Una bala en el pie
No soy supersticiosa y por lo general, trato de tener una visión objetiva basada en datos medibles y comprobables sobre los cuales sustentar una opinión, pero hay veces que la realidad rebasa la fantasía. Pareciera que hay una especie de embrujo sobre el espacio aéreo de la Ciudad de México. Es como si hubiera un duende que quiere hacer travesuras con ese tema a toda costa. En serio, ya han sido cuatro presidentes de la República que intentan hacer del aeropuerto de la capital el proyecto que sea la insignia de su sexenio y por angas o mangas, no se les hace ver su sueño convertido en realidad. Parece que al presidente López Obrador sí se le va a hacer ver su anhelo concretado. Lo malo es que trae varios prietitos este arroz.
El primero es que, cualquiera en su lugar querría anunciar con bombo y platillo a los cuatro vientos que él sí lo logró, que sí se pudo y no lo va a poder hacer. Lo malo es que no se va a poder. Parece que se puso una bala en el pie, porque la ley electoral que él mismo promovió tiene una restricción y es muy clara al decir que en tiempos cercanos a las elecciones no se podrá llevar a cabo ningún tipo de promoción y en específico no hay autorización para inaugurar ningún tipo de obras. Pues, justo la fecha que López Obrador eligió, el 21 de marzo, tiene esa limitación. Solitos le jalaron al gatillo.
Debe ser muy frustrante darse cuenta de que aquello que en otros tiempos se promovió al ser oposición, estalle en la frente ahora que se es autoridad. No me quiero imaginar la frustración que trae atorada el presidente al caer en la cuenta de que no podrá darle vuelo a la máquina de autopromoción. Debe ser muy irritante sentir el bozal que aprieta tanto que un suceso de esta envergadura se quedará sin promoción porque así lo dicta la ley, la ley que ellos mismos idearon. Porque, tal como ellos mismos han sostenido, ellos son distintos y no están por encima de la ley. ¿O, estarán?
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Otro de los prietitos del arroz es lo difícil que es llegar a esta nueva terminal. Parecía tan lejana la fecha para ver terminado el Aeropuerto Felipe Ángeles y como a toda capillita le llega su fiestecita, ya estamos rayando el tiempo en el que lo estremos estrenando. Y eso sí que se debe sólo la perseverancia lopezobradorista, al apoyo solidario de sus correligionarios y del ejército mexicano. Esa sí es una palomita que se le puede anotar a la 4T y que sus adversarios —como los denomina AMLO– no se pudieron adjudicar. Lo inaugurarán, sí. Claro que eso de que los usuarios tengan facilidades para llegar hasta allá es otra historia.
Con lo ilusionado que a de estar el presidente, porque si da ilusión estrenar zapatos, ya me imagino el regocijo presidencial con este proyecto. Lo malo es que el Aeropuerto Felipe Ángeles puede ser un elefante rosa. Puede ser una de esas obras monumentales que no podrán utilizarse de inmediato. No se trata de ser aguafiestas, pero si bien es cierto que la infraestructura ya va a quedar lista, llegar de la Ciudad de México —o de cualquier otro lugar— para tomar un vuelo en esas instalaciones resultará verdaderamente complicado. Vamos, no hay suficientes accesos. Entonces, habrá que someterse a un recorrido en auto, a pagar cuotas de transporte muy altas o bien, optar por no salir de ahí y preferir usar el súper saturado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Tal vez, nadie de su equipo se atrevió a decirle al señor presidente que salir del nuevo aeropuerto construido por los militares va a resultar un sacrificio muy duro, que va a incrementar los tiempos origen y destino, va a provocar que los viajes sean más caros dada la inaccesibilidad que presentan las instalaciones y, entonces, vamos a tener un aeropuerto nuevecito que quizá no se pueda usar.
Es una pena. La capital de la República está muy necesitada de un desahogo en sus vías aéreas que en este momento están congesitonadísimas. Es una lástima, ya que hubo un proyecto que se hundió y se perdió y ahora hay otro que está naciendo ahogado. Es tan triste como tener a una persona rodeada de agua y muerta de sed.
Ojalá que el Aeropuerto Felipe Ángeles le traiga mucha satisfacción al señor presidente. Espero que pueda salvar de la mejor manera todos los escollos que se le van presentando y que sepa esquivar la bala que va en dirección al pie. Vamos, que para inaugurar una obra de esas dimensiones, hay que estar de plácemes.