Escuelas abiertas, el tesoro educativo

Mañana arranca la prueba de fuego para el sistema educativo del estado y en general del país, pues mañana retomaremos el camino de la vuelta a las escuelas después de 17 meses cerradas por el impacto de la pandemia. Ahora, al abrir las puertas de nuestras escuelas estaremos, cual fábula de Esopo, buscando el tesoro que se encuentra escondido en la educación de nuestros hijos.

Ha llegado el momento de enfrentar al enemigo de frente, exponiendo nuestra mejor lección en la forja de nuestras generaciones futuras. Mañana equiparemos a nuestros niños, niñas y adolescentes con los mejores pertrechos de guerra, para que con los mejores instrumentos sanitarios salgan y recuperen el terreno que un virus les arrebató, salgan y recuperen su gusto por vivir.

Pero desde luego que la decisión de abrir las escuelas no debe ser aventura temeraria y negligente, sino un acto de preparación muy profesional y bien cuidado, para que bajo protocolos extremadamente rigoristas todos seamos fieles guardianes de la bioseguridad de nuestros menores. Se reabrirán escuelas para educación presencial, sí, pero antes la SEG piloteó un modelo de atención, antes prepararon las condiciones escolares, previa sanitización de espacios, previo ajuste de grupos y periodos de atención para no exponer indolentemente a ninguno de nuestros menores.

Ciertamente que la sintonía escolar demandará del ejercicio de la responsabilidad de todos los actores de la comunidad educativa, que requerirá de una actitud responsable de las familias para procurar que los menores asistan a la escuela sin indicios sintomáticos de la presencia del virus, de una actitud responsable de los estudiantes para usar correctamente el cubrebocas y respetar los protocolos de interacción con los demás, del compromiso eficiente de directivos y docentes para ser los fieles vigilantes del actuar disciplinado de sus alumnos.

Tanto esperábamos el mañana, que el futuro ya nos alcanzó y nos exige que el segmento poblacional más delicado y amado salga a conquistar su espacio, con nuestra supervisión, nuestro acompañamiento y firme decisión de prepararlos, para superar la contingencia que les ha tocado vivir. Cierto, salen a un ambiente plagado de zozobra y riesgo, pero el miedo no puede ser la cadena que nos someta a una vida de encierro predador, hoy con prudencia y cuidados sanitarios podemos reencontrar la vitalidad escolar.

El riesgo acosador nos ha hecho construir nuevas actitudes de prevención, hoy todos nuestros niños saben que hay limitaciones, que deben atender los llamados de sus padres y madres, además de sus maestros, para comportarse de acuerdo a las nuevas condiciones de esta realidad que estamos viviendo. Hoy nuestros niños claman por la convivencia escolar para no ser abatidos por el estrés, la angustia, la ansiedad, la depresión y la desesperación que el confinamiento provoca.

Hoy nos deben inspirar las palabras iniciales del informe que la Comisión Delors presentó a la UNESCO sobre la educación del siglo XXI: “Frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social”. Hoy más que nunca se hace necesario que los hallazgos de la comisión sobre el devenir de la educación se conviertan en políticas públicas muy asertivas, que procuren la garantía de la vida, la salud y el bien socioemocional de nuestros menores por encima del mismo proceso formativo, pues la vida es primero.

El reto de enfrentar la pandemia no parece tan grande ante la valiente actitud, fe y compromiso que Jorge Enrique Hernández, secretario de educación del estado, le imprime a su firme convicción de reabrir las escuelas, invocando la empatía de padres de familia, maestros y directivos para evitar mayores daños educativos… para no perder el futuro.

Y llegado el momento de levantarnos de los escombros, sigamos la luz del sol al encuentro del destino.