Las ventanas
A Trump no le gusta pagar impuestos
De cara al primer debate que enfrentará a los candidatos presidenciales en los Estados Unidos, el reporte de evasión de impuestos le cae a Trump como hielo sobre la espalda. Mientras se deja listo un escenario súper tecnológico en la Universidad de Cleveland, la atmósfera política se pinta color de hormiga al saber que el candidato republicano tiene un adeudo de cuatrocientos millones de dólares. Ese asunto, además de ponerlo en un escollo terrible para sus negocios, lo sitúa en un lugar incómodo para enfrentar a Biden, su oponente demócrata.
Si en la casa de campaña del presidente Trump tenían puestas sus esperanzas en el primer debate, ahora tendrán que buscar una estrategia para que su candidato no llegue alicaído. Es verdad, a nadie nos gusta pagar impuestos, John Maynard Kaynes lo dijo y agregó que aunque no nos guste, lo debemos hacer. Pero, una cosa es que no guste pagar las contribuciones que nos tocan y otra muy distinta ver que una persona defrauda al fisco y pretende repetir en un cargo de elección popular que se sostiene con lo que se recauda.
Además, una de las fortalezas de Donald Trump es la imagen que tiene como empresario exitoso. No lo es. Sus negocios no están generando utilidades y esto le da a Biden una oportunidad de oro para atacar a su oponente por otro flanco. Los campos de golf que tanto le gustan al señor presidente no han hecho otra cosa que perder dinero. Sus hoteles no generan ganancias. Sus empresas están muy endeudadas. No se ve que sea un empresario modelo, como lo han querido presumir. Y, sigue peleando contra la oficina de recaudación de impuestos. Todo el flanco de los negocios mal manejados se suma a la forma errática en la que Trump se ha conducido en la presidencia de Estados Unidos, los problemas que ha enfrentado con el manejo de la crisis de la pandemia por Covid-19 y la percepción de incapacidad para hacerse cargo del país dadas las nuevas circunstancias que vendrán en el futuro próximo. El presidente de los Estados Unidos no luce muy bien como administrador.
Y, para empeorar las cosas, según el Washington Post, es muy probable que Donald Trump haya pagado menos impuestos que cualquier estadounidense de clase media y eso ha molestado a muchos de los votantes. No les parece congruente que el habitante de la Casa Blanca sea un evasor de impuestos y administre las contribuciones de los ciudadanos. Lo execrable es que cuando ha tratado de justificarse, le resulta peor. Parece como un hombre que se hunde en arenas movedizas. Dice que ha pagado millones de dólares en impuestos, pero que como cualquier contribuyente, tiene derecho a hacer deducciones.
El problema es que las deducciones ya salieron a la luz. Uno no puede más que sorprenderse de las cantidades que Donald Trump dedujo como gastos personales, entre los que se encuentran más de setenta mil dólares en cuidado del pelo y otros tantos miles que le ha pagado a sus familiares que le han servido de consultores. En el ánimo de los votantes, estos temas calan hondo. Y, desde los que conducen la campaña presidencial tratan de desestimar la información argumentando que hay gravísimas imprecisiones.
Lo cierto es que en las anteriores elecciones, los ciudadanos estadounidenses tuvieron reportes similares sobre las finanzas de Donald Trump que dejaban evidencia de sus comportamientos en terrenos administrativos y fiscales y aún así, votaron por él. Tuvieron a su disposición más de cien páginas con datos sobre los malos manejos financieros y, a pesar de ello lo eligieron presidente.
Lo que parece poco probable es que la imagen de empresario a prueba de balas le vaya a generar los mismos frutos que cosechó la campaña pasada. Veremos, la estrategia de Biden es dirigirse a los no radicales, enfatizar en el disgusto que ha causado el comportamiento presidencial del Donald Trump. Veremos. Ambos enfrentarán su primera prueba y habrá resultados. Por lo pronto, no hay novedades. Me temo que a nadie le sorprende que al presidente de los Estados Unidos no le guste pagar impuestos.