Piezas para la maquinaria
Cuando la máquina está bien engrasada es cuando la mecánica se vuelve peligrosa, pues convierte a los individuos en simples engranajes.
Frédéric Gros
Como profesional de la salud mental me preocupan sobremanera las agendas demandantes, exigentes y saturadas de los niños y niñas, y más aún, de los y las adolescentes, agendas que ni en pandemia pararon, sino que, incluso, se intensificaron.
Suele tratarse de adolescentes de secundaria pero sobre todo de preparatoria, con cargas académicas y curriculares sumamente pesa-das, horarios de siete u ocho horas (como entrenándolos para la jornada laboral más que para la vida democrática y en sociedad), a las que se le suman tareas extra escolares que puede implicarles dos o tres horas más (como preparándolos para trabajar horas extras en la empresa el día de mañana) y una que otra academia o actividad deportiva (que en estos colegios no suele tener un sentido lúdico, de promoción de habilidades, salud y diversión, sino de competencia férrea).
¿Resultado? Adolescentes cansados, desvitalizados, desvelados, desmotivados, malhumurados, irritables, frustrados. ¿Y quién no lo estaría con esos niveles de exigencia y actividad ni siquiera elegida por ellos o ellas sino por tecnócratas de la educación, o por sus propios padres? Pero no sólo se afecta el estado de ánimo. Cuando se suman otros factores, tales como, conflictos familiares, acoso escolar, conflictos de pareja, incomprensión parental, disciplina punitiva, etcétera, el joven revienta, se rompe, su psique se rasga. Entonces hacen su aparición trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, cuadros depresivos… Sí, estos son el tipo de cuadros con los que suelen llegar las y los adolescentes ante los y las psicoterapeutas y psiquiatras.
¿Están enfemos? ¿Son débiles, frágiles, de cris-tal? ¿Están demasiado mimados? La respuesta es: no. En realidad, se trata de jóvenes resistiendo a las exigencias del mundo escolástico que tiene como finalidad no construir seres humanos cada vez más humanos, sino engranes para la maquinaria de producción. Se trata de sistemas académicos que ponen todo su esfuerzo en entrenar a los jóvenes para el mundo por venir: el mundo de la producción de capital. Para lo cual se requieren múltiples habilidades operativas. En este espacio he citado al matemático, educador, escritor y cien-tífico del comportamiento humano Herbert Gintis, el cual observaba desde hace algún tiempo que los mecanismos del sistema educativo han sido construidos de tal manera que funcionen solamente en dos direcciones: elevar el nivel de conocimientos en los educandos y lograr a través de esto, aumentar los ingresos “per cápita”.
Por lo que el modelo escolar se basa casi exclusivamente en la adquisición de habilidades sensomotrices y en el manejo de contenidos que capaciten al individuo para desempeñar un trabajo dentro de una estructura burocrática y jerárquica. Me preocupa saber que el sistema induce en el alumnado un modelo de estudiante ejemplar, brillante y responsable, el cual resulta ser aquel que más acepte e introyecte las normas jerárquicas de la institución, mientras que los tontos, rebeldes y contumaces serán los que se adapten menos a dichas normas, en palabras de Gintis. Me preocupa saber que para cumplir con las exigencias y sostener el estatus de buen alumno, estén recurriendo al consumo de bebidas energéticas y hasta a fármacos que aumentan la atención y concentración, todo con tal de entregar una cantidad de trabajo extraescolar.
Me preocupa que estén contratando o subrogando su labor, pagando a otros compañeros o a profesionales para que les ayuden con dichas tareas. Me preocupa saber que algunos fines de semana no salgan a divertirse con sus pares porque están durmiendo, can-sados de una semana maratónica. El paradigma de la producción impera en nuestro mundo capitalista, individualista, consumista. Es por eso que a muchos papás les moles-te ver que su hijo o hija adolescente duerma largas horas durante el día o esté de ocioso –más aún si se encuentran de vacaciones–: “¡Deberías estar haciendo algo productivo!”, suele ser el regaño. Como si dormir largas horas no fuera de lo más importante para un cuerpo y un cerebro que está en pleno crecimiento y reconfiguración, como si el ocio y esparcimiento no fuera un derecho fundamental en la Convención sobre los Derechos del Niño. Dejemos en paz a las y los adolescentes. Dejemos que florezcan a su tiempo en lugar de apresurar su crecimiento con métodos que los hacen crecer pero no madurar. Construyamos seres humanos aptos para vivir armónicamente en sociedad en lugar de engranajes para la maquinaria productiva.
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