Sábado, 11 Enero, 2025

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La intensidad del futbol

El Reflector
Opinión

Maria Jose Soto Pallares

La intensidad del futbol

Tal como se experimenta la euforia del triunfo, se sufre la derrota. Camarógrafos captan las lágrimas que arrastran el maquillaje de los aficionados, sus caras desoladas, mientras en redes se difunden imágenes de un hombre apuñalando una pantalla porque México perdió.

Circula un video donde Andrés Guardado, seleccionado nacional, lleva a su hijo de dos años y medio a conocer a Lionel Messi. “¡Messi!” grita el niño y salta a los brazos del ídolo, mientras su papá captura el momento con su celular. El argentino no deja de sonreír en ningún momento, interactúa con el pequeño y le pregunta su nombre, Máximo.

“Gracias, Lio”, dice el jugador mexicano mientras los tres se funden en un abrazo.

El momento contrasta con las imágenes de aficionados de ambos países agarrándose a golpes en las calles de Qatar, y con el famoso exabrupto de Saúl ‘El Canelo’ Álvarez tras el partido México-Argentina.

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El futbol es así, a veces lo que ocurre fuera de las canchas es tan emocionante como cualquier partido. Nuestro equipo regresó a casa, pero nuestros connacionales dejaron huella en el mundial (y no hablo sólo de los jugadores del Tri).

Todo o nada

Luis Muñoz, originario de San Francisco del Rincón, renunció a su empleo para viajar a Qatar y ver a la Selección Mexicana enfrentarse a Polonia. Luis dejó su trabajo como chofer de un tráiler en Texas y partió rumbo a la aventura que planeaba desde hace tres años.

Este episodio quizá sea difícil de comprender para quienes no somos “aficionados que viven la intensidad del futbol”.

Historias como la del francorrinconense, de “mexicanos cumpliendo el sueño” abundan, y romantizan el sacrificio en pos de un negocio millonario, gigantesco. Porque la pasión de los amantes del soccer es real, podría decirse que son los únicos involucrados en la ecuación que tienen un interés sincero por este deporte. Si su equipo gana, tocan el cielo; y si no gana, pierden la cordura.

Un gol coreado por miles de gargantas, esa explosión de adrenalina que se vive en una tribuna, es un fenómeno que no vemos en otros deportes.

Y así como se experimenta la euforia del triunfo, se sufre la derrota. En los estadios, los camarógrafos captan las lágrimas que arrastran el maquillaje de los aficionados, sus caras desoladas, mientras en redes se difunden imágenes de un hombre apuñalando una pantalla porque México perdió.

Demasiado amor a la patria

Saúl ‘El Canelo’ Álvarez amenazó a través de su cuenta de Twitter a Lionel Messi, tras viralizarse un video donde supuestamente el argentino pateaba la playera de la selección mexicana. El boxeador reaccionó como si el futbolista hubiera pisoteado la bandera tricolor.

Es curioso ese patriotismo que se deposita en nuevos símbolos; el tema va más allá de la parafernalia con que se presentan los mexicanos al estadio: sombreros, máscaras de luchador, penachos.

Durante su visita a nuestro país, la cantante Dua Lipa lanzó fuera del escenario un muñeco del Dr. Simi, hecho que representó una verdadera afrenta. Este personaje también estuvo presente en Qatar, y selfies de fanáticos con la botarga invadieron las redes.

Después de participar en la película ‘Wakanda forever’, Tenoch Huerta se consagró como el rostro del llamado ‘poder prieto’, el nuevo statement del orgullo nacional. El actor vio el último partido del Tri en el mundial junto a Andrés Manuel López Obrador. El presidente, nada tonto, se hizo acompañar de un nuevo ícono para reforzar la ‘mexicaneidad’, el apoyo al pueblo.

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El Dr. Simi, la playera de la selección y ahora Tenoch Huerta, se convirtieron de pronto en representantes de nuestra identidad. ‘Faltarles al respeto’ desencadena guerras (por lo menos mediáticas). Si se trata de futbol, la patria está en la cancha, está en juego, y sus símbolos son otros.

Microcosmos

“¡El que no salte es un polaco maricón!”, fue en esta ocasión el cántico por el que la FIFA abrió un expediente a la Federación Mexicana. Asimismo, la Secretaría de Relaciones Exteriores investiga la pelea entres hinchas argentinos y mexicanos que se desató en Qatar. En colectivo pareciera que la mente es una y se desconecta, ganan las vísceras.

“Yo entiendo la pasión en el futbol, porque la pasión es violenta”, decía Ernesto Sábato. Su frase no justifica por supuesto actos violentos y discriminatorios en que caen los hinchas. El autor argentino jugó en la juventud este deporte, y no desaprovechaba para escribir extensas reflexiones al respecto, las coló incluso en la novela ‘Sobre héroes y tumbas’.

Otro escritor, Juan Villoro, resalta el aspecto antropológico que engloba un partido de fut:

“Muchas veces hay partidos tan cerrados y bien jugados que el público ha aplaudido también al equipo rival, es decir, vemos por unos segundos la utopía de nuestras esperanzas en la humanidad convertidas en realidad, de ahí que me apasione este juego desde hace tantos años”.

Su perspectiva es alentadora, el balompié puede también sacar lo mejor de los aficionados.

Se le llama el opio del pueblo, pero en realidad el futbol es un reflejo, un microcosmos donde las emociones, el sentido de competencia, la lucha por sobrevivir, quedan encapsuladas en noventa minutos. Veintidós hombres y un balón se convierten en el centro del universo mientras tanto.

LO SUPERFLUO: México no llegó al quinto partido, pero la fiesta mundialista continúa y los amantes del fut seguirán disfrutando.

LO PROFUNDO: Quedan cuatro años para que la selección supere el bache, la politización, la crisis de talentos que enfrenta, pero eso es tema y preocupación aparte.

MJSP

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