Cristina Márquez: los costos de la mano dura
Cristina Márquez: los costos de la mano dura
Ya pasó la intentona de destitución de la presidenta del Congreso local Cristina Márquez que en realidad solo quería sacudir las aguas internas y es probable que, así como no hubo consecuencias jurídicas de la propuesta, tampoco haya consecuencias políticas como planteó la priista Yulma Rocha.
Lo que hay que ver es el tipo de liderazgo que mantiene el coordinador de la bancada mayoritaria, Luis Ernesto Ayala luego de que su
propuesta de ignorar totalmente la petición de destitución y solo votarla en el pleno, fue desechada por los duros de su partido que querían
debate.
No es sencillo para el exalcalde leonés encabezar una bancada en la que los egos de diputados y diputadas están a la orden del día
y la belicosidad de algunos de ellos hace crisis con su parsimonia y su proclividad a no encender las pasiones a las primeras de cambio.
El punto con Márquez es que su ortodoxia en la concepción de la política y de la institucionalidad de un poder, choca con las cortesías
tradicionales que se dan en órganos colegiado como el Poder Legislativo. El presidente o la presidenta es líder entre pares y usualmente
muestra una actitud más abierta y tolerante con todas las bancadas. Cristina Márquez no sólo no lo ha hecho, sino que ha tenido algunas actitudes de parcialidad, reconocidas por Armando Rangel como “omisiones” en el discurso del pasado jueves.
El propio Rangel fue presidente del Congreso y nunca enfrentó esos conflictos que tiene Márquez Alcalá. Ni qué decir de Martín López Camacho, que fue tan cortés y abierto que hasta hizo enojar a sus propias compañeras de bancada por los detalles que tuvo en algún momento con la bancada feminista.
No sabemos si Cristina Márquez llegó justo con ese afán de que se notara la diferencia y vaya que se ha notado. Lo cierto es que en ese
entorno, Ayala Torres ya no puede presumir que ese Congreso es la casa del diálogo y que hay apertura para todos.
Es una cuestión de formas y de personalidades, pero también de tiempos. Con la cercanía de los tiempos electorales, el horno cada
vez estará para menos bollos de apertura y cordialidad.El Congreso seguirá siendo la caja de resonancia de la política estatal. Y si ya el gobernador Diego Sinhue Rodríguez mostró su carta para el 2024, los reclamos de la oposición estarán a la orden del día, abundarán las quejas por las presuntas acciones electoreras. Los panistas guanajuatenses y sus aliados con la misión de cuestionar a las corcholatas de la 4T y los morenistas, buscando la forma de criticar a los funcionarios que en Guanajuato suspiran por un cargo.
No son buenos tiempos para la política y la (re)conciliación en el Congreso local. Menos con el 2024 con tanto en juego, a la vuelta de la esquina.
Con la confirmación en los hechos de que Libia Dennise García Muñoz Ledo es la aspirante favorita del gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo como candidata para sucederle en el cargo y de que la alcaldesa de León, Alejandra Gutiérrez Campos va a dar la batalla en los siguientes meses y aparece en los hechos como la potencial rebelde u opositora al establishment, podemos dar por iniciada la batalla sucesoria en el PAN.
Una batalla que no existe en términos de declaraciones ni pronunciamientos abiertos porque no son los tiempos, porque no hay un proceso abierto y todo se da en el terreno del radiopasillo. Porque ya sabemos que se abre paso el reino de la simulación en los partidos, más en unos que en otros.
Todos en el ámbito (la política y los medios) saben qué quiere Libia Dennise y qué quiere Alejandra, pero difícilmente veremos un pronunciamiento en los meses siguientes, mientras no se lance una convocatoria.
Pero eso no quiere decir que esta disputa tras bambalinas no vaya a generar roces y pugnas al interior del PAN. Movimientos que podrían darse, ajustes, mensajes cifrados y una puesta a prueba del nuevo modo de hacer las cosas del blanquiazul, al estilo PRI.
Paradójicamente, uno de los factores que marcarán la pauta será el nivel que alcance la potencial rebeldía de la alcaldesa de León.
Una de las primeras señales de la simulación en el estado la ofreció el propio gobernador Diego Sinhue Rodríguez luego del madruguete que dio el dirigente nacional Marko Cortés cuando vino a Guanajuato a decir que en esta entidad habría candidata a gobernadora.
Ese lance estaba en el script del dieguismo, pero no en ese momento y mucho menos como la primera señal de que el ritmo de la sucesión panista lo marcarían desde el CEN blanquiazul. Y ojo. Ese es uno de los puntos disruptivos en la comparación de la sucesión 2018 con la que se gesta en 2024 en el PAN-Gobierno.
Con todo y el monumental error cometido por el oficialismo encabezado por Miguel Márquez por la difusión propiciada por las huestes de Fernando Torres Graciano a un medio estatal, de la operación desde el gobierno a favor de Diego Sinhue, al entonces gobernador no le resultó muy difícil aplacar la rebelión incipiente del entonces senador.
La operación para imponer a Diego Sinhue como su candidato tenía todo el consentimiento del entonces jefe máximo del PAN, Ricardo Anaya cuya obsesión era ser candidato presidencial panista.
Y por eso armó su tinglado en lo nacional y no tuvo problema en cederle a Márquez el poder absoluto de las decisiones de candidaturas en Guanajuato. Por eso, el nativo de Purísima pudo sacar con la mano en la cintura el dedazo histórico a favor de su delfín.
Y eso marca una diferencia fundamental con el entorno actual. Hoy el dirigente nacional panista Marko Cortés no es un factor de imparcialidad en la sucesión guanajuatense. Por el contrario, no ha perdido oportunidad para mostrar su cercanía y simpatía hacia
Alejandra Gutiérrez Campos.
Y en este juego de simulación, es probable que le diga en corto a Diego Sinhue que no se va a meter o que son los panistas de Guanajuato los que decidirán. En la real politik, queda claro que Cortés es un obstáculo para los afanes de Diego Sinhue de imponer a quien pretende sea su sucesora. Eso le pone sabor a esa coyuntura. Porque el líder del CEN panista no se va a plegar a los dictados de Guanajuato, al menos en principio. La pregunta es qué tanto pesa a favor de Gutiérrez Campos, ya en una eventual interna, el favoritismo de su líder nacional.
No es cosa menor ese apoyo, pero tiene sus límites. Hemos tenido ya incluso precandidatos rivales al oficialismo en Guanajuato que contaban con bendición presidencial. Javier Usabiaga tenía el respaldo de Vicente Fox y Ángel Córdova de Felipe Calderón; y los
dos perdieron.
¿Qué tantas dificultades representaría para Diego Sinhue si -como dijo, quiere que vuelvan las internas- que su precandidata doblegue a Gutiérrez Campos si tiene el poder de la nómina y si ha sido el gran controlador de las decisiones de su partido en lo que va del sexenio?
La historia dice que un precandidato retador al oficialismo no ha podido ganarle al ungido. Hoy, que Diego Sinhue se ha encargado de disolver al bronx con cargos y candidaturas (todos los que apoyaron a Fernando Torres hace seis años tienen cargos, los Villarreal tienen espacios y Ricardo Sheffield está en Morena), ¿tendría problema en derrotar la insurgencia que pretende encender Alejandra Gutiérrez en su gira por municipios y su limitado poder en la nómina?
Hay razones para dudar que un gobernador como Diego Sinhue, obsesionado por el control en su gobierno, en su grupo cero y en su partido, quiera en realidad una contienda a la antigua en el PAN Guanajuato. Y si sus operadores, aplacaron a los rebeldes que se querían colar en el consejo estatal, qué no podría intentar para sacar adelante a su candidata.
La otra pregunta es hasta dónde quiere llegar Alejandra Gutiérrez. Porque una cosa es rebelarse ante el status quo como intenta ahora y la otra es llevarlo a sus últimas consecuencias. Si su jefe nacional le da vuelo para soñar con la rebelión, llegará el momento en el que ella, Daniel Campos, Eduardo Ramírez, Jared González, Ricardo Alaniz y quienes integren su grupo cero, se tengan que sentar a hacer cuentas y saber si les alcanza para competir con posibilidades. A nadie le gusta rendirse, pero también a nadie le gusta perder.
Tras el intento fallido a favor de Jesús Oviedo, la maquinaria oficialista se vuelve a aceitar para colocar a Libia Dennise hasta en la sopa y que el aparato vuelva a hacer su labor. Gutiérrez Campos parece tener a su alcance, si no quiere la reelección en León, la posibilidad de una candidatura al Senado. Veremos si su aspiración por la gubernatura tiene límites o es a donde tope.
Mientras tanto, Diego Sinhue tendrá que decidir si no tiene problemas en que todo se dirima en una interna o reitera su obsesión por el control y sobre todo el temor de que se diga que no pudo sacar adelante a su candidata con todos disciplinados. Y que hubo alguien que pudo rebelarse. Una afrenta para su obsesión por el control.
Se vienen tiempos bravos en el PAN, de poner a prueba lealtades y afinidades de cara a los tiempos por venir.
En León por ejemplo, la alcaldesa Alejandra Gutiérrez tiene en Jorge Jiménez Lona a un secretario del Ayuntamiento que opera políticamente y apaga incendios. El punto es que, históricamente, su número dos tiene más afinidad con Libia Dennise García Muñoz Ledo.
Jiménez Lona no está en el círculo cero de la alcaldesa para temas de su futuro político. No es fácil en los tiempos actuales respetar espacios y tareas dejando de lado las afinidades políticas. Ojo con ello en los meses por venir.
EL PRI CONSUMIÉNDOSE A FUEGO LENTO
En el PRI Guanajuato casi siempre encontraremos hechos que documenten su autoinmolación.
Hace cinco años, Santiago García López se despedía de la dirigencia estatal como uno de los pocos que completó un período estatutario de cuatro años al frente del tricolor en este milenio.
“Me voy en el tiempo preciso, ni antes, ni tampoco después, sino con la convicción que cumplí con el mandato por el que fui electo, pese a uno que otro oportunista que intentó entorpecer el trabajo”.
Así, con esas palabras que lindaban con la decepción y la amargura en la antítesis del cobijo que tuvo cuatro años al asumir el cargo, respaldado por Gerardo Sánchez, Bárbara Botello y Miguel Ángel Chico (el triunvirato que rompió la hegemonía del llamado arroyismo), Santiago García López anunciaba su salida de la dirigencia estatal del PRI.
Luego, hace dos años, se consumaba la imposición de Ruth Tiscareño como número uno en la lista de plurinominales tricolores en el estado para acentuar aún más el agandalle de los franquiciatarios o caciques en turno.Tiscareño y Arias Ávila amarraban el uno y dos de la lista de pluris. Hoy, siguen siendo los non plus ultra de un priismo no solo debilitado sino -por decisión propia- anulado como contrapeso y resuelto a hacer una comparsa del PAN en Guanajuato, un lance que probablemente satisfaga las ansias y ambiciones personales de sus dueños,
pero que lo anula como opción de gobierno en la entidad.
Porque hace cinco años, cuando terminaba Santiago García su mandato como dirigente tricolor, el PRI ya se encaminaba a otro sonoro descalabro en la elección de 2018. En ese entonces, Alejandro Arias era uno de los críticos más duros del dueño del partido, Gerardo Sánchez García que ya era amo y señor de la candidatura.
Santiago García cumplió con los cuatro años para los que había sido electo. Sorpresivamente, renunciaba en plena campaña electoral lo que confirmaba su ruptura con su otrora padrino el senador Sánchez, que avanzaba en la campaña peleado con muchos que lo habían apoyado originalmente.
En la rueda de prensa, García López leyó la carta de renuncia que entregó al dirigente Nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza en la que dejaba claro que el no solicitar prórroga en el cargo es para que “no se diga que estoy usurpando funciones”.
Aunque juraba y perjuraba que se va por decisión propia, que no quiere usurpar un cargo tras cumplir el período para el que fue electo y que se va con la frente en alto, lo de Santiago García López era una triste despedida.
La ausencia del candidato a la gubernatura Gerardo Sánchez García resultó esclarecedora: ni un guiño del candidato hacia su ahijado a quien llevó a la dirigencia en una contienda en la que literalmente aplastó a sus rivales internos.
Y sí, su mayor mérito en cuatro años fue resistir los embates de sus detractores que se quedaron varias veces con las ganas de tumbarlo de la dirigencia.
Es el PRI de antes. Es el PRI de ahora.