¿Entre mujeres podemos despedazarnos?
Por Juana Adriana Rocha
Está normalizado dudar de las capacidades de las mujeres. Lo grave, es que las acciones de personajes como Lilly Téllez, Citlalli Sánchez y Rocío Abreu refuerzan los estereotipos por los que buena parte del electorado duda al momento de elegirlas en las urnas.
“Hienas”, llamó la senadora del PAN, Lilly Téllez, a toda la bancada de Morena, durante la discusión sobre la permanencia del Ejército en las calles.
“Hay que tener la cola corta para tener la lengua larga”, respondió Rocío Abreu, del partido aludido. Sin embargo, la frase no tenía absolutamente nada que ver con el tema, sino con una cuestión delicada y personal que desvió el objetivo del ‘diálogo’.
El México amante de las telenovelas se apoderó del Senado. A verdaderos dramas se reduce la intervención de los actores políticos. Tener el privilegio de representar la voz del pueblo, significa para muchas figuras públicas su momento de brillar. Pero no todo lo que brilla es oro, a veces es vil cobre.
La obsesión por el peso… de las demás
Lilly Téllez utiliza Twitter para publicar fotos de los mirlos que llegan a beber agua hasta su ventana, como en escena de película de Disney.
Y de pronto se transforma y recurre a la misma red social para insultar a la senadora Citlalli Sánchez.
La apariencia física de la morenista es el arma que eligió para atacarla. Sí, así como el ‘bully’ de la secundaria que escoge como su víctima al estudiante con sobrepeso.
“Nunca te vi protestar contra Calderón”, reprochó Sánchez a Téllez, cuando se manifestó en contra de la militarización del país. “No, tú sólo ves comida”, fue la respuesta de Lilly.
La senadora de Morena fue captada hojeando un ejemplar de ‘El rey del cash’, libro de Elena Chávez que habla de la corrupción y conflictos de interés en la Cuarta Transformación.
“Cayó en la tentación, como si el libro fuera un taco de chicharrón”, comentó Lilly Téllez. Otra vez la comida, otra vez apuntar a un factor irrelevante en cualquier discusión sobre el futuro del país. Y aunque Citlalli intentó dar réplica de una manera sensata, recurrió también a la descalificación insinuando que a su rival política (y ya personal) le hace falta más contacto con los libros, y la llamó “gritona irrelevante”.
Victimaria y víctima
Por otra parte, Lilly Téllez también fue objeto de acusaciones fuera de lugar. El pasado 4 de octubre, durante el debate sobre la participación de las Fuerzas Armadas en la seguridad pública hasta 2028, la senadora de Morena, Rocío Abreu aprovechó el micrófono para llamar a Téllez “robamaridos”. “Te manda saludos Marisa. Uno a sus amigos no les anda bajando los maridos”, fueron las palabras de la funcionaria.
“Hay que tener la cola corta, para tener la lengua larga”, advirtió la morenista, y aunque aclaró que la vida privada de los senadores no es de incumbencia general, ventiló lo que sólo puede llamarse chisme.
Este nivel de ‘argumentación’ derivó en críticas por parte de la población, que a su vez caen en calificativos despectivos y hasta clasistas, como “verduleras”.
Este ambiente propician nuestras senadoras, mientras se desarrolla un tema que ha cobrado auge conforme aumenta la participación de mujeres en puestos de poder: la violencia política de género.
“Conducta leve”
“Soy un hombre del siglo XX al que lo traiciona su educación”, palabras de Ricardo Sheffield. Así se justificó el titular de la Profeco en el video que él considera una disculpa por ejercer violencia política de género contra la ahora alcaldesa de León, Alejandra Gutiérrez.
“Otros van a gobernar por ella”, “va a ser la tesorera si gana, eso es lo único que puede y va a hacer”, fueron las declaraciones con que descalificó la participación de la panista en la contienda 2021.
Sheffield cree que incurrió en una “conducta leve”, y eso es parte del problema. Está normalizado dudar de las capacidades de las mujeres y echarle la culpa a que “me falta deconstrucción”.
Lo grave, es que las acciones de personajes como Lilly Téllez, Citlalli Sánchez y Rocío Abreu refuerzan los estereotipos por los que buena parte del electorado duda al momento de elegir mujeres que los representen.
Lee también: Sheffield se disculpa con Ale Gutiérrez por violencia de género: ‘me estoy deconstruyendo’
Sororidad y deconstrucción
La deconstrucción de la que habla Sheffield en su video no implica que los hombres tengan que recordar que tienen hermanas, esposas, madres e hijas, para respetar a las mujeres que los rodean y trabajan a la par que ellos. Implica reconocer y analizar las conductas misóginas y machistas de que hemos formado parte para modificarlas.
La sororidad no significa que apoyemos a todas las mujeres sólo por serlo, sin una postura crítica, sin evidenciar sus errores e incongruencias. Se trata de respaldarnos ante la discriminación, desigualdad y abusos. Los ataques que se basan en cuestiones morales y la apariencia física, no tienen cabida ni en el ámbito político ni en ningún otro.
LO SUPERFLUO
El ánimo en las redes sociales se enciende y es terreno fértil para el debate cuando senadores y diputados caen en comportamientos erráticos, indignos de su posición. “¡Nosotros pagamos sus salarios!”
LO PROFUNDO
El diálogo que generan episodios lamentables como la guerra de insultos y descalificaciones entre Lilly Téllez y Citlalli Hernández, es de la misma pobrísima calidad, no aporta nada.
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JRP