El oráculo del cambio climático
Como profetas que han ido predicando en la soledad del desierto sin que nadie les haga caso, así la comunidad científica ha estado alertando del cambio climático. No han sido escuchados. Es más fácil creer que las cosas seguirán igual, que no es cierto el punto de vista de la ciencia, seguir haciendo negocios que ensucien el planeta, pensar que no pasa nada y negarse a ver la realidad. Pero, está pasando y el rugido de la naturaleza es cada vez más violento y las consecuencias más costosas.
Como Galileos modernos que saben las verdaderas dimensiones, susurran que “sin embargo, se mueve”. En efecto, el cambio climático avanza. Los países que más contaminan: China y los Estados Unidos miran a otro lado, pero sus habitantes están comenzando a sufrir las consecuencias. Nada menos, cuatro días después de que el huracán Ida reventara Luisiana y Nueva Orleans, después de ver las implicaciones que dejó a su paso, podemos darnos cuenta de que estos eventos meteorológicos son el oráculo que nos advierte lo que ha de venir si seguimos en este rumbo. Está claro, no es un buen camino.
Ida afectó los estados del norte de la Unión Americana. Las imágenes de la Ciudad de Nueva York parecían sacadas de una película apocalíptica. Los túneles del metro se convirtieron en ríos violentos, los coches eran arrastrados por las corrientes que se formaban en las calles neoyorkinas; en Flushing Meadows se llevaban a cabo los partidos del famoso torneo de tenis USOpen y lo que vimos por las pantallas era para poner la piel de gallina. Las voces de los narradores deportivos pasaron del ámbito tenístico a advertir a la gente que en el complejo Billie Jean King todos estaban a salvo.
Al día siguiente, después del desastre, salió el sol. Era como si la naturaleza estuviera dando oportunidad de resolver la devastación. Fue una mañana soleada con un clima magnífico, como si fuera el mensaje contrastante de lo que debe ser y de lo que puede ser si no seguimos jalándole los bigotes a la madre naturaleza. Claro, en medio de ese clima tan propicio, muchas casas amanecieron sin techo y muchas familias tuvieron que lamentar pérdidas humanas y materiales.
Como una madre hace con sus hijos, la Naturaleza nos está indicando que ese no es el rumbo que debemos seguir si los seres humanos queremos permanecer en la faz de la Tierra. Nos dicen que nos estamos acabando la Tierra y eso es inexacto. El planeta va a modificar sus condiciones, pero va a seguir existiendo. Lo que nos estamos agotando son los ambientes de vida para la Humanidad. Somos las mujeres y los hombres de este mundo los que ya no tendremos los ecosistemas propicios para que nuestra existencia florezca.
Y a pesar de todo, no entendemos. El Pacto de París es un acuerdo tímido de la comunidad internacional por sobre el Cambio Climático que establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, debiéramos hacer más y debiéramos hacerlo rápido si no queremos ser borrados de la faz del planeta. Ni vemos ni escuchamos ni hacemos nada. Estamos acabándonos el tiempo, porque la Naturaleza tiene puntos de no retorno. Cada hito que traspasamos es una esperanza destruida. Nuestro planeta, la casa común, se está convirtiendo en un lugar caliente y húmedo. Llueve menos, hay menos agua, pero la que hay se precipita en cantidades que no podemos manejar. Cae entre vientos acelerados y luego hay sequía. Por eso se elevan las temperaturas, explica Margaret Orr una meteoróloga que estudia el cambio climático desde 1965.
Las tormentas más recientes dejan devastaciones en territorio mexicano. El cambio climático no se dulcifica para unos y se avinagra para otros. Una imagen que cala los huesos es la de los féretros que fueron desenterrados en el estado de Veracruz y que flotaban sin rumbo por las aguas que inundaban las calles. Esas visiones nos deberían de servir de mensajes proféticos de lo que no queremos. Servir para modificar el rumbo y optar por ser humanos más limpios.
Eso debiéramos, sin embargo, miramos tan lejos como la punta de la nariz. Metemos la cabeza en un hueco como avechuchos asustadizos y nos negamos a apreciar todo lo que debiéramos entender y resolver. Dice el dicho que el que avisa no es traidor y la naturaleza ya tiene rato mandando sus mensajes. Habría que escucharla.