El Plan de Iguala, expectativas y resultados históricos
En septiembre de 1821 con la entrada del ejército trigarante a la Ciudad de México y la firma del acta de independencia se puso fin a 12 años de inquietud política y a 10 años de enfrentamientos bélicos.
Los líderes ahora eran otros, procedían de corrientes antagónicas, pero los habían unido las tres garantías del Plan de Iguala. Conforme a ellas, el futuro de la Nueva España, la colonia española más rica del mundo, estaba trazado hacia la prosperidad.
La primera de estas garantías que imponía “la religión católica, apostólica y romana sin tolerancia de otra alguna” no era una cuestión meramente religiosa, se buscaba fortalecer la identidad y la unidad nacionales. Con acierto se decía entonces que sólo en los templos convivían pacíficamente todos los habitantes novohispanos. Ninguna otra institución, incluyendo la corona, tenía tal grado de aceptación.
Además, con esta primera garantía se aseguraba el respaldo de la institución más rica del imperio: la mayor propietaria no gubernamental de tierras, la mayor heredera de fortunas y la presta-mista que sacaba de apuros aun a la aristocracia.
Al contar con la alta jerarquía católica, los jefes trigarantes lograron millones de partidarios que siguieron un solo mandato religioso, sin la división clerical que se vivió en las rebeliones de Miguel Hidalgo y José María Morelos. Quizás por ello esta última etapa fue considerablemente menos violenta.
La iglesia católica, por su parte, necesitaba con urgencia reafirmar su control absoluto en la Nueva España, pues el imperio español era invadido por las ideas francesas, siendo la más temida para ella la libertad de religión. El Plan de Iguala, como se cita, era opositor a esta libertad.
“La absoluta independencia” es la segunda garantía del plan proclamado por Agustín de Iturbide y es así mismo la principal razón de su posterior fracaso; pues, siguiendo el propio texto, se piensa ofrecer el gobierno de la nueva nación a Fernando VII, ¡el rey español!, o a un familiar cercano. Curioso vericueto: se rechaza toda dependencia de España; pero se pretende traer a su rey como gobernante. ¿Alguien creyó sinceramente que Fernando VII aceptaría venir? Quizás la solución hubiera sido el enviar a un pariente próximo para que todo quedara en familia; pero entonces perdería sentido la justificación expresada en el plan: “para hallarnos con un monarca ya hecho y precaver los atentados funestos de la ambición”.
Después de la religión católica y la independencia, el Plan de Iguala agrega la unión como la tercera garantía en el país naciente. Este punto era fundamental para una sociedad que había sufrido la desigualdad social por tres siglos y el enfrentamiento armado durante una década. Sin embargo, apenas se cita como una buena intención: ”La unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas es la única base sólida en que pueda descansar nuestra común felicidad”. Así se expuso, sin propuestas de cambio en el sistema económico que gene-rasen la justicia social indispensable para la unidad; sin explicar cómo el respeto a las propiedades y canonjías de los potentados sería contrarrestado para elevar las condiciones de vida en los miserables.
Más allá del papel, donde las personas vieron paz, fidelidad religiosa, libertad, independencia, respeto a las propiedades y fueros, igualdad, mejoría económica, cargos públicos disponibles o unidad nacional, según los intereses de cada grupo, en la realidad el Plan de Iguala mostró sus limitaciones. Ante la negativa del rey y la casa reinante a reconocer la independencia novohispana, ninguno de ellos aceptó el trono, el cual terminó en manos de Agustín de Iturbide, un militar muy competente, pero sin valores y conocimientos para gobernar, lo cual precipitó al nuevo país en el caótico siglo XIX mexicano.
La iglesia católica mantuvo su alta posición y poderío hasta la reforma liberal (1855-1874) y su derrota en la Guerra de los Tres Años. La unión de todos los mexicanos es aún endeble por la honda desigualdad económica que prevalece y es el mayor reto por superar que tenemos los mexicanos… Por desgracia, la consumación de 1821, hace dos siglos, no fue un final feliz.
Posdata:
Con el término de 2021, el año del Bicentenario de la Consumación de nuestra Independencia, llega también a su fin la serie de 52 artículos sobre la Guerra de Independencia en el Estado de Guanajuato. Agradezco a nuestros lectores su atención, manifiesta no sólo en la lectura, sino también en las preguntas, críticas e información que constantemente recibí. De estos lectores, aprecio sobre todo la relación sostenida con los jóvenes de nuestra sociedad, cuyo interés por la historia espero haber acrecentado.
Mi agradecimiento, desde luego, al periódico Correo, en especial a su directora general, María Clara Puente Raya, por ser el medio de comunicación que a nivel estatal nos permitió emprender este interesante viaje describiendo la lucha por la libertad en nuestra entidad. Gracias a Correo por su apoyo técnico y de diseño, gracias por su interés en nuestro pasado y nuestra cultura.