LEGISLADORES EMPÁTICOS
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Al poder legislativo corresponde poner orden en un mundo sacudido por la locura que poco a poco se apodera de un mayor número de seres humanos. Es probable que haya habido épocas en las que los humanos sufrieron lo mismo que hoy padecemos, pero probablemente el padecimiento producido por la locura, tenía espacios de paz que hicieron posible que la especie viviera hasta el presente siglo.
Sería interesante que encontráramos lugar para reflexionar conjuntamente, sobre las medidas a tomar para encontrar nuevamente el camino a la cordura. Es cierto que debemos tener fe en la capacidad valorativa del ser humano, pero debemos reconocer el peligro que implica el suicidio para la humanidad en su totalidad.
Por lo pronto en muchos países, la gente está preocupada por la mejor forma de ejercer el poder; en tanto que quienes lo detentan realmente, no escatiman trabajos para garantizar hacerlo más formidable, sin proponer límite alguno.
Sería oportuno realizar el análisis científico de la salud humana. Que cada país, tuviera un gobierno preocupado por la salud, en su concepto más amplio. Definirla en función de lo que significa la expresión “mente sana, en cuerpo sano”, y obrar tomando en cuenta la naturaleza de cada grupo humano.
El Estado deberá organizar a la población de tal manera que entienda y obre conforme a lo que haya necesidad de hacer, para que frenemos con decisión el avance de la enajenación social y su proclividad a ejercer la violencia en un número cada vez mayor de casos, en los que se manifiesta el abandono de la conciencia de ser humano.
Recientemente leímos en las páginas de este diario, que aproximadamente el 50 por ciento de los reclusos, tiene una forma de adicción. Hubo un tiempo en el que un número considerable de personas, consideró la adicción como un vicio y se fomentó el desprecio hacia quienes habían caído en esa desgracia. Pero ahora, la ciencia nos hace recapacitar para que entendamos que la adicción es un padecimiento que tenemos que aliviar entre todos, pues nadie escapa a la posibilidad de caer en esa esclavitud.
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Recientemente con una visión solidaria hacia quienes tienen padecimientos mentales, se generó la decisión de suprimir los centros de recuperación tradicionales y se dice que la nueva tendencia es que estos enfermos vivan en familia y sean atendidos en los mismos lugares y por las mismas personas, que los pacientes de otras enfermedades. Es aquí donde es necesaria la empatía de los legisladores, para que profundice el análisis de la medida que se dice es la solución.
Quien tiene alguna forma de trastorno mental no obedece a los mismos síntomas y comportamientos. Algunos de ellos viven episodios violentos como aquel médico encargado de un sanatorio de salud, que fue sacrificado por un paciente.
Algunos enterados, sostienen que debe haber criterios de hospitalización entre los que se mencionan: pensamientos o intentos de auto lesionarse; intentos de suicidio; o ataques a quienes se encuentren cerca de ellos.
Ahora que la violencia toma forma esencialmente patológica, es tiempo que los legisladores obren empáticamente, protegiendo a enfermos, familiares y trabajadores de la salud, que no cuenten con el conocimiento, la experiencia y los medios para tratar exitosamente esos casos.
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