Fomentar la virtud, deber de todos
No es posible que un individuo posea todas las virtudes, pues la conceptualización de la idea, además de compleja, es difícil de jerarquizar, aún mediante el juicio particular, con mayor razón tratándose de pretensiones universales. Es consenso muy generalizado, que la virtud se da en la conducta de una persona, considerada valiosa, porque a través de ella, se realicen valores.
Empero, casi todos podemos estar de acuerdo en calificar de preferibles algunas conductas y reprobables o inconvenientes otras. Tratándose de las primeras. Si una cantidad mayoritaria de personas que integran al grupo social está dispuesta a pregonarlas y seguirlas, se propicia un ambiente de paz, que genera desarrollo de diversa índole; en cambio, cuando priva la defensa de lo reprobable o inconveniente, la sociedad sufre gran deterioro moral, en la medida que las defiende y adopta. Si este comportamiento se generaliza, hasta llegar a la enajenación profunda de la población, sobreviene el caos.
Algunas interpretaciones vinculan la virtud con las personas que viven con apego a principios religiosos. Empero, la virtud tiene que ver de manera importante con la ética, es decir, con el conocimiento producto de analizar el valor de lo bueno.
La Ética según algunos autores es la ciencia que estudia las diversas manifestaciones de la moral y, de acuerdo con diversos criterios, establece si esos sistemas normativos, llevan al sujeto que regula su conducta, por esa, moral, realiza o no el valor de lo bueno.
Todos tenemos una idea de las características de una persona buena, así como de una persona mala. La cultura de un grupo social, en un momento y circunstancia dada, juzga como preferible, una determinada conducta y, en su discurso, vertido en condiciones de tranquilidad, prefiere a la persona buena; sin embargo, siente atracción más o menos intensa, por quienes violan las leyes y las normas morales socialmente, de tal manera que no siente predilección absoluta por lo bueno.
La aceptación de lo malo sobre lo bueno tiene su origen en la parte más íntima del ser humano. La toma de partido por uno u otro extremo deriva de la circunstancia en la que se desenvuelve el sujeto, así como de la calidad de las relaciones interpersonales que haya tenido en su vida.
Un ambiente favorable a la bondad, con una educación fortalecida por el ejemplo, deriva en una aceptación del valor y un rechazo a su contrario. De ahí, la justificación de la educación como instrumento para acceder de mejor manera a la felicidad individual y social.
La aceptación del valor bondad como rector de la conducta social, es preferible al comportamiento orientado a la destrucción. El amor, en su máxima expresión, debe tener como destinatario al prójimo, por su calidad de ente pensante, potencialmente libre y feliz. Lograr que la mayoría de la población oriente su conducta al bien de la especie, genera paz y hace posible las acciones benéficas para la mayoría de quienes integran la sociedad.
Es oportuno discernir, si las acciones de cada uno, en el grupo social, están orientadas hacia la conducta virtuosa o utilizamos la simulación, con la pretensión de recibir el bien, sin corresponder en el mismo sentido. El engaño entre individuos se propicia por la simulación en la que se ofrece el bien, sin comprometerse a la reciprocidad; también cuando falazmente, el candidato simula apegarse al bien general, pero oculta la intención verdadera, por la que pide la confianza.
Fomentar la virtud es deber de todos y cada uno, en todos nuestros actos. Esa conducta crearía condiciones para la evolución de la sociedad. Si todos respetamos la ley y la defendemos por el espíritu que la inspiró, podremos vivir en paz; si cumplimos en el trabajo, en la familia, en la escuela, en el sindicato; en fin, en cada una de nuestras accione diarias, estaremos fomentando la virtud y; el trabajo, se convertirá en instrumento de liberación y paz social; si todos y cada uno, tenemos la seguridad de tener vida y vejez satisfactorias, seremos más humanos.
Personas justas desde la infancia, podría ser un buen propósito.