Mirar al cielo y poner los pies en la tierra
El siglo XXI avanza con muchas interrogaciones. El mundo se pregunta sobre el rumbo que debemos seguir y parece que las respuestas son erráticas. Intuimos caminos y en muchos casos, somos capaces de distinguir entre el bien y el mal. Algo sabemos, sin embargo, no hacemos caso. Hay una certeza que soslayamos cada que podemos: la vida en nuestro planeta corre graves riesgos.
Tal como lo dijo Octavio Paz aquella noche del diez de diciembre de 1990, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura: “Nuestro irreflexivo culto al progreso y los avances mismos de nuestra lucha por dominar a la naturaleza se han convertido en una carrera suicida”. Han pasado más de treinta años y sus palabras siguen siendo vigentes. Debieran sonar fuerte y hacemos orejas de pescado. Nos quedamos con oídos sordos.
Por increíble que parezca, ahora que empezamos a entender una mínima parte de los secretos del universo y de las minúsculas partículas atómicas; ahora que a gran velocidad desvelamos los enigmas de la biología molecular y de la cadena de los ácidos ribonucleicos y casi llegamos a entender los misterios del origen de la vida, seguimos lastimando a la naturaleza. Hemos hecho del progreso un arma de destrucción.
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En este mismo discurso, Paz nos recuerda que: “Uno de los gestos más antiguos del hombre un gesto que, desde el comienzo, repetimos diariamente es alzar la cabeza y contemplar, con asombro, el cielo estrellado”. Seguimos en nuestros intentos de conquistar el universo. La sonda espacial Tianwen-1, perteneciente a la Administración Espacial Nacional de China llegó a Marte. Se publicaron imágenes en alta resolución de nuestro vecino espacial. Tianwen-1 llegó al planeta rojo en 2021 y le da ha dado la vuelta más de tres mil 300 veces. Las imágenes reveladas ayer son del polo sur marciano.
La agencia china detalló algo que ya nos sospechábamos: en esa zona de Marte casi todos los recursos hídricos son inaccesibles. La sonda envió otras fotos maravillosas que exhiben el cañón Valles Marineris, de cuatro mil kilómetros de longitud, y de Arabia Terra, como se conoce a los cráteres de impacto de las tierras altas del norte de Marte.
Es increíble que nos podamos asomar a ver la superficie marciana, parece que estuviéramos leyendo un texto se ciencia ficción de Ray Bradbury o de Isaac Asimov. Donde esté, Carl Sagan debe estar temblando de felicidad y entusiasmo. El viaje de la sonda ha sido largo, 23 de julio de 2020 fue lanzada y desde entonces, ha viajado 475 millones de kilómetros. Amartizó el 15 de mayo de 2021, liberando al róver Zhurong. Debido al frío extremo y al temporal de arena y polvo al invierno marciano, el Zhurong entró en inactividad el pasado 18 de mayo.
Por lo general, ver esas imágenes nos llena de admiración y de un orgullo colectivo por la Humanidad. Los terrícolas hemos sido capaces de pisar la superficie lunar y ahora vemos imágenes marcianas. Decía Octavio Paz, en el citado discurso “..esa contemplación termina con un sentimiento de fraternidad con el universo”. Y eso que el poeta no alcanzó a ver lo que hoy estamos atestiguando. Debiéramos tener sentimientos más leales y nobles con el universo, con nuestro planeta y con nuestros semejantes y no es así. Parece que nos hemos empeñado en la destrucción.
Elevar la mirada al cielo, contemplar un cielo puro y rico de estrellas, apreciar el aroma de las hierbas oscuras y escuchar el son metálico de los élitros de un grillo es un lujo que sólo se encuentra en las zonas rurales y que hace muchos lustros no se disfruta en las áreas metropolitanas. El progreso ha traído ventajas y ha destruido mucha riqueza a su paso. En estas ansias de avances, vamos arrasando. Con este apetito voraz nos estamos terminando los recursos. Miramos al cielo, tal vez buscando aquello que ya perdimos y nos damos cuenta de que lo que hay en el firmamento nos es inaccesible en muchos sentidos. Allá no están las soluciones.
Por esto, “cualesquiera que sean las formas de organización política y social que adopten las naciones, la cuestión más inmediata y apremiante es la supervivencia del medio natural. Defender a la naturaleza es defender a los hombres”, dijo Octavio Paz y sus palabras son vigentes. Sí, mi abuela decía: Hay que mirar al cielo y tener los pies en la tierra.