Sábado, 11 Enero, 2025

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El alcohol y la adolescencia

Parentalidad
Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

El alcohol y la adolescencia

El consumo de alcohol por parte de menores de edad se ha vuelto un problema de salud pública. Poco más de la mitad de los adolescentes de 14 años de edad o menos han consumido alcohol al menos una vez, el 54 por ciento, para ser exactos, así como 92 por ciento de los que ya cumplieron 18 años o más.

Son muchos adolescentes inmersos en una práctica de consumo insalubre, inadecuada y que además entra en conflicto con la ley (“en ningún caso y de ninguna forma se podrán expender o suministrar bebidas alcohólicas a menores de edad”, artículo 220 de la Ley General de Salud). Está prohibido. Aun así, muchos beben y a edades cada vez más tempranas.

Para que tal práctica de consumo ocurra se requiere de la complicidad de las personas adultas: la del que vende el producto, la del que le proporciona el dinero, la que viéndolo que lo compra o lo consume se queda pasivo.

En muchas otras ocasiones, son los propios adultos, sobre todo los padres, madres y familiares quienes ofrecen o permiten que tomen en fiestas y convivios. Son ellos quienes compran el producto “para que la fiesta de los jóvenes sea todo un éxito, resulte inolvidable”. Son ellos quienes entran en conflicto con la ley.

Son algunos y algunas adolescentes, conscientes de lo inadecuado e insano de beber alcohol quienes entran en conflicto con sus pares, pues les gustaría asistir a la fiesta a la que fueron invitados, pero no están de acuerdo con la presencia de alcohol porque saben que una vez que las bebedoras, pero sobre todo los bebedores, resulten afectados, empezarán a presionar o hasta acosar para que ellos hagan lo mismo.

Algunas y algunos adolescentes sensatos prefieren no asistir a este tipo de fiestas o reuniones. Entonces son sus padres/madres quienes se preocupan “porque los comienzan a ver relegados de su grupo”. En realidad, deberían alegrarse por el hecho de que sus hijos e hijas “se releguen” de este tipo de espacios y grupos, pues un adolescente que consigue discernir lo que le hace bien y lo que le hace mal, lo adecuado de lo inadecuado, lo sano de lo peligroso, es un/una adolescente inteligente, capaz de tomar decisiones más allá de la presión social de sus pares.

Que cada vez sean más los y las menores de edad de nuestra sociedad bebiendo alcohol es lamentable por muchas razones. Una de ellas radica en el hecho de que la adolescencia es una etapa donde la relación con los pares es sumamente importante. Es una etapa donde unos a otros se toman como referencia para ensayar conductas, actitudes y roles. Y si lo que ven en el ambiente es esto: consumo desenfrenado, y si su grupo alienta tales cosas, lo ve bien, lo aplaude y lo asocian con madurez, popularidad, picardía, alegría, etcétera, y además los adultos lo aprueban de manera activa o pasiva, entonces resulta más difícil escapar de la presión. A menos que el o la adolescente tenga una inteligencia sólida.

La inteligencia la hemos de entender como la capacidad para tomar buenas decisiones. ¿Cuáles son buenas decisiones? Aquellas que lo benefician a sí mismo y a los de su derredor (o por lo menos no los perjudican).

En una sociedad donde los adultos estamos fallando en nuestro rol de legislador, de guía, de referente, lo mejor que le puede pasar a un o una adolescente es contar con la capacidad arriba mencionada: la capacidad de decidir bien.

Pero no se puede aprender a decidir más que tomando decisiones. Y en ese proceso acertarán y se equivocarán. Son los errores maravillosas oportunidades para aprender, afirman Nelsen y Lott, creadoras de la metodología Disciplina Positiva. Hagamos de los errores oportunidades de reflexión, diálogo y cercanía con los hijos e hijas. Estemos cerca de ellos y ellas para observar y acompañar su proceso de maduración, para potenciar su inteligencia.

La adolescencia es la puesta en marcha de las habilidades, valores y actitudes aprendidas en casa. Mantengámonos lo suficientemente cerca para acompañarlos en este proceso de crecimiento.

Asumamos nuestro rol. Porque para que ellos y ellas puedan ser y vivir su adolescencia a plenitud alguien necesita ser y comportarse como adulto pleno. Ese alguien somos nosotros, sus padres/madres. No soltemos nuestro rol. No los maltratemos con nuestra deserción, negligencia y mal ejemplo.

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