Sábado, 11 Enero, 2025

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Piezas para la maquinaria

Parentalidad
Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

Piezas para la maquinaria

Cuando la máquina está bien engrasada es cuando la mecánica se vuelve peligrosa, pues convierte a los individuos en simples engranajes.

Frédéric Gros

Como   profesional   de   la   salud   mental   me   preocupan   sobremanera   las   agendas     demandantes, exigentes y saturadas de los niños y niñas, y más aún, de los y las adolescentes, agendas que ni en pandemia pararon, sino que, incluso, se intensificaron.

Suele  tratarse  de  adolescentes  de  secundaria  pero  sobre  todo  de  preparatoria,  con  cargas  académicas y curriculares sumamente pesa-das,  horarios  de  siete  u  ocho  horas  (como  entrenándolos  para  la  jornada  laboral  más  que  para  la  vida  democrática  y  en  sociedad),  a  las  que  se  le  suman  tareas  extra  escolares  que puede implicarles dos o tres horas  más  (como  preparándolos  para  trabajar horas extras en la empresa el  día  de  mañana)  y  una  que  otra  academia o actividad deportiva (que en  estos  colegios  no  suele  tener  un  sentido lúdico, de promoción de habilidades, salud y diversión, sino de competencia férrea).

¿Resultado?  Adolescentes cansados, desvitalizados,  desvelados,   desmotivados,          malhumurados, irritables, frustrados. ¿Y quién no lo estaría con esos niveles de exigencia y actividad  ni  siquiera  elegida  por  ellos  o  ellas  sino  por  tecnócratas  de  la  educación,  o  por  sus  propios  padres? Pero  no  sólo  se  afecta  el  estado  de  ánimo.  Cuando  se  suman  otros  factores,  tales  como,  conflictos  familiares,  acoso  escolar,  conflictos de  pareja,  incomprensión  parental,  disciplina  punitiva,  etcétera,  el  joven revienta, se rompe, su psique se rasga.  Entonces  hacen  su  aparición  trastornos  del  estado  de  ánimo,  de  ansiedad, cuadros depresivos… Sí,  estos  son  el  tipo  de  cuadros  con  los  que  suelen  llegar  las  y  los  adolescentes ante los y las psicoterapeutas  y  psiquiatras.

 ¿Están  enfemos?  ¿Son  débiles,  frágiles,  de  cris-tal?   ¿Están   demasiado   mimados?   La  respuesta  es:  no.  En  realidad,  se  trata  de  jóvenes  resistiendo  a  las  exigencias   del   mundo   escolástico   que  tiene  como  finalidad  no  construir  seres  humanos  cada  vez  más  humanos,   sino   engranes   para   la   maquinaria de producción. Se trata de  sistemas  académicos  que  ponen  todo  su  esfuerzo  en  entrenar  a  los  jóvenes para el mundo por venir: el mundo  de  la  producción  de  capital.  Para  lo  cual  se  requieren  múltiples  habilidades operativas. En este espacio he citado al matemático,  educador,  escritor  y  cien-tífico  del  comportamiento  humano Herbert  Gintis,  el  cual  observaba  desde  hace  algún  tiempo  que  los  mecanismos  del  sistema  educativo  han   sido   construidos   de   tal   manera  que  funcionen  solamente  en  dos  direcciones:  elevar  el  nivel  de  conocimientos  en  los  educandos  y  lograr  a  través  de  esto,  aumentar  los ingresos “per cápita”.

Por lo que el  modelo  escolar  se  basa  casi  exclusivamente  en  la  adquisición  de  habilidades  sensomotrices  y  en  el  manejo  de  contenidos  que  capaciten  al  individuo  para  desempeñar  un trabajo dentro de una estructura burocrática y jerárquica. Me  preocupa  saber  que  el  sistema induce en el alumnado un modelo  de  estudiante  ejemplar,  brillante  y  responsable, el cual resulta ser aquel que  más  acepte  e  introyecte  las  normas   jerárquicas   de   la   institución,   mientras  que  los  tontos,  rebeldes  y  contumaces serán los que se adapten menos  a  dichas  normas,  en  palabras  de Gintis. Me   preocupa   saber   que   para   cumplir  con  las  exigencias  y  sostener  el  estatus  de  buen  alumno,  estén  recurriendo  al  consumo  de  bebidas  energéticas  y  hasta  a  fármacos  que  aumentan  la  atención  y  concentración,  todo  con  tal  de  entregar  una  cantidad  de  trabajo  extraescolar. 

Me  preocupa   que   estén   contratando   o   subrogando su labor, pagando a otros compañeros  o  a  profesionales  para  que les ayuden con dichas tareas. Me preocupa saber que algunos fines de semana no salgan a divertirse con sus pares  porque  están  durmiendo,  can-sados de una semana maratónica. El  paradigma  de  la  producción  impera  en  nuestro  mundo  capitalista, individualista, consumista. Es por eso  que  a  muchos  papás  les  moles-te  ver  que  su  hijo  o  hija  adolescente  duerma largas horas durante el día o esté de ocioso –más aún si se encuentran de vacaciones–: “¡Deberías estar haciendo    algo    productivo!”,    suele    ser  el  regaño.  Como  si  dormir  largas  horas  no  fuera  de  lo  más  importante  para un cuerpo y un cerebro que está en  pleno  crecimiento  y  reconfiguración,  como  si  el  ocio  y  esparcimiento  no fuera un derecho fundamental en la Convención sobre los Derechos del Niño. Dejemos en paz a las y los adolescentes.  Dejemos  que  florezcan  a  su tiempo en lugar de apresurar su crecimiento  con  métodos  que  los  hacen  crecer  pero  no  madurar.  Construyamos  seres  humanos  aptos  para  vivir  armónicamente en sociedad en lugar de   engranajes   para   la   maquinaria   productiva.

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