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Notables heroínas de la Guerra de Independencia (1a. parte)

Consumación 2021
Opinión

Artemio Guzmán - Consumación 2021

Notables heroínas de la Guerra de Independencia (1a. parte)

Josefa Ortiz Téllez Girón nació en Morelia en 1768. Tuvo acceso a la educación en el Colegio de las Vizcaínas de la ciudad de México. Siendo criolla se identifica con las aspiraciones de esta clase social y participa en la conspiración de Querétaro junto a su esposo, el corregidor Miguel Domínguez. Así se une al grupo que prepara una sublevación popular para exigir sus derechos.

Sin embargo, la conjura es delatada el 13 de septiembre de 1810 y el corregidor Domínguez, como autoridad, se ve obligado a apresar a sus compañeros confabulados. Josefa Ortiz, pese a ser aislada por su esposo para evitar su intervención, puede enviar una carta al capitán Ignacio Allende para advertirle de la situación. Localizado éste en el pueblo de Dolores, junto a Juan Aldama, se unen a la propuesta del cura Miguel Hidalgo de iniciar la rebelión de inmediato, en el amanecer del 16 de septiembre.

Por su decisiva acción en el inicio de la insurgencia y el apoyo económico y de información que dio posteriormente a los rebeldes, Josefa Ortiz sufrió prisión; pero pudo ver a la patria independiente, pues murió en 1829, en la capital del nuevo país.

Leona Vicario Fernández de San Salvador fue originaria de la ciudad de México (1789). Siendo hija única de ricos comerciantes fue educada con esmero en diversas áreas del conocimiento. A los 18 años quedó huérfana y bajo la tutela de su tío Agustín Pomposo, un destacado abogado defensor de la monarquía. La diferencia ideológica con Leona que era liberal dificultó el trato familiar, el cual sufrió otro deterioro cuando Leona se enamoró de Andrés Quintana Roo, un estudiante de leyes, pobre y revolucionario.

Cuando Andrés se incorpora a la insurgencia, Leona aprovecha su relación con él para enviar medicamentos, pertrechos e información valiosa a los jefes insurrectos. Para ello utiliza su propia riqueza y la aportada por “Los Guadalupes”, un grupo de criollos capitalinos simpatizantes de la independencia.

En 1813 Leona fue descubierta y tuvo que huir al Estado de México. De regreso a la capital fue confinada en el Colegio de Belén, donde afrontó los interrogatorios de la autoridad sin delaciones. Liberada por los insurgentes, se une a las fuerzas de Morelos, contrae matrimonio con Quintana Roo e inicia un arduo peregrinaje con los integrantes del Congreso de Chilpancingo.

En 1817 dio a luz a su hija Genoveva en la serranía. Acosados por los realistas, Leona y Andrés aceptan el indulto del gobierno, se ubican en Toluca y luego en la capital. Allí en 1842 falleció la valiente insurgente, considerada así mismo la primera periodista de México por sus colaboraciones en diversas publicaciones de su época.

María Josefa Martínez fue una activa insurgente veracruzana. Ingresó a la lucha junto a su esposo Manuel Montiel, un zapatero de Orizaba que adquirió renombre como jefe de una numerosa partida de jinetes que asoló la región saqueando poblados, asaltando destacamentos militares o convoyes de comerciantes. Se le atribuyen además la derrota de un fuerte contingente realista en las cumbres de Acultzingo y la de Juan Nepomuceno Rosains, un rebelde que combatía a Guadalupe Victoria por conflictos personales.

A la muerte de Montiel en 1815, María Josefa mantuvo unidos a los principales partidarios de su esposo y se puso al frente de ellos, vestida como varón, para continuar la lucha en el valle de San Andrés Chalchicomula.

En noviembre de 1816 María Josefa fue capturada en las inmediaciones del Pico de Orizaba, donde tenía su guarida. Se le trasladó a Puebla para ser recluida en la casa de Santa María Egipciaca, donde al parecer permaneció hasta su muerte.

Mariana Rodríguez del Toro, capitalina nacida en 1775, fue esposa de Manuel Lazarín, rico empresario, socio de la mina de Valenciana en Guanajuato. Siendo ambos de ideas liberales, conspiraban en tertulias literarias a las que asistían criollos influyentes.

En abril de 1811 se difundió la noticia de la aprehensión de Miguel Hidalgo, los principales líderes y militantes insurgentes en Acatita de Baján, la cual fue públicamente celebrada por el gobierno colonial; pero trajo el desaliento a los conspiradores. Entonces Mariana les propuso liberar a los dirigentes presos, secuestrar al virrey Francisco Javier Venegas y entregarlo a la Junta de Zitácuaro, máxima autoridad insurgente. La mayoría de ellos estuvo de acuerdo.

Para lograrlo se recurriría a las tropas que protegían la capital, donde había criollos partidarios de la libertad y, a la vez, se promovería un levantamiento popular. Todo ello sería el 3 de agosto de 1811.

Para fortuna, la conspiración crecía en partidarios; para desgracia, el riesgo de ser delatada también. El denunciante fue Cristóbal Morante y significó la prisión para la mayoría de los involucrados; entre ellos, el supuesto líder Antonio Ferrer, Mariana Rodríguez y Manuel Lazarín. Aquél fue ejecutado, el matrimonio recobró su libertad hasta 1820; meses después, Mariana falleció.

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