Violencia, destrucción y sorpresa
Las campañas políticas están cerrando y la violencia no cesa. Las palabras se silencian con balas, las propuestas distintas se amenazan de muerte y la sangre de los caídos empapa el territorio nacional. El miedo es una mancha que se extiende por el país. Estamos siendo testigos de los intentos de destrucción de la democracia y vemos al Estado sin poder responder. Lo curioso es que muchos de los candidatos que perdieron la vida en este proceso electoral no eran los punteros. Entonces, ¿por qué asesinarlos? Nadie sabe, nadie supo y quienes deben de explicar y solucionar están hechos de piedra.
El problema debe ser resuelto por el Estado, ese es el contrato social: la ciudadanía rinde su derecho a defenderse a favor del Gobierno que es el único facultado para ejercer en forma legal esta prerrogativa. Pero, vemos que en Palacio Nacional están más preocupados por los resultados electorales que por poner orden en la casa. El crimen organizado avanza, se acoge a la promesa de abrazos y no balazos, acelera su paso y va tomando por su cuenta la parte más débil del poder republicano: el municipio.
Se destruye el tejido social y el dato alarmante es que la sangre que se ha derramado cae sobre los escudos políticos de la oposición. No obstante, el número alarmante de candidatos asesinados, con independencia de su filiación política, debe preocupar a todos por igual: se trata de mexicanos. El debilitamiento del Estado en la base sobre la que se erige, que es el municipio, no puede pasar desapercibida. Si no se fortalecen los cimientos, estaremos atestiguando el cataclismo de la democracia.
El miedo no es un buen consejero. Obnubila la razón. Y, en el poder, vemos a gente asustada. Pero el susto viene como una ola que les cae encima. Mucha gente se está desencantando. Ha habido muchas tragedias, hay mucha gente llorando que no recibe ni consuelo ni respuestas para un dolor que se genera por un vacío. Esas lágrimas los están llevando al desencanto. El partido gobernante no las trae todas consigo y lo sabe. Están en riesgo de perder la mayoría relativa y con ello, la posibilidad de modificar la constitución y concretar planes para consolidar su 4T. Parece que cuentan con menos apoyo del que creían. Puede haber sorpresas.
Es el efecto del caudillo que se olvida de su pueblo. Además, el morenismo es muy débil, el lopezobradorismo es el fuerte. En Morena, creyeron que el jalón de López Obrador les iba a acarrear mejores resultados y parece que sus cálculos son más alegres de lo que en realidad son. ¿Será que la cantera con la que cuentan se está resquebrajando? La actual administración federal no las trae todas consigo. Ha estado coleccionando una serie de fracasos que están desilusionando a muchos de sus anteriores votantes. El tlatoani ni los ve ni los oye. También es cierto, que siguen siendo muy populares. Pero, no tanto como al principio del mandato de López Obrador.
Ese es el cálculo que tiene nerviosos a la gente de Morena y anhelantes a los partidos de la oposición. Es la interrogante que hace que los mexicanos estemos expectantes. Puede haber sorpresas. El fiel de la balanza se puede mover para ratificar el rumbo o para desviarlo y frenar el avance de la violencia y de la destrucción de la democracia. Y, no hay quien quiera —ni propios ni extraños— que el crimen organizado siga creciendo y siga matando a gente que aspira a un puesto de elección popular. Queremos un México pacífico, con gente que tenga la libertad de sufragar conforme a sus valores y a sus intereses.
Por eso creo que en medio de tanta violencia y destrucción se puede estar incubando una sorpresa. Puede que esa máquina política que arrasó en las elecciones que llevaron a Morena a ganar la presidencia de la República esté perdiendo combustible. Parece que no van a lograr la mayoría relativa y parece que, con ello, México preservará el debate político y ganará un contrapeso a tanto poder acumulado. Tal vez, habrá una sorpresa.