan de definir y en esas definiciones vienen siempre aparejadas ciertas fronteras que no a todas nos dejan cómodas.

En medios y redes sociales escuchamos que las mujeres somos fuertes, resilientes, inteligentes, audaces, emprendedoras, empáticas, fuertes y se recetan una serie de adjetivos que no cabrían en esta columna. Pareciera que, en marzo, nos convertimos en el poder que se amarra a las faldas y siento mucho decir que no es cierto. No todas las mujeres tenemos ese dechado infinito de cualidades que nos quieren imponer y más vale decirlo fuerte y claro. No todas somos un pozo infinito de perfección.

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Ser mujer significa algo diferente para cada una de nosotras. Hay a las que les gusta salir a trabajar y las que se sienten como pez en el agua en el terreno profesional; hay la que se fascinan en ambientes domésticos y luchan por sacar adelante a sus familias cada día; hay a las que les gusta gritar arengas en contra de los hombres y las que saben hacer equipo con lo masculino; hay a las que les gusta lo azul y las que prefieren el rosa; hay tímidas y extrovertidas; buenas y malas estudiantes; frívolas y profundas; están las que prefieren los tacones y las que se sienten mejor si están en unos cómodos zapatos de piso. Muchas quisiéramos ser más fuertes, buenas, lindas, preparadas. Muchas quisiéramos ser más.

Cada una de nosotras participamos en el concierto universal a partir de nuestro conjunto de dones y nos ponemos en juego con la cotidianidad desde nuestra individualidad. Pero, esa imagen que se nos ha querido dar de ser seres superdotados, magníficos en sí mismos, infalibles e invencibles no es verdadera ni factible, peor aún: es dañina. Las mujeres nos enfermamos, nos ponemos tristes, vamos al baño, nos enfadamos, nos enojamos, cometemos errores y también tenemos nuestro lado oscuro. Somos seres humanos, con todas nuestras potencialidades y también con nuestras debilidades. El que nos quiera hacer creer lo contrario, nos está engañando.

Además, aspirar a esa perfección que raya en la pureza es poner un punto inalcanzable. Entonces, cuando no somos esos seres de excelencia celestial, cuando nos revelamos como seres humanos que estamos encarnados, dejamos la condición etérea y actuamos como seres de carne y hueso lo pagamos caro. Nos cuesta  el atrevimiento, la condena es el calabozo oscuro. Esas concepciones de lo femenino afectan a la mujer y consiguen el mismo efecto de un tenedor que nos clavamos en los ojos.

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Vean si no. Basa ver todos los vivas y loas que recibimos en marzo y verificar cuántas de esas palabras son vocablos que se lleva el viento. ¿Cuántas mujeres forman parte de los consejos de administración de los grandes corporativos del país? La realidad salarial de las mujeres es que ganamos menos por hacer las mismas actividades. Los bonos de actuación son mas cuantiosos para los hombres que para las mujeres. El techo de cristal es un rasero que cada vez está más bajo, se castiga más a las que se enferman, se comprenden menos sus problemas y se nos ve como un riesgo laboral.

Además, como nos hemos tragado eso de que somos infatigables, después de una jornada laboral intensa, se sigue con horas de trabajo doméstico. No se trata de una brecha generacional, aún en la generación milennial y en la generación z, los hijos siguen viendo a las madres como las responsables de los cuidados de la casa y son ellas las que se deben encargar de las tareas caseras. Todavía, en nuestros días, seguimos escuchando a mujeres pedir ayuda para llevar a cabo la limpieza del hogar y ver como los demás integrantes de la familia consideran un favor que se nos hace, en vez de una actividad de colaboración y trabajo en equipo.

Es momento de que las mujeres nos veamos a nosotras mismas, abracemos nuestra identidad con orgullo y con cariño. Es tiempo de abrirnos paso, desde nuestra feminidad. Es cierto, son tiempos de resiliencia, de cambio, de adaptación, de hacer equipo. Las mujeres lo sabemos hacer y no todas tenemos que lograrlo a gritos y a patadas. Podemos abrirnos paso con argumentos, con ideas, con propuestas y con unión. Las primeras que tenemos que unirnos somos nosotras y aprender a tendernos la mano unas a otras.

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