Financiamiento, la vacuna económica
En México enfrentamos tres pandemias simultaneas, el Covid-19, la inseguridad y la falta de inversión privada. Al menos en el campo sanitario hay una luz al final de túnel con el anuncio del avance positivo de las vacunas en desarrollo, sin embargo, en la parte económica y de seguridad aún hay mucho por realizar, enfocándonos en la inversión privada, un punto de apoyo fundamental es crear condiciones para facilitar el acceso al crédito.
La semana pasada al conocer la minuta de la última reunión de política monetaria de Banxico, nos enteramos de que el voto disidente para reducir en 25 puntos base la tasa de referencia, fue del subgobernador Jonathan Heath. Su argumento fue que, ante la dificultad de instrumentar estímulos fiscales, se necesitan tasas de interés más bajas para ayudar a la recuperación, señalando que, de no atenderse correctamente, se podrían sufrir daños estructurales irreparables en la economía.
Las medidas de apoyo implementadas desde abril por Banxico tenían como uno de sus objetivos evitar la contracción del crédito, y bajo la premisa teórica de causalidad entre financiamiento y crecimiento económico contribuir a una recuperación más rápida. Si a lo anterior sumamos que, al cierre de 2019 con datos del Banco Mundial, el crédito al sector privado como porcentaje del PIB en México fue del 36.9%, muy por debajo de otros países latinoamericanos como Chile 122.5%, Colombia 51.4%, Costa Rica 59.0%, Panamá 86.8% y Perú 45%, cobra sentido que haya voces buscando incentivar la expansión del financiamiento.
Indudablemente las empresas necesitan fondeo y el acceso al crédito, puede ser la vacuna económica buscada, pero desde abril la cartera de crédito bancaria desciende a una tasa mensual del 1.07%, así que ¿Una reducción adicional en la tasa de referencia, es el incentivo esperado por los Bancos para expandir su cartera de crédito?
Si bien, la banca en su conjunto ha mostrado mejores números a los esperados, pues al mes de octubre el índice de morosidad fue del 2.13% y el índice de capitalización (cifra a septiembre) su ubicó en 17.21%, un hecho a resaltar es que ya se acumulan seis meses en los que disminuye la captación total, descendiendo a una tasa mensual del 0.52%. Recordemos que los bancos canalizan el ahorro, vía crédito, a los proyectos más productivos, y de no tener más captación tendrían que incrementar su apalancamiento para aumentar su cartera de crédito. A lo anterior hay que sumar que a nivel sistema la rentabilidad cayó contra el año pasado un 32%. Así con menos captación, menos rentabilidad y un deterioro esperado en los activos a consecuencia del cierre de empresas y el desempleo, nulifican el incentivo para expandir el crédito a través de una menor tasa de interés.
En este sentido el gobierno federal puede y debería aprovechar más a la Banca de Desarrollo para provocar un mayor acceso al financiamiento a las empresas, especialmente a las PYMES. Los créditos a la palabra otorgados a través del Banco del Bienestar y los apoyos de NAFIN y Bancomext a todas luces se están quedando cortos.
Lo anterior no es algo nuevo, durante los periodos de crisis anteriores, la banca de desarrollo expandió su cartera orientada en preservar la planta productiva y el empleo. Tan solo entre 2008 y 2010 a consecuencia de la crisis sub prime y la pandemia del H1N1 NAFIN expandió su cartera un 74%, entre el crédito inducido a través del programa de garantías, financiamiento de cadenas productivas y crédito a intermediarios financieros.
Por lo tanto, es llamativo que en el caso de NAFIN tenga una reducción en su cartera de crédito de 14.52% entre marzo y septiembre. Instrumentar un programa de garantías amplio de emergencia para que los intermediarios financieros reactiven el crédito, en un momento en el que los acreditados han visto significativamente disminuida su capacidad de pago, ayudaría mucho más, que provocar tasas de interés reales negativas que puedan comprometer la confianza en las políticas de Banco de México y de paso se estaría fomentando la inversión productiva.