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Epitafios, camposantos y necroturismo

Epitafios, camposantos y necroturismo. El intelectual y político comunista alemán Karl Marx (1818-1883), tiene su tumba en la zona ampliada 

Opinión

María Guadalupe Meza López

Epitafios, camposantos y necroturismo

El intelectual y político comunista alemán Karl Marx (1818-1883), tiene su tumba en la zona ampliada del este del cementerio victoriano de Highgate -inaugurado en 1839-, en Londres Inglaterra. Se trata de un monumento diseñado en su imponente arquitectura por el prestigiado artista marxista Laurence Bradshaw (1899-1978), cuya inauguración -en 1956- fue presidida por el famoso dirigente Harry Pollit (1890-1960) secretario general del Partido Comunista de Gran Bretaña. Institución financiadora de este monumento; que se distingue como uno de los más visitados de entre las necrópolis internacionales insignes y concurridas, en virtud de los personajes que moran su eternidad en su perímetro.

De este sepulcro, de casi cuatro metros de alto y cuya base de mármol sostiene un hermoso busto de bronce de Karl Marx, llama la atención el epitafio que alude las virtudes intelectuales de Marx con citas textuales de sus escritos; entre las que destaca: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Incitación que ha propiciado la peregrinación -hasta el sitio- de seguidores procedentes de diversos países del mundo y, asimismo, la vandalización por parte de sus detractores.

 Como la mayoría de las famosas necrópolis, Highgate es un cementerio atractivo al visitante, en virtud de su belleza arquitectónica, patrimonio histórico y entorno natural. Conjunto que, desde hace algunas décadas, se ha incluido en la oferta turística de principales capitales del mundo; como Francia, con el referido cementerio de Montparnasse (Cimetière du Montparnasse-1824), ubicado en el barrio parisino del mismo nombre. Y donde, yace la memoria y los restos mortales de artistas, intelectuales -como Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Carlos Fuentes y Julio Cortázar-; lo mismo que expresidentes de Francia y el militar mexicano Porfirio Díaz (1830-1915); entre muchos más que provocan la visita diaria al sitio.

En tanto que la necrópolis de Colón, de la ciudad de La Habana, Cuba, se erige como una de las más bellas en su trazo, ostentador de ejemplares monumentos mortuorios que invitan a la contemplación mística de cada una de sus obras de arte.

Mientras que, en la ciudad de México, el panteón de San Fernando resulta una atrayente necrópolis, en virtud de resguardar los restos mortales de personajes notables en la historia nacional de México; entre quienes destacan el Benemérito de las Américas, Benito Juárez (1806-1872) y el militar Ignacio Zaragoza (1829-1862); entre muchos más. Además, de constituir una joya arquitectónica sobresaliente, que nos ofrece en cada sepulcro una biografía detallada del tiempo, la circunstancia y la cosmovisión de los muertos ahí reunidos.

Lo mismo sucede con la “Rotonda de las personas ilustres” de México -fundada en 1872, en el mandato presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889), ubicada en el seno del panteón civil de Dolores, en la ciudad de México y donde se encuentran célebres como el compositor guanajuatense Juventino Rosas (1868-1894); entre muchos más mujeres y hombres sobresalientes por su aporte a la construcción de la patria mexicana.

Por otra parte, algunos personajes han merecido la posibilidad de permanecer en recintos diferentes a la jerarquía del camposanto, como es el caso del Premio Nobel de Literatura 1990, de México, Octavio Paz (1914-1998), de quien, a partir del 108º aniversario de su nacimiento, el 31 de marzo del 2022, sus cenizas permanecen al resguardo del histórico Colegio de San Ildefonso, donde se le ha unido también su compañera de vida Marie-José Tramini (1932-2018). Posibilidad viable, a partir de la convergencia de voluntades de los gobiernos federal y de la ciudad de México, asimismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuyo Rector Enrique Graue enfatizó que el acto es “un símbolo de su presencia permanente” e inspiradora para las nuevas generaciones.

A Octavio Paz debemos la evocación literaria consistente en que los mexicanos “nos reímos de la muerte”, quizá este pueda ser un epitafio propicio. Sin embargo, no es la risa burlona a la que se refiere el poeta; sino a la devenida de la comunión ancestral con la dualidad vida y muerte, tan íntima a la cosmovisión de los antiguos habitantes de los territorios que hoy integran la república mexicana y aún más allá en la geografía americana.

Sin lugar a duda, “la muerte es cosa seria”, como solía decir el compositor mexicano Salvador Flores Rivera (1920-1987), familiarmente conocido como Chava Flores. Autor de tantas estampas musicales cuya sátira aún nos afloja la risa y el cuerpo para reflejarnos en alguno de sus icónicos personajes; entre ellos “Cleto el Fufú”, cuyo velorio, donde “Cerró sus ojitos”, el humor transfiguró en tertulia; toda vez que “ni que fuera para tanto, dijo a la viuda el doctor”.

Ayer y hoy, la cosmovisión de la muerte, es un palimpsesto cotidiano. ¡Hasta el próximo palimpsesto!

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