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“¡Jamás violencia!”

Parentalidad
Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

“¡Jamás violencia!”

Astrid Lindgren (1907- 2002) fue una escritora sueca y una extraordinaria mujer. Conocida no sólo por su literatura infantil y juvenil sino también por su lucha por la justicia.

De acuerdo a Janne Lundström, Presidente del Jurado para el Premio de Literatura en Memoria de Astrid Lindgren, la escritora hablaba a favor de la vida, de la paz y de la democracia. Se pronunciaba también en contra de toda forma de violencia. Y lo hacía a través de sus libros. Incluso, como formadora de opinión pública, participaba en debates acerca de la sociedad sueca mediante artículos periodísticos y conferencias con ingenio, agudeza y sencillez. Denunció la intervención de los Estados Unidos en Vietnam, hizo un llamado de atención sobre los neonazis en Suecia y protegió el medio ambiente sueco. Por, sobre todo, se convirtió en portavoz de aquellos a quienes nunca se escucha: los animales y los niños y niñas.

Su discurso, “¡Jamás violencia!”, pronunciado en 1978 al recibir el premio de la paz otorgado por los libreros alemanes dio la vuelta al mundo. En él defendió con elocuencia sus convicciones pacifistas y la necesidad de educar a los niños y niñas sin violencia ni castigos corporales. Sus palabras no tienen desperdicio y mantienen una vigencia total:

“El mismo tiempo que ha vivido la humanidad en este planeta, ha llevado guerras y se ha peleado. Nuestro mundo frágil siempre está en peligro. ¿No será la hora de preguntarnos si nosotros mismos hacemos algo a diario que nos conduce a conflictos? ¿Cómo podemos mejorar u olvidarnos de la agresión constante?

“Creo que debemos empezar desde el principio, ¡desde los niños! Ellos son los que próximamente gobernarán este planeta, ellos tendrán que decidir si continuar con la violencia o vivir en paz y alegría.

“Recuerdo lo impactada que me sentí cuando me di cuenta: nos gobiernan personas comunes y corrientes que no tienen el don de la providencia divina ni sabiduría extraordinaria. Son como nosotros, con sus debilidades y pasiones, pero tienen poder. ¿Por qué estas personas toman decisiones tan malas? ¿Acaso es porque son malas debido a su naturaleza?

“No lo creo. Los niños no nacen ni buenos ni malos. Entonces ¿qué es lo que determina si será abierto y bondadoso o un lobo solitario cruel y amargo? Somos nosotros, sus padres, las personas que deben enseñarle al niño qué es el amor. O, sin quererlo, enseñarle todo lo contrario.

“Un día me encontré a la esposa del cura, quien me contó que cuando era joven y dio a luz a su primer hijo, no creía en los castigos físicos a pesar de que azotar a los niños en aquel tiempo era una práctica común.

“Sin embargo, cuando su hijo tenía 4 o 5 años, hizo tal travesura, que ella decidió, a pesar de todos sus principios, azotarlo: por primera vez en su vida. Le dijo al hijo que fuera al patio y buscara un palo para este fin.

“El niño se tardó en regresar, y cuando volvió, tenía su rostro mojado en lágrimas. Dijo: ‘Mamá, no encontré ninguna vara, pero encontré una piedra que me puedes lanzar’. En ese momento la madre comprendió de golpe cómo lucía la situación desde el punto de vista del niño: si mi mamá quiere lastimarme, no importa cómo lo haga, con el mismo éxito puede hacerlo con una piedra.

“La madre sentó al hijo en su regazo y lloraron juntos. Puso la piedra en un estante en la cocina como recordatorio de que la violencia no es una solución.

“Tal vez te preguntes: ¿entonces si dejamos de castigar a los niños físicamente, criaremos una nueva especie de Homo Sapiens, todos se volverán bondadosos al instante y las guerras terminarán? Por supuesto que no. Sólo los escritores infantiles pueden creer en este tipo de utopía. Este pobre mundo necesita un montón de reformas y cambios.

“Pero nuestros hijos ven la televisión, ven cuánta agresión hay en el mundo y, tal vez, crean que es la única manera de resolver todos los problemas. Y ahora mismo, en nuestro hogar, podemos enseñarles que existe otro camino. Y es lo que podemos hacer por el mundo.

“A ninguno de nosotros nos vendría mal una piedra en un estante de la cocina para recordar: ‘¡No a la violencia!’”

En 1979, Suecia se convirtió en el primer país en el mundo en erradicar, a través de una ley, toda forma de castigo corporal contra los niños y niñas y en cualquier entorno, tanto dentro el hogar como en lugares o instituciones fuera de éste.

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