Educación y libertad

La educación, es practicada por sus más arduos defensores, como arma para entender y aprovechar la libertad como ocasión para realizarse como ser humano.

Algunos pedagogos entienden la educación como práctica de la libertad. Libertad de expresión; libertad de cátedra y libre examen de las ideas, son tres postulados fundamentales para legitimar el desarrollo de la educación como política pública, como aspiración individual y como realización profesional.

El ser humano desea expandir su capacidad para acceder a los bienes. Así, lo hace desde el seno materno, luego al adaptarse a la vida independiente y posteriormente, cuando se relaciona con otros seres, para disfrutar los bienes de la vida o compartir dolor y sufrimiento.

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Para todo ello, es indispensable hacer uso responsable de la capacidad para hacerse obedecer y, acatar la norma, que garantice el desarrollo individual, pues el desarrollo social, tendrá como sello el comportamiento del individuo, para lograr los propósitos cotidianos.

Organizarse para hacer posible el ejercicio de la libertad personal y crear condiciones para que ese derecho no sea conculcado por voluntades fuertes y dotadas de recursos, capaces de inhibir el ejercicio de esa necesidad individual, es deber del Estado. La fortaleza del Estado, estará afincada en la voluntad de la sociedad, para reconocer la necesidad que tiene el sujeto para disfrutar de la libertad.

Sin embargo, la diversidad que genera la individualidad, tiene elementos que destacan entre el resto; generalmente son minoría, pero su reto permanente, consiste en generar la desigualdad que haga posible la preeminencia de unos sobre otros.

Desde el momento en que el ser humano fue capaz de advertir el daño que puede llegar a ocasionar la desigualdad, hubo organizaciones e individuos, que consagraron su vida a defender y hacer efectivo el derecho del ser humano a ser libre. Por la libertad lucharon hasta la muerte y de ello tenemos tradiciones milenarias.

En el seno de esos organismos de tradición milenaria hubo: pedagogos, médicos, ingenieros; en fin, mentes de variada vocación científica que defendieron el derecho a conocer la verdad científica, enfrentando permanentemente a quienes creían que el patrimonio de la verdad, pertenecía a la autoridad.

Es la razón, puerta segura para acceder a la verdad; a la auténtica naturaleza humana, que está inscrita en cada ser, a espera de ser conocida por esa aptitud potencial que late en cada ser humano y constituye, la naturaleza intrínseca de su dignidad.

Para nuestra tristeza y deber fallido, el pensamiento lógico no recibe la atención debida, como parte toral del quehacer pedagógico y, de ahí resulta, que se extravié la política, esa noble actividad, que debe ser inductora a la conciencia de nuestra dignidad racional.

Ser conscientes, para ser libres y mostrarnos así al mundo, con el dolor de no poder evitar una guerra, que nos muestra, cuán fácil es hacer odiar y destruir la vida humana, que es óptima realización del cosmos.

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