Los límites entre la perseverancia y la necedad
Es mejor estar más o menos bien, que estar equivocado.
John Maynard Keynes
Desde la comodidad, es fácil olvidar cómo tanta gente, a través de la Historia, ha resultado perdedora en la lucha por la subsistencia. La desmemoria se facilita cuando nos encontramos en el privilegio confortable que no nos permite ver la situación triste y muchas veces desesperada que han vivido muchos mexicanos en este último año. Muerte, enfermedad, pérdidas y más allá de los eufemismos, se han tratado de tiempos de privaciones, deterioro y angustia. Hemos vivido un menoscabo patente en la calidad de vida, mientras unos cuantos, unos pocos afortunados son los que ni ven ni oyen sobre la pena que tienen los demás. Ellos son los que hoy conducen el destino de esta nación.
Nos dijeron que la 4T se trataba de una transformación maravillosa, pero no nos contaron que en el cambio la gente —aquella a la que le prometieron que las cosas iban a cambiar— no conseguiría un mejor grado de bienestar. Hemos tenido muchos ejemplos de que la presente administración comete errores, no los acepta, culpa al pasado y sigue en la misma. El más reciente es el contagio sufrido por el presidente López Obrador que desestimo las medidas para evitar infectarse, viajó, anduvo de gira y realizó todas sus actividades sin tapabocas. Es más, presumía que a él no le iba a pasara nada. Le pasó.
El señor presidente se contagió y sigue sin usar el tapabocas. No se entiende. Salió a darnos un mensaje, a decirnos que se sentía bien y que estuviéramos tranquilos. Pero, lo vimos a cuadro sin caretas, sin cubrirse la boca, sin aprender la lección. Desde Palacio Nacional se concentró en sus síntomas, en su salud y en sus progresos. En su mensaje no hubo señales de empatía para los que, como él, se enfermaron y menos una señal de pésame a los familiares de los que no tuvieron ni los medios ni la suerte de vencer la enfermedad.
La necedad es el desconocimiento o la falta de normas sociales que causan ofensa, molestia, problemas, pero también es la muestra de la incapacidad de una persona para tomar decisiones razonables. Por otro lado, la perseverancia es la virtud que muestra firmeza y constancia en la manera de ser o de obrar. La diferencia es que la necedad es un defecto y la perseverancia es una virtud. ¿Dónde está la frontera de estos conceptos que están tan cercanos?
La perseverancia nos acerca a nuestros objetivos y la necedad nos aleja de ellos. Las decisiones del presidente y su administración han arrasado con instituciones de salud pública que reportaban buenos resultados, como el Seguro Popular. Quiso borrar las huellas de su antecesor. Su gobierno se negó a reconocer la gravedad de la pandemia. Justo cuando los contagios iban creciendo, informaba que todo estaba controlado: domado. Designó como responsable de esta crisis a un ególatra que no ha tenido el buen tino de seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Un gobierno al que se le caen todas las pelotas, como si fuera un pésimo malabarista y que sigue por el mismo camino.
La necedad de la 4T es que, desde el comienzo de su mandato, ha politizado todos los temas, todos. La pandemia no ha sido la excepción. Obnubilado por su obcecación, el presidente ha rechazado los criterios técnicos y científicos de sus propios expertos; cree que sus adversarios lo critican por deporte; se conduce como un clan y pide absoluta fidelidad a su círculo rojo que se han dedicado a tomar decisiones para agradar a su jefe —al presidente López Obrador—, no para contener la enfermedad. Desde la comodidad, es fácil olvidar cómo tanta gente, a través de la Historia, ha resultado perdedora en la lucha por la subsistencia. ¿Para qué cambiar de rumbo?, pensará.
Si los límites entre la perseverancia y la necedad los fija la proximidad o la lejanía de nuestros objetivos, aquí nos acercamos al desfiladero: cada día hay más muertos, más contagiados y el presidente insiste en seguir el mismo rumbo. Bueno, él mismo lo dice: se asume necio. Y, eso no nos acerca a un camino de solución.