Sábado, 11 Enero, 2025

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De persecuciones y cosas peores

Las ventanas
Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

De persecuciones y cosas peores

Dice Ricardo Anaya que se va del país porque López Obrador lo está persiguiendo. El presidente le contesta desde el púlpito mañanero con una conseja popular: “el que nada debe, nada teme”. Y, en este caso, parece que los dos tienen razón. El hecho de que Anaya salga huyendo deja sospechas: uno se pregunta si los motivos para salir de México son o no legítimos. Asimismo, sabemos que no hay enemigo pequeño y el desprecio de una persona tan poderosa como Andrés Manuel no es para desestimarse. Más vale decir, aquí corrió que aquí murió.

Dice López Obrador que un líder social no le debe tener miedo a la cárcel ya que su lucha se legitima en prisión. Me imagino que piensa en su amigo Lula Da Silva quien fue encarcelado por cargos de corrupción y que sigue gozando de popularidad y del amor de sus seguidores. Lo malo es que, al decirlo, de una manera sutil le está confirmando a Ricardo Anaya cuales son sus intenciones. No es un tema sencillo. La persecución política se da en regímenes autoritarios —especialmente en los dictatoriales—, que restringen las libertades, ponen mordazas a los opositores, lesionan los derechos humanos y no respetan la independencia de las funciones del Estado.

Anaya está poniendo al presidente frente al espejo en muchos sentidos. Un hombre con la trayectoria que ha tenido López Obrador no debiera darse esos lujos, no se trata de andar cazando mariposas. Por otro lado, el hecho de ser un opositor no exenta a nadie de ser llevado ante la justicia si cometió un delito. Si creemos lo que dice el excandidato presidencial, es fundado el miedo de Ricardo Anaya pues se está enfrentando a un adversario peligroso. Si le creemos al presidente sus buenas intenciones, es para ponerse a sospechar de una persona que huye en vez de defenderse.

Las persecuciones políticas son deleznables. Es una muestra de abuso de poder y de un uso faccioso de la fuerza del Estado. Pero, las cosas peores que suceden cuando se llevan a cabo estas prácticas. Siempre generan efectos colaterales. El propio López Obrador dijo padecer de estos males, dijo haber sido injuriado, calumniado y espiado y eso le valió el respaldo popular. Ese efecto puede generarse en el caso de Ricardo Anaya. No ha logrado despegar y esto le puede dar ese impulso. La posición de víctima genera muchas afiliaciones, trae simpatías y el que está en esa posición no tiene que hacer grandes promesas ni compromisos. Hay un halo justiciero que envuelve al que es abusado por uno más fuerte que atrae afiliaciones.

Este tipo de iniciaciones suelen transformarse en devociones. Basta mirar a Lula Da Silva quien lidera la intención del voto en Brasil para los comicios que se llevarán a cabo el próximo año. Esta puede ser la chispa que estaba esperando Ricardo Anaya para encender entre los votantes un alistamiento a su favor. Esta puede ser la oportunidad que el excandidato presidencial estaba buscando para usarla como antorcha y encender interés en la oposición. Porque, en estricta justicia, no se ve muy claro quién se pueda alinear en la carrera presidencial para competir con la línea que hoy está en el poder.

Claro que, si los mexicanos fuéramos perspicaces y analizáramos la Historia, ya habríamos entendido que los dirigentes que surgen de hacerse las víctimas nos han dejado peor que como estábamos antes. Y, siempre han tenido pretextos para excusar sus malos resultados. Se pasan buscando al extraño enemigo que osó maltratar la patria a la que sus hijos juraron defender con honor. Unos señalan al extranjero, otros al pasado, aquellos a la izquierda, estos a la derecha. Le ponen nombres según va conviniendo a sus intereses. Después de todo, los que ocupan el lugar de las víctimas no hacen sino poner miradas lastimeras para convencer a sus simpatizantes y llevar agua a su molino. No necesitan propuestas para convencer.

Lo malo es que esas formas son muy eficientes. Ganan votos. Generan afiliaciones y basta mirar nuestro pasado para entender cual será nuestro porvenir. Pero, traen muy malos resultados para el país. Es posible que el presidente haya decidido jugarse una carta dura frente a Ricardo Anaya, ya sea por buscarle justicia a actos de corrupción o porque no le cae simpático. Lo cierto es que el excandidato presidencial tiene miedo, ya sea de la justicia o del presidente. Por estas razones, entorna los ojos y nos dice que lo están persiguiendo. Y, eso sí que es una de las cosas peores.

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