Sábado, 11 Enero, 2025

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Joaquín Mora y Javier Campos

Las ventanas
Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Joaquín Mora y Javier Campos

Es muy probable que hace una semana, estos nombres no te dijeran nada. Seguro que ni idea tenías de que se trataban de dos sacerdotes jesuitas que fueron enviados a Chihuahua hace años. Es posible que ni siquiera supieras de que la Compañía de Jesús los envío allá a educar, formar comunidad, acompañar a los más desprotegidos, alejarlos de los vicios, en fin, a hacer algo bueno en un lugar en los que muchos ni se atreven a entrar. Tal vez, hace una semana estos nombres no significaran nada, seguro hoy ya te enteraste. 

Los nombres de Joaquín Mora y Javier Campos quedarán escritos en los anales de la Historia por el acto oprobioso de un asesino que les dio muerte en un lugar sagrado. Los mataron en el interior de una iglesia. Les dispararon cuando trataban de defender a un hombre que se dedicaba a ser guía de turistas, Pedro Palma, que llegó huyendo y pidiendo refugio. Javier Campos tenía de 79 años y Joaquín Mora, 80.  

Por si la atrocidad fuera poca, los criminales arrastraron los cuerpos sin vida a una camioneta y huyeron. El gobierno de Chihuahua dijo que los tres hombres se encontraban en calidad de desaparecidos hasta este miércoles en que la gobernadora, Maru Campos anunció que ya se habían localizado los cadáveres.  

Tanto Javier Campos como Joaquín Mora conocían la sierra como la palma de su mano. Campos, nacido en Ciudad de México, era el superior de la orden en la región, donde llevaba desde los treinta. Estaba por cumplir cincuenta años de trabajo en esa zona de la sierra Tarahumara que vive azotada por el crimen organizado y que, a pesar de saberlo, no quería abandonar. Mora, de 81 años, llevaba 23 años en la zona era un hombre pacífico y hablaba el rarámuri. Eran misioneros, no gente de pleito. Nadie merece morir así, menos lo merecen personas que se dedicaron a trazar caminos de bondad. A ellos les tocaron los balazos. 

Estamos indignados. Nos están matando a la gente buena que va a combatir el mal, no con balazos ni con abrazos, sino con una vida dedicada al bien, a inculcar valores que lleven al ser humano a un nivel superior. La criminalidad avanza apadrinada por la frivolidad y la mirada a corto plazo. Hay mayor preocupación por ganar las elecciones, por ocupar un puesto de poder, por andar en campaña que por resolver los problemas que postran a las personas de buena voluntad en este país. 

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Miro las fotos de Joaquín Mora y de Javier Campos y siento una pena enorme. Siento el dolor que todos los mexicanos debiéramos sentir al enterarnos de lo que les sucedió. ¿Qué nos está pasando? Andamos felices de la vida celebrando ocurrencias, aplaudiendo a las corcholatas nuevas y a las viejas, distraídos con temas de una puerilidad total, en la adoración al ego sin darnos cuenta de que el peligro avanza tan rápido como una mancha de tinta sobre papel de china. 

Más allá de la filiación política, de la tradición religiosa, de cualquier diferencia, los mexicanos de bien debiéramos estar de luto. La muerte de dos religiosos y un laico en un santuario religioso nos debe urgir a hacer un alto en el camino y revisar lo que estamos haciendo mal. México es un país cuya peligrosidad va en aumento. Nos matan sin importar si somos religiosos, periodistas, guías de turistas, mujeres. Nos están matando. 

Nos están matando y casi no pasa nada. Nos regalan palabras y nos untan discursos en las orejas y nos siguen asesinando. Nos dividen y destruyen el tejido social. Nos separan diciendo que unos somos conservadores y otros liberales, unos leales y otros traidores, unos de derecha y otros de izquierda, unos mentirosos y otros poseedores de la verdad. La única verdad es que nos matan y la impunidad marcha en caballo de hacienda. Los criminales van tranquilos porque no los atrapan. No los atrapan porque no los buscan y si los buscan no los encuentran y si los encuentran los dejan ir.  

Sí. Es probable que hace una semana los nombres de Jesús Mora y Javier Campos no te dijeran nada. Hoy, te pido que te unas a este dolor por haber perdido un par de mexicanos que hacían el bien; que sintamos el pesar por el agravio y que pidamos que las cosas cambien de rumbo. En paz descansen.

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