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Estrategias de los guerrilleros insurgentes del Bajío

Consumación 2021
Opinión

Artemio Guzmán - Consumación 2021

Estrategias de los guerrilleros insurgentes del Bajío

“La infantería la formaban los indios, divididos por pueblos o cuadrillas, armados con palos, flechas, hondas y lanzas, y como muchos llevaban consigo sus mujeres e hijos, todo presentaba el aspecto más bien de tribus bárbaras que emigraban de un punto a otro, que de un ejército en marcha”.

En el aspecto bélico, la lucha por la independencia de nuestro país la inició Miguel Hidalgo con una táctica muy elemental: dio forma a un contingente rebelde que inició en Dolores con medio millar de hombres y llegó a contar con cerca de ochenta mil cuando se aproximó a la ciudad de México.

Era aquella partida un pueblo nómada levantado en armas que se componía de algunos regimientos ciertamente capacitados en su oficio, los cuales se habían unido al cura en San Miguel, Celaya, Valladolid (hoy Morelia) y otras ciudades. Pero la gran mayoría eran trabajadores del campo y de los obrajes, o presidiarios liberados por los insurrectos.

Según el testimonio de Lucas Alamán, era “gente que formaba diversos grupos o pelotones que por banderas ataban en palos o en carrizos mascadas de diversos colores, en que fijaban la imagen de Guadalupe que era la enseña de la empresa, la que también llevaban por distintivo en el sombrero todos los que se adherían al partido”.

“Los vaqueros –continúa Alamán—y demás gentes de a caballo de las haciendas, casi todos de las castas, formaban la caballería, armada con las lanzas que Hidalgo había hecho construir de antemano, y con las espadas y machetes que estos mismos hombres acostumbraban llevar en sus trabajos ordinarios: muy pocos tenían pistolas o carabinas”.

“La infantería la formaban los indios, divididos por pueblos o cuadrillas, armados con palos, flechas, hondas y lanzas, y como muchos llevaban consigo sus mujeres e hijos, todo presentaba el aspecto más bien de tribus bárbaras que emigraban de un punto a otro, que de un ejército en marcha”.

Esta muchedumbre embravecida levantaba temor a su paso, pudo penetrar la Alhóndiga de Granaditas y con dificultad imponerse en el Monte de las Cruces. Sin embargo, no resistió la organización y disciplina de las tropas de Félix María Calleja, y entró en desbandada lo mismo en Aculco que en Puente de Calderón causando el fracaso de la campaña militar de 1810-1811.

Por fortuna, antes de caer en prisión, Hidalgo pudo apreciar el surgimiento de una mejor estrategia para combatir al régimen español: el ataque guerrillero, un método eficaz que él mismo propició al nombrar comisionados para insurreccionar diversas regiones. Recordemos que así iniciaron su actuación Albino García, José Antonio “el Amo” Torres y José María Morelos, entre otros.

¿Cuál fue el secreto de estos guerrilleros para mantener en jaque al poderoso enemigo realista?…En palabras del escritor Davis Robinson: “Rodeaban como los escitas, desatándose contra el enemigo como una tormenta y disipándose como el humo”. Esto es, ponían en práctica dos acciones fundamentales: el ataque y la huida; teniendo en el primero algunos elementos imprescindibles, como la temeridad que Robinson llega a admirar al expresar: “su valor personal los hacía capaces de las más brillantes proezas”.

Otro de los factores determinantes en el ataque es la sorpresa, entendida no sólo como el aprovechar la ocasión propicia; sino sobre todo, el propiciar esa ocasión, ya asaltando el convoy que va mal protegido, ya atacando el poblado desguarnecido o saqueando la cosecha y el ganado de las extensas haciendas.

“El mexicano confía mucho en sí mismo –agrega Robinson– cuando tiene un buen caballo en cuya ligereza y resistencia pueda confiar. Ni las balas ni el número del enemigo lo desaniman. Los oficiales atacan con brío, y sin pensar en dirigir y mandar a sus propios soldados, sólo aspiran a darles buen ejemplo”. Esta descripción nos recuerda a “el Manco” Albino García cabalgando sobre “Cabro” al frente de sus hombres o a “el Pachón” Encarnación Ortiz huyendo ladera abajo sobre alguno de sus apreciados potros.

Precisamente, tratando de huir, los guerrilleros sabían que en ello les iba la vida, quizás más que en el enfrentamiento, y por eso conocían de atajos, de humildes hogares donde encontrar refugio y, con frecuencia, del mimetismo mágico que en un abrir y cerrar de ojos los transformaba en pueblo, los volvía a sus orígenes sociales.

Gracias a la persistencia de estos centauros heroicos: “El Giro”, “El Bronco”, Magaña… la lucha por la libertad se mantuvo vigente en Guanajuato, al menos hasta 1818… Moreno, Mina, el padre Torres, Pagola… Guerrilleros poco conocidos de nuestra entidad, herederos directos de la lucha popular iniciada en 1810 por el cura de Dolores.

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