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Hombres nuevos

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Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

Hombres nuevos

A mitad del siglo pasado, el psicoanalista Erich Fromm, uno de los primeros intelectuales que aportaron un campo de reflexión y crítica interdisciplinarios para estudiar el conjunto global de la sociedad contemporánea y la constelación de los problemas que ella plantea, señaló en su libro ¿Tener o ser? (1957) que la función de la sociedad nueva era alentar el surgimiento de un ser humano nuevo, ser cuya estructura de carácter tendrá las siguientes cualidades:

– Disposición a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser plenamente.

– Sentir seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe en lo que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse con el mundo que nos rodea, en vez de basarse en el deseo de tener, poseer, dominar al mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones.

– Aceptar el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da significado a su vida, sino que esta dependencia radical y la no cosidad pueden llegar a ser la condición de la actividad plena dedicada a compartir e interesarse por sus semejantes.

– Estar plenamente presente donde uno se encuentra.

– Sentir la alegría que causa dar y compartir, y no acumular y explotar.

– Amar y respetar la vida en todas sus manifestaciones, sabiendo que no es sagrada la cosa ni el poder, ni lo que está muerto, sino la vida y todo lo que contribuye a su desarrollo.

– Tratar de reducir en la mayor medida posible la codicia, el odio y los engaños.

– Vivir sin adorar ídolos y sin engaños, porque se ha alcanzado una situación en que no se requieren engaños.

– Desarrollar la capacidad de amar, y el pensamiento crítico.

– Desprenderse del narcisismo y aceptar las trágicas limitaciones inherentes a la existencia humana.

– Hacer del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo la meta suprema de vivir.

– Saber que, para alcanzar una meta, es necesaria la disciplina y respetar la realidad.

– Desarrollar la imaginación no para escapar de las circunstancias intolerables, sino para anticipar las posibilidades reales, como medio para suprimir las circunstancias intolerables.

– No engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros; se puede admitir ser llamado inocente, pero no ingenuo.

– Conocerse.

– Percibir la unión con la vida, y por consiguiente renunciar a la meta de conquistar a la naturaleza, someterla, explotarla, violarla, destruirla, y en vez de esto tratar de comprender y cooperar con la naturaleza.

– Gozar de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca la posibilidad de ser uno mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura delicadamente equilibrada que en todo momento se enfrenta a la alternativa de desarrollarse o decaer, vivir o morir.

– Saber que el mal y la destrucción son consecuencias necesarias de no desarrollarse.

– Saber que sólo muy pocos han alcanzado la perfección en todas esas cualidades.

– Ser, sin la ambición de “alcanzar la meta”, reconociendo que esa ambición sólo es otra forma de codiciar, de tener.

– Ser feliz en el proceso de vivir cada día más, sin importar el avance que el destino nos permita realizar, porque vivir tan plenamente como se puede resulta tan satisfactorio que es difícil preocuparse por lo que uno no logra o no.

Han pasado más de seis décadas y el señalamiento de Fromm mantiene vigencia, evidencia de que la tarea de la sociedad: crear seres humanos nuevos aún no está hecha. Considerar las cualidades arriba propuestas por el psicoanalista alemán, para la construcción de una estructura de carácter basada en el ser más que en el tener, puede resultar sumamente útil, sobre todo para los hombres que están en la búsqueda de criterios para la construcción de identidades masculinas no autoritarias ni violentas, sino humanas, sensibles, solidarias, afectivas, nutricias.

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