Las raíces familiares de Miguel Hidalgo y Costilla
Así, en 1750, Ana María Gallaga y Cristóbal Hidalgo y Costilla se casaron en el templo de San Francisco, en Pénjamo. Con el tiempo procrearon cinco varones: José Joaquín, destacado clérigo antecesor de Miguel en el curato de Dolores; el propio Miguel, el “padre de la Patria”; Mariano, quien falleció siendo niño; José María, quien efectuó estudios de medicina y Manuel, de profesión abogado. Posterior a este último alumbramiento, en 1762, murió Ana María. Unos meses después de quedar viudo, Cristóbal tuvo con Rita Toribia Peredo un hijo al que llamaron Mariano, como el pequeño difunto y quien sería el tesorero del ejército insurgente, partidario fiel de su célebre medio hermano.
En la capilla de Cuitzeo de los Naranjos (hoy Abasolo) el 16 de mayo de 1753, el sacerdote Agustín de Salazar bautizó, puso óleo y crisma, y por nombre Miguel, Gregorio, Antonio, Ignacio, a un infante de ocho días, hijo de Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Ana María Gallaga, españoles, cónyuges, vecinos de Corralejo.
Faltaban 57 años para el grito de Dolores; no podía sospecharse aún el papel histórico que llegaría a desempeñar aquél niño, piedra de escándalo entre los suyos, motivo de desunión y símbolo de guerra. Origen glorioso de una nueva nación, reconocido por ella como padre, a la vez que adversario del imperio español.
El progenitor de aquel pequeño, Cristóbal Hidalgo y Costilla, hijo de Francisco Costilla Hidalgo y de María Ana Pérez Espinosa, había nacido en 1713, en Tejupilco, cerca de Toluca, en una familia de propietarios agrícolas. Cristóbal se trasladó en su juventud a la ciudad de México a realizar estudios eclesiásticos, mismos que dejó inconclusos debido a una enfermedad en los ojos.
A partir de entonces retornó a las labores del campo, siendo contratado en 1743 por la señora Carracioli para administrar la hacienda de San Diego de Corralejo; trabajo que desempeñó con el beneplácito de la dueña al grado de nombrarle apoderado de sus bienes.
Por otro lado, en 1749 se estableció en el rancho de San Vicente, a orillas del río Turbio, la familia de Manuel Mateo Gallaga, originario de Michoacán, la cual se componía de su esposa Agueda Villaseñor y Lomelí, sus hijas Rita, Bernarda, Josefa y Francisca, y su sobrina Ana María Gallaga. Otros tres hijos varones radicaban fuera por motivos de trabajo o estudios.
Siendo el rancho de San Vicente arrendatario de Corralejo, la relación de Cristóbal con los recién llegados surgió de inmediato, dando como resultado el compromiso matrimonial del mismo con Ana María Gallaga. Ella había nacido 18 años antes en Jururemba, Michoacán, como hija única de Juan Pedro Gallaga y Joaquina Villaseñor y Lomelí. Por desgracia, siendo niña quedó huérfana de ambos padres y fue a residir con sus abuelos maternos a Cuitzeo de los Naranjos (hoy Abasolo) hasta la muerte de los ancianos.
Al sufrir esta segunda orfandad fue acogida en el hogar de sus tíos, a quienes la unía un doble parentesco, pues Manuel Mateo era hermano de su padre y Agueda de su madre. Con ellos arribó a San Vicente, siendo descrita como una joven no sólo hermosa e inteligente, sino también educada en Valladolid con el mismo esmero que sus primas.
Así, en 1750, Ana María Gallaga y Cristóbal Hidalgo y Costilla se casaron en el templo de San Francisco, en Pénjamo. Con el tiempo procrearon cinco varones: José Joaquín, destacado clérigo antecesor de Miguel en el curato de Dolores; el propio Miguel, el “padre de la Patria”; Mariano, quien falleció siendo niño; José María, quien efectuó estudios de medicina y Manuel, de profesión abogado. Posterior a este último alumbramiento, en 1762, murió Ana María.
Unos meses después de quedar viudo, Cristóbal tuvo con Rita Toribia Peredo un hijo al que llamaron Mariano, como el pequeño difunto y quien sería el tesorero del ejército insurgente, partidario fiel de su célebre medio hermano.
De un segundo matrimonio de Cristóbal, celebrado en 1775 con Gerónima Ramos, nacieron otros integrantes de aquella familia: Josefa Joaquina, Guadalupe, Juan, Vicenta y Agustina Luisa, quienes gozaron del cariño y la protección económica del cura insurrecto.