Con la boca llena de moscas y los oídos cerrados
Con la boca llena de moscas y los oídos cerrados
Dice el dicho popular que “en boca cerrada no entran moscas”. El privilegio de guardar silencio se ejerce por los sabios que entienden que hablar de más más peligroso que cerrar los labios. Los tres monos sabios es una escultura realizada en madera por el artista japonés Hidari Jingorō en 1636 que nos enseña que hay que ver más, oír más y hablar menos. Sin embargo, al presidente López Obrador el consejo le viene mal, cierra los oídos y permite que la boca se le llene de moscas.
Está claro que los temas de política internacional no son del ámbito de interés del señor presidente de la República y no integran su radio de conocimiento. Está bien, para eso tiene asesores. No hay quien sepa todo de todo. Es un hecho que ignoramos más de lo que sabemos. Sin embargo, una persona prudente no se mete al agua si no sabe nadar y si lo empujan, pide ayuda. Una persona con buenas intenciones no aborda temas que ignora. En el tema de la guerra de Ucrania, el plan de paz que planteó López Obrador durante los festejos de las fiestas patrias fue de un desatino cuyas proporciones dejan un sabor desagradable.
Ya nos vamos acostumbrando a las ocurrencias presidenciales. Primero nos habían informado que el mensaje que se daría en estas fechas tendría que ver con temas de soberanía nacional y daría novedades acerca de nuestra postura frente a nuestros socios comerciales, principalmente se nos aclararía cuál era la actitud que se tomaría frente a los Estados Unidos porque, qué caray, se trata de defender el suelo patrio.
Con la boca llena de moscas y los oídos cerrados
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Con la boca llena de moscas y los oídos cerrados
Entonces, Anthony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos, nos hizo una visita días previos a que se diera en mensaje tan promocionado. Sabrán ellos lo que hablaron, lo cierto es que a López Obrador se le quitaron las ganas de discutir el tema de cara a la nación y prefirió plantear un plan de paz para Ucrania. La extrañeza fue grande, nadie le hizo semejante petición y fue como el amigo del invitado a la fiesta que no hay quien conozca y de pronto se quiere convertir en el anfitrión.
Por supuesto, pacificar aquella región del mundo es una buena idea, pero hay que saberle al tema. Estuvo claro que el presidente de México no manaja mucho de estos temas y tampoco, por lo que dejó ver, sus asesores. López Obrador dio un discurso desarticulado, falto de coherencia y cohesión. Pareciera que quien escribió ese texto, se enfrentó a la hoja en blanco y aventó palabras son ton ni son, las aderezó con algunos vocablos que se oyeran interesantes y puso al representante del poder Ejecutivo de la Nación a decir sin propósitos que captaron la atención internacional.
Evidentemente, la devoción perpetua que le ofrecen sus huestes en México no se replica en el extranjero. Desde Ucrania ya llegaron las quejas: al son de no me ayudes compadre, los ucranianos cuestionan el plan de paz que les plantearon sin petición; los convidados ya se desmarcaron, yo no juego en ese equipo, habrán dicho; y la voz que grita desde el púlpito del Palacio Nacional cada mañana se deja escuchar en un estruendo lastimero quejándose de la vulgaridad con la que fueron rechazadas sus magníficas ideas. Pobre.
Alguien le debió haber advertido a López Obrador que se le iban a notar las costuras si hacía eso. El mundo vería de que está hecho y no se dejaría encandilar por espejitos brillantes, como sucede en México. Así pasó. Y, mientras el presidente gimoteaba por la mala voluntad con la que recibieron sus benditas ideas, el Canciller Ebrard se tomaba una selfie en el funeral de estado de la reina Isabel II, exponiendo que la 4T no tiene idea de lo que son las formas de actuar diplomáticas.
No extraña que el presidente en vez de cerrar la boca, la traiga llena de moscas. Alguien le debió haber hecho notar que es mejor ver, oír y callar. Nadie le aconsejó guardar silencio ni le contó de los privilegios benéficos del que en vez de decir palabras insulsas opta por la sabiduría del que cierra los labios. Pasará. Pasará como pasan todos los sucesos porque en la actualidad los efectos mediáticos son de corto aliento.
Lo que se queda son esas razones, aparentemente insignificantes que son de largo aliento. La frivolidad queda, queda el atropello verbal, las palabras que se siembran y dan mala hierba. Queda un tufillo fétido, una tapia que no escucha, un zumbido de aleteo de moscas que pone de nervios a algunos y a otros los sigue y seguirá enamorando. El privilegio de guardar silencio se ejerce por los sabios que entienden que hablar de más más peligroso que cerrar los labios.
Con la boca llena de moscas y los oídos cerrados
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JRP