Un viaje a la playa
La inocencia de una buena intención —¿qué mejor propósito que el de un padre a favor de sus hijas?— y el candor de un viaje a la playa —especialmente si se trata del caribe— puede traer resultados contrarios a los deseados. Se admira el cuidado que un padre dedicado y amoroso le dispensa a su familia, sin embargo, los tonos cambian cuando ese jefe de familia es un hombre público y se agrava en el momento en que se trata de una persona que detenta un puesto de elección popular que se va justo cuando sus votantes están en medio de una emergencia climática. Además, todo se empeora cuando el sujeto en cuestión es atrapado con las manos en la masa tratando de pasar desapercibido.
Se necesita tener mala suerte. Uno de los miembros más conservadores del Senado, representante republicano del estado de Texas, quien ha sido un leal defensor del expresidente Donald Trump y ha intentado posicionarse como el heredero legítimo de su base fue captado en el aeropuerto de Cancún. Mientras Ted Cruz estaba en suelo mexicano, su estado natal era azotado por una tormenta invernal sin precedentes que dejó a a millones de texanos en una situación complicada. Muchos condados texanos se quedaron sin electricidad y agua corriente padeciendo los embates de las temperaturas gélidas.
“Los desastres naturales tienen una manera de acabar con las carreras de los políticos”, dijo el estratega republicano Alex Conant, quien señaló ejemplos como el presidente George Bush durante el huracán Katrina en 2005. Pareciera que las circunstancias se pusieron en contra del senador Cruz. Si hubiera un manual de políticos, la primera regla de cualquier desastre natural sería aparecer y evaluar la situación: ofrecer ayuda. Ni hablar, Cruz rompió esa regla al estar en playas caribeñas y no en Texas.
Los hechos son sencillos: Cruz estaba en México y no donde debía estar. Como si la situación no estuviera mal, el propio senador la complicó más. Explicó que sus hijas le pidieron ir a un lugar en el que no hiciera tanto frío; agregó que desde el momento en el que abordó el avión, tuvo dudas; insistió en que pensaba tomar acciones vía remota y mientras más hablaba más descendía en su caída libre. Hablar de más cuando hay gente sufriendo muestra a la gente de cuerpo entero.
Los pretextos se sostienen con un hilo delgadísimo. Frente a una emergencia, se requieren acciones y empatía. Lo que se ve no se juzga y por más que se quiera tapar el sol con un dedo, los hechos pesan y las decisiones cuestan. Nadie critica a Ted Cruz por las decisiones que tomó en favor de su familia, esas son elecciones que tocan el ámbito de lo íntimo. Qué bien por él que haya querido que sus hijas y su esposa estuvieran en un lugar cálido, confortable y seguro. Cualquier padre y esposo quiere eso para su familia.
El problema no está en el ámbito personal, sino en la serie de malas decisiones que tomó Cruz antes, durante y después de su viaje a la playa. Ya sabemos que es muy fácil que los políticos se tropiecen con su propia lengua. Hace poco, el senador Cruz criticó al alcalde de Austin , Steve Adler, por volar a playas de Baja California Sur en pandemia, en lugar de quedarse en casa. Le dijo hipócrita por decir una cosa y hacer otra. Pues, pocas semanas después, hizo justo aquello que tanto condenó: le pidió a los texanos que no salieran de casa en medio de condiciones climáticas tan adversas. Hizo lo que no aconsejó y lo descubrieron.
Un inocente viaje a la playa, la buena intención de un padre son en realidad el camuflaje de un político que en medio de la crisis, prefirió estar tomando el sol. No sé, me parece que lo que le pasó a Ted Cruz ya le había pasado a otro político mexicano que, recomendó quedarse en casa y decidió tomarse un respiro de mar.