En Guanajuato, la muerte no es de azúcar…
(Los diálogos son reales, solo los nombres fueron cambiados)
1.- Buenos días. Hola hijo ¿cómo andas? Un favor, no vayas a tu casa, mataron a unas gentes. ¡Ah caray! Para que no te acerques. ¿En dónde mero? En la calle de tu casa. Tú también cuídate hijo, no vayas a andar por ahí…
2.- Yo me estaba bañando. Y si, Luisito dice su mamá que bien preocupado porque no le contestaba, que estaba llorando. Fue hace como media hora, está acordonado y mucha vigilancia. Me dijo el del gas que ya los recogieron. Los llevaron al hospital, pero hay mucha vigilancia y se oye mucho ruido.
3.-Oye, y en la mañana que balearon o no sé cómo estuvo, pasaron por ahí unos familiares míos y que uno tenía un balazo en la pierna y otros más no sé dónde, como que acaba de ser pero no sabían que…
4.- Estábamos en el hospital esperando nos atendieran y en eso llegaron ambulancias con resguardo de patrullas. Los de otra camioneta ahí estacionada nomás miraban. Le dije a Olivo: si se agarran a balazos aquí quedamos…
5.- Ya iban a comenzar las carreras de caballos, yo estaba como a un metro del muchacho, se agachó como a buscar algo en la hielera. En eso vi que se le acercó un jovencillo desconocido, nomás se oyó como si destaparan algo y ahí se dobló con el balazo. El jovencillo se fue caminando hacia la brecha donde estaba esperándolo un coche. Nadie sabía qué hacer, por ahí uno daba una pistola, ¡tengan, esta trae cuatro cargadores! Otro aventó unos tiros pero chiquillos como de 22. Se llevaron al herido en una camioneta, a medio camino se descompuso, la echaron en otra pero ya llegando al hospital había muerto.
6.- Todavía ayer andaba por aquí ese muchacho que acaban de matar. Anoche iba con otro en una moto, en el trayecto los interceptó una camioneta, al otro lo dejaron ir y cuando ya iba corriendo ese mismo oyó los golpes y los balazos. Luego lo tiraron ahí cerca afuera de una casa…
El desprecio por la vida…
Con la muerte el problema no es que llegue, sino cómo se arrima. El tiempo enseña que partiremos y que en los cercanos fallecidos nos vamos yendo a cuentagotas. Si se trata de encontrar bálsamos a lo inevitable está la poesía que tanto ayuda -en México y Latinoamérica es abundante-; si se trata de hacerle al cuento, hay alfeñiques; si se trata de echar torpe bravata, tequila; si se trata de reír, tenemos calaveras con catrinas; si se trata de hacer reverencias al infinito, están la oraciones; si se trata de llorar en el alma, están los altares donde nuestras ánimas comen y beben. Pero todo esto solo son ilusiones bordadas en el telar de la melancólica certeza de que tarde o temprano el juego se acaba y habremos de morir.
Ante ese misterio irresoluble no hay salida. Las bravuconadas con la muerte de nada sirven, con un simple soplo nos arranca de aquí. Lo que resulta incomprensible e inaceptable, porque está además en los límites de lo irracional, es cuando embriagados en sus enredaderas de intereses personales o de grupos, los políticos y gobernantes le pierden el respeto a la vida y alientan la muerte.
Eso sucede en Guanajuato. La permanencia de dos funcionarios claves en el tema de la seguridad, a estas alturas solo denota el menosprecio a los seres humanos y a las familias incubado en el grupo conservador que maneja los destinos de la entidad; aunque en su retórica abundante en dobles lenguajes, y siempre apuntando hacia lo electoral, falsamente se ostentan como férreos defensores de la vida oponiéndose al aborto y reivindican los valores tradicionales.
La muerte en tiempos de Sinhue…
La zozobra y muerte que se padece desde el sur al norte, no es una invención de reporteros o columnistas, es tan cruda esa realidad que ni con todo el aparato y dinero público hay manera de que en el gobierno de Diego Sinhue encuentren una fórmula para ocultarla. Si hoy mismo nos plantáramos en la esquina donde peritos por mero protocolo recogen indicios del último asesinato -aunque nunca se sabrá quién fue el homicida- o en la angustia de las personas que temerosas observan el suceso tras la ventana, se concluye, que es muy irresponsable esa postura obstinada del Ejecutivo, y de la mayoría del Legislativo, de no hacer cambios en las áreas de seguridad para refrescar el tratamiento del complejo problema; como igualmente, la Federación equivoca el rumbo si sus cálculos son seguir dejando podrir todo para sacar dividendos en las urnas.
La vida de quienes habitamos en Guanajuato se ha vuelto rehén de disputas políticas mezquinas entre la cúpula panista local y la Federación morenista, y centrar el problema de la seguridad en los salarios de los policías es inexacto, solo oculta que el gobernador y su partido no han mostrado compromiso, ni voluntad, para enfrentar la corrupción en sus múltiples formas, entre ellas las que tienen que ver con el crimen organizado.
Por esa ruindad y juegos de poder, mañana cualquiera podremos ser un número más en la estadística de difuntos que han estado en el lugar y momento equivocados.