Viernes, 10 Enero, 2025

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Lo que queremos del Estado

Las ventanas
Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Lo que queremos del Estado

Hemos criticado la política de abrazos y no balazos del presidente López Obrador porque eso no es lo que la se espera del Estado. El contrato social al que nos sujetamos le da al gobierno la facultad de preservar la justicia a partir de la fuerza pública. Eso significa que los hemos facultado para cuidar el estado de derecho y les hemos dotado con las potestades necesarias para evitar el caos y preservar el orden. Dicho de otra forma, yo no puedo salir a la calle a buscar justicia por mi propia mano, para eso se les paga a los funcionarios que nos representan.

Eso quiere decir que es responsabilidad del Estado preservar la paz, tal como lo expresaron los jerarcas de la Iglesia Católica. Pero estamos confundidos. El desorden deviene de estos roles tergiversados que juegan los participantes de la vida social. Algo anda mal cuando hacemos crecer figuras paternales cuando debiéramos tener personas de estado. Es pésimo estirar la mano para buscar que nuestros gobernantes nos resuelvan con sus dádivas nuestros problemas. Sí, es pésimo y raya en las mentiras, porque los subsidios que se reciben no salen de la bolsa del presidente ni del gobernador ni del alcalde sino de los impuestos que la gente de bien pagamos. 

En el colmo de la tergiversación de roles, vemos a gente que le acerca a sus niños enfermos al líder político, como si este personaje tuviera los poderes para darle alivio; se ve a mujeres que le cuentan sus cuitas a los políticos como si ellos fueran a darles solución a sus problemas; escuchamos los vítores y porras como si se tratara de una estrella brillante. Y, ahí está la confusión y la terrible desilusión. No dan lo que se les pide porque ese no es su papel. Lo hacen para salir en la foto y ganar votos. Sufragios que los lleven a tener un puesto en el que debieran saberse desempeñar.

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El papel del Estado no es andar dando sermones desde un púlpito en el que todo se ve desde una perspectiva distorsionada ni el de dar consuelo ni andar predicando ni moralizando. No. El Estado está para preservar el orden, administrar la justicia, respaldar la fuerza pública y aplicar las leyes. Es su responsabilidad la de preservar la paz y si para ello debe administrar balazos y no abrazos, tendrá que llevarlo a cabo en el marco de la ley.

Lo que queremos del Estado Mexicano es que nos devuelva la tranquilidad para vivir en paz, para ello votamos, por eso los pusimos en esos puestos y para eso les pagamos. No para que al sentarse en la silla presidencial actúen como monarcas, se sientan emperadores o se confundan y se crean representantes de Dios en la tierra. La democracia, según lo definió Abraham Lincoln, es del pueblo y para el pueblo. No hay esferas celestiales y menos en México en donde hemos luchado para que lo que es del César sea del César y lo de Dios de Dios. No hay que revolver más las cosas.  

Yo no quiero palabras de consuelo ni de fraternidad que salgan de Palacio Nacional porque lejos de mostrar empatía, son el reflejo de la demagogia más cínica a la que nos hemos ido acostumbrando a lo largo de los años; no quiero que me moralice ni que predique, para eso están los ritos y tradiciones que cada uno prefiera seguir. No es en los instrumentos gubernamentales que vamos a encontrar las verdades teologales, esas hay que buscarlas en otro lado. 

Lo que queremos del Estado es que cumpla sus obligaciones y deje de andar haciendo lo que no le corresponde. Su obligación es establecer el orden, impedir el delito, castigar el crimen y para ello está dotado de los elementos que puede y debe disponer. Los instrumentos de los que se vale son distintos a los que tiene un misionero o un catequista, por fortuna. Y estos elementos están para ser aprovechados en el cumplimiento de sus obligaciones y además son irrenunciables. El Estado no puede desentenderse de su quehacer fundamental. Lo triste es que por andar haciendo lo que no le toca, está descuidando su tarea principal.

En México el maridaje de violencia e impunidad se ha ensañado con la sociedad mexicana porque existe una complacencia en la que florece la impunidad. Es momento de levantar la voz y dejar de aceptar la tragedia cotidiana y justificar las evasivas del gobierno.  Su deber es poner las cosas en paz y en orden. Eso es lo que queremos del Estado, eso debiéramos exigir.

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