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Regalar, no manipular

Regalar debería ser un lenguaje de amor y no una herramienta para manipular, dice la escritora y divulgadora Elsa Punset. Totalmente de acuerdo.
Opinión

Guadencio Rodríguez Juárez -Parentalidad

Regalar, no manipular

Gaudencio Rodríguez Juárez*

Regalar debería ser un lenguaje de amor y no una herramienta para manipular, dice la escritora y divulgadora Elsa Punset. Totalmente de acuerdo.

Si el obsequio no va acompañado de afecto o consideración, si no genera alegría y deleite a quien lo recibe, no es regalo. Si los sentimientos que le genera a la persona que recibe el obsequio no son agradables, no es regalo.

Un regalo se da solo por el gusto de darlo, pues quien lo da sabe que su gesto proporcionará alegría, comodidad, placer, satisfacción. Sabe que puede sacar al prójimo de un apuro.

El regalo es signo de generosidad que puede conmoverme hasta las lágrimas porque resulta un acto no sólo bondadoso, sino hasta subversivo y desconcertante en esta cultura mercantil y egoísta, y hasta increíble para las mentalidades individualistas.

El regalo también es signo de bondad, la cual es sinónimo de amabilidad.

Existen personas que hacen de los regalos manipulación. Lo vemos en estas fechas. Figuras como Santa Claus y Reyes Magos, cuyo símbolo es la bondad, la solidaridad, la generosidad, se desvirtúan para controlar y hasta manipular el comportamiento de niñas y niños, reflejado en el “Si no te portas bien no te traerán juguetes”, en el “Pórtate bien y te traerán lo que pediste”.

Estas son ocasiones para estimular el goce, la alegría, la sorpresa, el encanto de la vida. Pero la obsesión por hacer de las niñas y niños “bien portados”, sinónimo de obedientes, en las ideologías autoritarias, termina por desvirtuar y desbaratar una ocasión humana que bien pudo hacer sido un momento de conexión entre parento-filial, una oportunidad para construir recuerdos a los cuales volver el día de mañana cuando la vida apriete.

Crecí en la tradición de los Reyes Magos. Nunca me fallaron. Siempre me trajeron algo. Casi nunca lo que yo deseaba. Casi siempre lo que yo necesitaba. Mi recuerdo es de goce total: la emoción en la noche previa que por su intensidad quitaba el sueño, la enorme sorpresa al ver los regalos al lado de mi zapato, la felicidad total al jugar con hermanos y vecinos, la satisfacción de compartirlos con ellos y jugar con los suyos, la seguridad de sentirme digno de recibir algo por el solo hecho de ser niño, el sentimiento de ser importante para los adultos que en su rostro reflejaban el deleite al vernos tan contentos…

Aun así, también recuerdo alguno que otro amague de mis padres, sobre todo de mi madre no exenta de la ideología autoritaria de su tiempo: “Los Reyes Magos los están viendo, ¿eh?”, decía de manera esporádica, previa fecha festiva. Y en alguna situación extraordinaria, cuando nuestro comportamiento llevaba al extremo su paciencia: “Creo que esta vez los Reyes Magos no pasarán por esta casa”.

Siempre supe que en realidad ella misma no se creía sus palabras. Su bondad era la suficiente como para no privarnos de una de las mejores fechas del año, la única (junto a la de cumpleaños) en la que se recibirían regalos.

Aún en la actualidad existen padres y madres que condicionan la entrega de regalos. La intención suele ser buena: buscan que sus hijos o hijas “se los ganen” con su buen desempeño comportamental, académico, etcétera. No obstante, hacer esto con lo que se pretende sea un regalo, termina pervirtiendo su sentido. Usar un símbolo de generosidad, una manifestación de cariño como lo es el regalo para obtener algo del niño o de la niña genera confusión y una mala interpretación: concluir que, para ser merecedor de la amabilidad, bondad y generosidad de otra persona, él o ella debe ganárselo.

No nos extrañe que en su adultez rechace regalos y toda muestra de consideración del prójimo, pues se sentirá poco digno de recibir lo que los otros le ofrezcan desde el fondo de su corazón.

Aun cuando la intención de la persona adulta sea buena al condicionar el regalo, la experiencia del niño o niña suele ser de manipulación: “Me da el regalo si logro portarme como él quiere, no como yo puedo”.

La perversión de los adultos toca niveles sorprendentes en estas fechas al vender cámaras para vigilar el comportamiento de los niños y niñas a nombre de estos seres míticos –Santa Claus y Reyes Magos– o “mercancías” para quienes se portaron mal: “Hay niños que no se portan muy bien. Llegaron bolsitas de carbón con el fin de hacer conciencia en los niños. Es carbón comestible. Viene envuelto en bolsa de papel o celofán. Todas las bolsitas traen una notita: ¿Te has portado bien? Se abre pedido…”, dice una publicidad en estos días. Que tristeza imaginar que algún niño o niña pudiera recibir este producto.

Usemos la creatividad para sorprender gratamente a las niñas y niños estos días y todo el año, para que en su memoria lleven la fuerza de saberse queridos y respetados.

*Psicólogo / gaudirj@hotmail.com

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