Hazmerreír
Me imagino los golpes en el escritorio que se escucharon en la oficina presidencial cuando se dieron a conocer las fotos de Emilio Lozoya Austin departiendo con toda felicidad con un grupo de amigos en un restaurante en la Ciudad de México. Me imagino la estupefacción del presidente ante el cuadro que se desvelaba frente a sus ojos. Estoy segura de que, en el círculo cercano a López Obrador, un hombre que siempre se ha presentado con la carta de austeridad, han de haber saltado chispas frente al cinismo del testigo estrella de la Fiscalía General de la República y es que a nadie le gusta ser el hazmerreír del momento.
Me da la impresión de que a Lozoya se le ofreció la mano y el se tomó el pie y la pierna entera. Ya encarrilado el ratón, le manda saludos al gato. Ni hablar, eso sucede cuando no se ponen límites. El desprecio con el que Lozoya recibió los privilegios del partido en el gobierno se hace patente. Los ve chiquitos, los siente entre el puño de las manos y aprieta sin temor a que a él le ajusten las tuercas. Sabe que no lo van a hacer. Pareciera que es Emilio Lozoya el que tiene la sartén por el mango ¿Por qué? Porque prometió evidencias que la ayudarían a López Obrador para atrapar grandes canallas y exhibirlos en la plaza pública. Ese ha sido un anhelo muy acariciado por el presidente.
Y, así como en otras administraciones nos ofrecieron peces gordos y nos enseñan puros charales. Nada nuevo bajo el sol. El problema es que creyeron que Emilio Lozoya Austin les iba a revelar secretos y les daría evidencia para poner en el patíbulo de los acusados a Luis Videgaray y a Enrique Peña Nieto. Por lo que se ve, lo que ha ofrecido el testigo estrella no basta. Les han dado mendrugos a cambio de su peso en oro. O, puede ser, que los hayan entusiasmado con algunas promesas que ya no se van a cumplir. Sólo ellos saben. Lo cierto es que, hasta el momento, sigue habiendo más ruido que nueces.
También es cierto que las fotos del comensal más cínico de México no le han de haber caído muy en gracia al presidente. Para nadie es desconocido que la estrategia era traer a un colaborador muy cercano a Peña para luego seguir con Videgaray y llegar al expresidente. Lo sorprendente es que se hubiera hecho tanta alaraca para terminar consintiendo tanto a un personaje que no se le ve muy colaborador que digamos. El juego está claro, piden mucho y reciben poco. Ha de ser frustrante. Y, me imagino que al presidente ya le debe estar entrando prisa porque el tiempo corre rápido y si no se apura, este será otro tema que quedará pendiente, será otra promesa que quedará incumplida: un sexenio en el que se perdió el tiempo.
Aunque el presidente López Obrador sigue gozando de una popularidad muy alta, también está padeciendo el desgaste del ejercicio del poder. Muchos mexicanos están dándose cuenta de que las promesas que no se cumplen, son como palabras que se lleva el viento. Y, si en muchos sentidos somos lo que hacemos, la 4T no ha hecho mucho y lo que se está haciendo no luce mucho que digamos. Ni el aeropuerto de la Ciudad de México en Santa Lucía será mejor que el proyecto de Texcoco ni la política de abrazos y no balazos a surtido efectos para mejorar la seguridad, ni la construcción de la Refinería de Dos Bocas, ni la contrarreforma eléctrica parece que le traerán muchos beneficios a la Patria
Tampoco se ve muy bien que digamos la forma en la que se ha maltratado a las víctimas de desastres que se han vivido durante este mandato. Basta escuchar a los familiares y a los afectados por lo sucedido en la Línea Dorada del metro y nos daremos cuenta del olvido y la insensibilidad con la que se trata al pueblo en momentos de necesidad. Basta poner atención para darnos cuenta de que la Fiscalía General de la República anda persiguiendo académicos y los quiere meter a una cárcel de alta seguridad, mientras a otros se les dan papachos y consentimientos. Si Don Emilio quiere ir a comer, que vaya, ¡faltaba más! Pero, ahora sí hicieron enojar al presiente.
Porque es bueno en encaje, pero no tan ancho. El abuso de la buena voluntad presidencial calienta y eso de que te anden dejando en evidencia, hace enojar hasta al santo más prudente. Estoy segura de que, en el círculo cercano a López Obrador, un hombre que siempre se ha presentado con la carta de austeridad, han de haber saltado chispas frente al cinismo del testigo estrella de la Fiscalía General de la República y es que a nadie le gusta ser el hazmerreír del momento. Tal vez, el presidente esté recordando las palabras de otro priista connotado: Díaz Ordaz que dijo: hemos sido tolerantes a niveles criticables. Sí, eso lo ha de hacer enojar.