Sábado, 11 Enero, 2025

11 ℃ Guanajuato

Veinte años sin las Torres Gemelas

Las ventanas
Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Veinte años sin las Torres Gemelas

El rumbo del mundo cambió después del once de septiembre de 2001. Incluso ahora, después de cuatro lustros, las imágenes siguen causando una impresión que deja hecho girones a cualquiera. Ni el más lúcido ni el más inteligente pueden dar cuenta de lo que sucedió en realidad. Explicaciones hay muchas, opiniones hay más, pero la verdad no brilla con la claridad que nos haga comprender nada de lo que sucedió aquella mañana en la isla de Manhattan. Podemos presumir que los daños reales y los colaterales son de proporciones dolorosas.

Recuerdo que aquel día me tocó estar trabajando en las afueras de San Marcos, Colima. Estábamos tomando inventarios con una brigada de auditores y escuchamos en un programa de radio a un locutor que narraba lo que había sucedido. Era claro que estaba describiendo imágenes que veía en televisión. Pero, yo creí que se trataba de un programa de fantasía. Recuerdo haberme asombrado por la fertilidad de una persona para imaginarse esos horrores. No hicimos caso y seguimos con nuestro conteo. Terminamos y nos fuimos a seguir con nuestro plan de conteo de existencias en Ciudad Guzmán, Jalisco.

Al llegar, el gerente de la tienda tenía encendida la televisión y fue cuando nos enteramos de que el espacio aéreo de los Estados Unidos estaba cerrado, que un avión se había impactado contra una de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, que pensaron que se trataba de un accidente y que luego había llegado otro a chocar con la otra. Asimismo, supimos de otro vuelo que se terminó impactando contra el edificio del Pentágono, en el área suburbana de la capital estadounidense. No podíamos dar crédito de lo que aparecía en la pantalla.

La sombra que oscureció el panorama mundial todavía nubla muchas de nuestras actividades rutinarias. Los vuelos domésticos se convirtieron en una pesadilla para abordar, los internacionales son aún peor. Se estigmatizó a los musulmanes a quienes, de forma generalizada, se les vio como terroristas, sin hacer distingos. Se ha tenido que hacer un gran esfuerzo para el prejuicio se salga de la cabeza de la gente en el mundo, para que entendamos que el Corán se basa en preceptos de amor y que la visión extremista que interpreta las palabras de Mahoma no es la que comparten todos. El mundo se rasgó y el cauce de la Historia se movió de lugar.

Desde ese día, nos aprendimos el nombre de Osama Bin Laden que se convirtió en el enemigo número uno de la Humanidad, en el hombre más buscado en la faz de la Tierra. Y, la Humanidad atestiguó una serie de eventos que parecen inconexos pero que el gobierno estadounidense conectó. Iraq se puso en la mira. Sadam Hussein fue derrocado y condenado a muerte. Nos enteramos de que Afganistán era el territorio en el que se escondían los responsables de los sucesos que hoy conocemos como 9/11.

Aquella mañana de septiembre se abrió una herida que sigue doliendo fuerte. No le lastima nada más a los estadounidenses. Es un daño que laceró a la Humanidad en su conjunto. Ver las imágenes, nos lleva a reflexionar sobre el mal que podemos infligir a un semejante. Rememorar los acontecimientos que sucedieron hace veinte años nos debe llevar a una reflexión profunda.

Eso 11 de septiembre nos marcó. No se trata de estar hurgando una llaga que supura en el tejido social, sino de la importancia de contar historias y dar a conocer lo que sucedió. Es preciso hacerlo desde todos los puntos de vista. El dolor de quienes perdieron a sus seres queridos, de los que jamás supieron lo que sucedió, de los que se quedaron con las manos llenas de polvo, de los rescatistas y de tantos héroes anónimos que aquel día estuvieron dispuestos a extender las manos para ofrecer ayuda. Sí, y también es justo hablar de los daños colaterales que padecen quienes, sin deberla ni temerla, han pagado caro.

Los seres humanos nos cansaríamos de ver cómo se retrató a este musulmán en esta película, de cómo los malvados tuvieron cierto genotipo y modo de vestir. Siempre decíamos: “¿Este tiene pinta de no ser bueno?, ¿se parece a alguien malo? ¿Parece alguien que conocemos?”. Muchos niños musulmanes han crecido padeciendo el estereotipo y cuando se convirtieron en adultos, han entendido que no es justo. Muchos científicos, músicos, maestros, empresarios que siguen la tradición del Islam han sido tachados de malos sin que haya un proceso reflexivo por parte de quienes los rechazan.

Así es el prejuicio. Hoy, después de veinte años han contado sus propias historias de éxito. Historias que narran la manera en que queremos que se cuenten, de la manera en que deben contarse. Y así, después de veinte años, tal vez entendamos y logremos que sane esa herida. Sí, llevamos veinte años sin las Torres Gemelas.

Temas

  • Cecilia Durán Mena
  • Las ventanas