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Destino, un enfoque de vida

La mesa del rincón
Opinión

Leon Ruiz - La mesa del rincon

Destino, un enfoque de vida

Como una ilusión truncada por la tragedia, apareció la semana pasada la noticia sobre la muerte de 51 migrantes latinoamericanos en la caja de un tráiler, que los transportaba en cruel hacinamiento sin agua ni ventilación. De esta forma concluyó violentamente el sueño americano que un puñado de hombres y mujeres enarbolara buscando cambiar su vida, como el despertar malogrado de la realidad del mundo ante el avistamiento del destino.

Por desgracia la dinámica del mundo parece girar inciertamente entre la lucha del dominio y poder de unos sobre otros, pareciera que la maldición que pesa sobre la humanidad desde su expulsión del “paraíso” termina por llevarnos al encuentro de la desgracia, el dolor y la destrucción. Con la muerte por deshidratación, ante un golpe despiadado de calor, se abre una vez más el debate del derecho de las personas por acceder a condiciones laborales que garanticen la satisfacción de las necesidades de las familias, detonando la crisis humanitaria que Estados Unidos de América debe enfrentar.

La migración es un problema universal, gestado desde las entrañas mismas de los sistemas de gobierno, del dominio de las economías todopoderosas sobre las que endeblemente tratan de sobrevivir. Asimismo, el migrante es una persona que padece los efectos socioeconómicos que la dicotomía de los modelos políticos ocasiona, mediante la generación de pobreza al concentrar los bienes y los satisfactores en algunos cuantos países o regiones.

Pero la migración ilegal y desordenada no es el único problema que comienza a deteriorar la armonía social del mundo, ya que la violencia de los depredadores sociales también domina al planeta, apareciendo como acciones bélicas utilizadas para el dominio y control de los recursos naturales o la hegemonía política de una nación sobre otra. Así el juego de la guerra entre Rusia y Ucrania ya registra más de 4 meses, donde nuevamente aparece fustigante la sentencia del destino de la humanidad, que caerá abatida por severas guerras, que traerán muerte y hambruna.

Ver nota: Cuerpos de migrantes celayenses fallecidos en Texas tardarían hasta 10 días en llegar

Pero el destino apocalíptico que sancionan las Sagradas Escrituras, en la sentencia del gran final de la existencia humana, parece ineludible y cual tablero de ajedrez las fuerzas que gobiernan preparan sus jugadas para la configuración de la nueva era, del nuevo orden mundial, que dictan los dominantes. Ahora los indicios de la vida de los países del orbe parecieran sometidos al juego cruel y despiadado de los vaivenes de la economía, donde la mano izquierda coloca piezas pauperizantes con su modelo socialista y la mano derecha manipula los mercados y amasa mayor fortuna, un mundo de desigualdades.

Así tras la pandemia, natural o provocada, el mundo vio trastocada la dinámica de progreso y atención a sus necesidades, dando lugar a una sacudida económica, social y política, similar a una bipolaridad del planeta, que conjugará sus trastornos en serios problemas de desolación, tristeza, depresión y esquizofrenia en varios países y excitación, euforia, agitación emotiva, alegría y exceso de energía en los más afortunados, dando lugar al juego de las desigualdades, el abuso y el dominio.

También hemos podido apreciar el deterioro de la sociedad y el acoso de la violencia carnicera, el día de la independencia estadunidense nuevamente fueron abatidos a balazos un puñado de inocentes, semejando un eslabón más de una serie de acciones de la degradación de la sociedad más exitosa. De forma similar los acomodos del orden mundial ordenan dominio de la violencia, el imperio de las drogas y el crimen organizado, los asesinatos políticos como el cometido contra el ex primer ministro japonés, balances y desbalances por mantener el poder.

El camino del mundo parece dirigirse a su inexorable destino, la destrucción del hombre por el hombre, como inició con Caín y Abel, salvo que las sociedades vuelvan los ojos al amor y los valores que dignifican la vida, que humanizan la existencia.

El ser encadena todos sus errores y le denomina destino.

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